El hombre cerró la puerta con cuidado antes de acercarse a mi cama. Llevaba una bata impecable y una expresión tranquila, de esas que intentan transmitir seguridad incluso antes de decir una palabra.
—Buenos días —dijo con una leve sonrisa—. Soy el doctor a cargo de tu caso—Perdón por no presentarme desde un principio— Culminó con aquella seguridad.
Asentí despacio. Aún sentía la cabeza pesada, como si todo estuviera envuelto en algodón.
—Antes que nada, quiero que sepas que estás fuera de peligro —continuó, acomodando una silla junto a mí—. Tuviste suerte.
No estaba segura de que esa fuera la palabra correcta, pero no lo interrumpí.
—La explosión provocó un fuerte impacto. No hubo quemaduras graves, lo cual es inusual, pero positivo. Sin embargo, tu cuerpo absorbió gran parte del golpe —explicó con voz calmada—. Por eso la debilidad, el mareo… y la confusión.
Tragué saliva.
—¿Y… mis oídos? —pregunté, señalando sin querer el lado izquierdo de mi cabeza.
El doctor inclinó ligeramente la cabeza, como si ya esperara esa pregunta.
—En el oído izquierdo hay una pérdida auditiva —dijo con cuidado—. No es total, pero sí significativa. Aún es pronto para saber si será permanente. Con terapia y reposo, podríamos ver mejoría.
Sus palabras entraron despacio en mi mente, pero algo no terminaba de encajar.
Era extraño escuchar todo eso… como si hablara de otra persona.
—¿Recuerda lo que pasó? —preguntó entonces.
Dudé un segundo.
—Algunas cosas —respondí—. Otras… no tanto.
—Es normal —aseguró—. El cerebro a veces bloquea fragmentos cuando el trauma es fuerte. No te presiones.
Asentí otra vez, aunque una inquietud comenzó a instalarse en mi pecho.
El doctor se levantó y revisó unos papeles antes de continuar:
—Déjame verificar tus datos ¿si?— me preguntó amablemente.
—No hay problema— respondí —Es por mi salud después de todo—agregé, acomodandome en las sabanas.
Entonces solo afirma con la cabeza.
Nombres: Verónica Gema.
Edad: 19
Tipo de sangre: Rh nulo.
Ecentí a cada una de esas preguntas.
Se sorprendió por mi sangre, pero no dijo nada
Entendí su expresión, pues sabía lo que era.
—Solo faltan tus apellidos...— insinuó, quedando en silencio esperando mi repuesta.
—Son:****** *******— respondí con cierta incomodad, queriendo olvidar algo.
Al confirmar mi información, procedió a retirarse. Y antes de irse, me notifica amablemente
—Hay algo más que debo informarte. Nada grave, pero sí importante.
Levanté la mirada.
—Nos avisaron que en el transcurso del día vendrán unos agentes a hacerte unas preguntas —dijo—. Solo como parte del protocolo. Eres testigo directa de la explosión, y necesitan reconstruir lo ocurrido.
Testigo directa.
La frase resonó en mi cabeza más de lo que debería.
—No te preocupes —añadió rápido, notando mi expresión—. No es una investigación contra ti. Solo quieren tu versión.
Forcé una pequeña sonrisa.
—Claro… entiendo.
El doctor me devolvió la sonrisa, sin notar cómo mis manos se habían tensado bajo las sábanas.
—Descansa —dijo antes de salir—. Hoy será un día largo.
Cuando la puerta se cerró, el silencio volvió a envolver la habitación.
Testigo directa…
Cerré los ojos.
Y, por alguna razón que no supe explicar, la palabra vecinos cruzó mi mente…
sin traer consigo.... ningún rostro.