Lo Peor De Recordar

EN BUENAS MANOS

Un frío estremece mi cuerpo.

Solo respiro, existo.

Un olor desconocido entra.

Intento cubrirme, no puedo.

¿Dónde estoy?

¿Qué es…?

Una luz atraviesa mi párpado. Giro la cabeza, con pesadez. Intento seguir el olor.

Bostezo.

—Ya despertaste, Isabella— una voz interrumpe. —Cuéntame, ¿qué soñaste?— distingo apenas.

¿Y esa voz?

Creo… que…

—¿Sigues llorando?— vuelve a aparecer. —Ya dime qué soñaste— poco escucho.

Algo suave. Algodón. Roza suavemente mis párpados.

Ahora está moviendo mi cabeza, respiro mejor.

—¿Qué… haces?— murmuro vagamente.

Me responde algo, pero no lo distingo.

Respiro hondo. Muevo apenas mis brazos, piernas.

Estoy en una cama.

El hermoso olor comienza a tomar sentido.

Café…

Procedo a abrir lentamente mis ojos, pero uno responde más que el otro. La luz me impide.

—¿Ya lo oliste, verdad? Ten una taza, es para ti— esta voz es familiar—. Es tu favorito, ¿no?— continúa. —Oh, ya veo… luego te lo doy— agrega.

Estiro mis brazos, luego las piernas. Me quiero levantar, aún con dificultad.

Me siento suavemente. Al levantar la mirada, ella está ahí, sosteniéndome desde los hombros con cuidado.

—¿Cómo te llamas?— murmuro.

Sin darme cuenta, el reloj marca cada segundo con más claridad.

Una sonrisa se dibuja en su rostro.

Mi respiro se acelera.

Un pitido aparece.

Le sonrío.

—Me llamo…—

Mis manos agarran las sábanas.

El reloj sigue.

El aire se siente.

—Lucía—

Sin entender, pregunto por el café.

Al traerlo, noto que mis manos tiemblan al intentar sostenerlo.

Lo acerca a mis labios.

Bebo.

El sabor activa cada pupila de mi lengua. Tan dulce, amargo. Me gusta.

Una voz suena desde el techo.

—El horario de visitas acabó— dice.

Dejo de beber; la taza se aleja.

—Ya me retiro— dice Lucía mientras empaca. —Aquí te dejo un poco más— continúa, señalando un termo.

~Pero si es enfermera, ¿por qué se retira? Supongo que va a visitar a otro paciente~asumo.

Mientras miro el termo, Lucía se despide.

—Mañana regreso— dice, despidiéndose con la mano, aún manteniendo aquella sonrisa.

Sonrío.

La puerta no se cierra; entra aire. Alguien la acompaña, una figura emerge.

¿Lucía? ¿Qué se le habrá quedado?

La figura se hace más visible.

Una mujer.

No es Lucía, pero el uniforme es el mismo. Su cabello es corto, pero arreglado. Su caminar es constante y seguro. Mira a todos lados, buscando algo.

El termo.

Lo queda mirando y luego busca más. Se detiene frente a mí.
Juro que es más alta que yo, pero resulta incómodo verla de frente.

Se fija en mis ojos. Un pitido envuelve el silencio; no es fuerte, pero se clava en él.

Sin preguntar, se sienta en la silla, sin quitarme la vista.

—Dolores Marget— susurro al leer la etiqueta en su vestimenta.

—¿No has tenido alguna molestia?— pregunta. —Siéntete libre de decirme, mi trabajo es ayudarte— explica, suavizando el habla.

No me saludó

Sin cuestionarla, le explico lo del pitido.

—No te preocupes, eso solo es una secuela debido al incidente— explica mientras revisa unos papeles.

Sigue contándome más detalles.

—Por lo que veo, no puedes oír del lado derecho, lo que conlleva problemas para localizar sonidos, además de un pitido constante en algunos momentos— continúa.— También algo psicológico— agrega.

—Bueno, también vine a informarte que mañana te darán de alta— culmina.

Qué diferentes son sus uniformes. Son parecidos; de no ser por el nombre, no me habría dado cuenta.

—Me retiro— se levanta. —No te enfermes— añade, alejándose de mí.

Sin más, procedo a ir por ese café.

~¿Será del mismo sabor?~

~No lo sabré hasta probarlo~

Me acerco.

Todo da vueltas. Me detengo.

Sigo. Lo abro.

Bebo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.