Tamara Ibern caminaba apurada sobre la vereda mientras las horas corrían cruelmente. Llegaba tarde, muy tarde. Sus amigos y familiares ya le estarían esperando desde hace dos horas, suspiro cansada, faltaba ya poco.
Empujo la puerta del restaurante familiar, encontrándose reunidos a todos sus conocidos y no tan conocidos. Era el día donde los amigos del novio y la novia se reunían para charlar, mientras planeaban entre todos las sorpresas de la boda y algunos detalles insignificantes.
Se encontró verdaderamente sorprendida por lo guapo que se encontraba su prometido, se le veía perfecto en traje. Nunca los usaba, pero pensaba hacerle cambiar de idea. Se acercó juguetonamente a él y le saludo con un beso rápido, dejando entrever las ganas que tenía de otro más.
–Veo que la novia llegó tarde.
– ¿No será una mala señal Fred?
–Para nada Colton -Miró a la joven-. ¿No se estará arrepintiendo o sí?
Los gemelos rieron, molestándola hasta la hora de comer. Como odiaba a sus hermanos algunas veces.
La velada transcurrió lo más calmada posible, todos sus parientes y amistades congeniaban bien, no había ni un solo imperfecto. Respiro aliviada.
Se acercó a la mesa de buffet por un poco de jugo, correr con tacos no fue de sus mejores ideas, pero ni modo.
–Cariño, ven acércate -Llamó su novio-, quiero presentarte a mi hermano menor Jimin, estaba de gira con su banda y acaba de llegar hace poco. Le hable tanto de tí que vino lo más rápido posible a...
Sus risas y palabras se perdieron en el silencio, igual que los ojos de los presentados, que no se eran tan desconocidos ni indiferentes. Un invitado llamó a JungHeo con urgencia y este los dejo solos para que se "conocieran".
– Hola -Habló con una sonrisa el menor de los Song-. Ha sido un tiempo Tamy.
La sonrisa de la joven era igual que la de él, perdidamente tonta. Habían pasado casi doce años desde que se vieran por última vez.
El atentado de Chelst, en la escuela primaria a la que asistían, dejó huérfanos a cientos de niños. El festival familiar más grande de la ciudad terminó siendo un triste recuerdo en las memorias de sus habitantes. Tamara, Jimin y Jennifer, eran tres niños de tres familias muy unidas; los niños fueron llevados en conjunto al mismo orfanato donde estuvieron por cinco años hasta la adopción de Jimin.
En aquel tiempo, el niño solía cuidar protectoramente a sus dos amigas, las quería como su familia, hasta que él y Jennifer comenzaron a salir. Era natural que ambos estuviesen juntos, tenían la misma edad y la niña era muy bonita, sus padres siempre decían que ambos acabarían juntos, siempre lo decían. Ella a diferencia de la pelirroja era menor por tres años y no desarrollaba aun lo que los adultos llamaban pubertad, además, sabía bien el sentimiento mutuo de sus compañeros de desgracias y decidió alejar todo lo que pudo sus propios sentimientos por el novio de su amiga, él estaba lejos de su alcance, era prohibido. Inalcanzable.
La adopción de Jimin les sabía agridulce a los tres. Se separaron entre abrazos y besos, prometiendo encontrarse algún día cuando la menor de los tres saliera por fin. Se sonrieron felices, y Jennifer besó a su novio efusivamente, muy triste por la despedida. Tamara tenía el corazón cada vez más roto, pero escondió sus lágrimas como de costumbre, no quería incomodarlos.
– ¿Un poco de jugo? -Ella aceptó el vaso mientras sus mentes seguían perdidas en su pasado conjunto. Los ojos de ambos amenazaban con llorar.
Unos dos años después, faltando meses para la mayoría de edad de su mejor amiga, una pandemia arrasó al país, llevándose consigo a las dos terceras partes de la población, entre ellas a Jennifer, y gran parte de los huérfanos y monjas. Estaba definitivamente sola, pero no se desanimó.
Mucho antes había ayudado a las hermanas a cuidar a los niños enfermos, y no pasó ni un solo instante de los días posteriores sin dejar de cuidar a los más jóvenes. Desinfectada heridas, vendaba brazos y piernas, todo con tal de olvidar el dolor. Jennifer se había despedido entre lágrimas, pidiéndole perdón por ser tan egoísta; al parecer, no era tan buena escondiendo sus sentimientos como creía. Todo la puso más melancólica. « ¿Jimin dónde estás?», Se preguntaba siempre en aquel entonces.
Concentró su miseria en ayudar, limpiar y cuidar, olvidando siempre su pasado, no quería caer triste, le prometió a Jennifer que cuidaría de Jimin por ella, se lo prometió. Lo había prometido.
En el grupo de rescate, los doctores Ibern, se encariñaron con Tamara, que ayudaba en lo que podía con sus escasos conocimientos en medicina. La adoptaron poco después, y la llevaron a su hogar en Hong Kong, donde había estado viviendo esos últimos diez años en compañía de los gemelos, a los que llegó a amar como a verdaderos hermanos. Conoció a JungHeo en la facultad de medicina y congeniaron con facilidad, de un momento a otro ya eran novios y ahora faltaba unos meses para su boda. Todo transcurrió tan a prisa, que se sentía ayer cuando jugaba con sus amigos en el orfanato.