–Y… ¿Recuerda algo más? -Preguntaba impaciente el hombre del saco azul-. Cualquier cosa seria importante.
Su receptor, cansado, arrugo el entrecejo y se quedó pensando un largo tiempo.
– Un poco sí. -Intento sonreír sin que los dientes postizos se le cayeran; estaban algo viejos-. Ella adoraba el pastel de manzana -Ríe sin gracia, recordando-. Pasaba gran parte de su tiempo en la cocina, siempre escondida, esperando el momento exacto para robar su tesoro.
El anciano calló un largo tiempo, perdido en sus recuerdos, tanto así que el periodista creyó que no diría nada más, ya estaba listo para marcharse, cuando el anciano continúo hablando.
–Parecía que siempre estaba lista para huir. Escondía comida en su vieja mochila. Nunca hablaba con nadie. Solo sonreía.
«Cuando llegó con nosotros tendría unos dieciséis. Parecía de las típicas chiquillas que huían de casa. Al principio todos la miramos con recelo, solo Thiago le hablaba. Bueno, solo él hablaba, ella no hacía más que sonreír y comer.
Cuando se ponía el sol siempre se escondía entre las cajas, nunca dejaba que nadie se acercara. Paso casi un mes para que dejara a alguien dormir a su lado, Thiago estaba contento con eso, no le exigió nada. Se le notaba el interés, aunque ella era indiferente, creo, nunca mostro nada por nadie, nada que no fuera la comida.
Por supuesto investigamos un poco sobre ella, siempre que traíamos a las personas allí mi hermano era el encargado de averiguar sobre su pasado; rastreamos días y días sin hallar nada. Era como si nunca hubiese existido. Ella era extraña.
Por esos años el contrabando de blancas se hallaba bajo, las personas buscaban como autoprotegerse y se nos hacía cada vez más difícil; Santiago dijo que incursionaríamos en nuevos negocios y todos aceptamos rápido; los tiempos cambiaban, ¿sabe?
Ya entonces ella era como de la familia, la adorábamos como la hermana pequeña del grupo, aunque claro, no todos la veían asi. Con cada año que pasaba parecía volveré más hermosa; deseable, me entiendes. Ella se dio cuenta al toque, como si lo sospechara desde un inicio; nos hizo a todos prometerle que jamás la tocaríamos, nunca, menos sin su permiso. Todos se lo prometimos, incluso Thiago, que se notaba que le interesaba muchísimo, ah, Thiago…
Nadie decía nada, todos nos callábamos la verdad, pero algo así era difícil de esconder. Se notaba, aun cuando él era el jefe, todos le intentábamos ocultar; por su bien, por el nuestro, quién sabe.
Alguna vez fuimos hermanos del mismo orfanato, él nos sacó de allí, nos llevó a las afueras en aquella fábrica. Comenzamos con pequeños secuestros, niñas ricas de papá y mamá, todos con negocios ilegales, pagaban un dineral sus rescates silenciosos –Bebió su copa con cautela antes de continuar-. Él era un genio, ocultaba nuestros rastros culpando a enemigos de sus familias. Nadie supo de nosotros hasta que empezamos a crecer, éramos invisibles sabe, buenos tiempos aquellos.
–Hasta que ella llegó.
Él anciano no tomo muy bien aquellas palabras y no dudó al mirarlo.
–Ella no tenía la culpa de llegar en malos tiempos. Es más, fue una sorpresa su llegada. Nadie conocía nuestra “cueva”, nadie. Y sin embargo allí estaba ella, contra toda lógica –negó-, era como un ser de otro mundo, muy especial.
«Thiago se encaprichó nada más verla. Se llevaba quince años con la cría, y allí estaba babeando como un adolescente por ella. Creo que cambiar el negocio fue también por su influencia. Aun cuando no le asustaba nuestro trabajo, ella se volvía más sanguinaria con los días. Las victimas que nos traía estaban cada vez más heridas o maltratadas, eso no le gusto a él; quería que siguiera siendo la niña dulce e inocente, que solo sonreía y adoraba comer.
Los grandes robos, por el contrario, no solo aumentaron nuestras ganancias, era un gran ejercicio y a ella le gustaba mucho. Todo estaba relativamente bien para todos, las ganancias aumentaban y hasta teníamos una nueva “cueva”, todo lujo –rió-. Ella era la mejor de todos nosotros. Aun cuando muchos trajeron a sus hijos y pagaban grandes sumas en sus entrenamientos. Ella fue siempre la mejor –toma otro sorbo de su copa y sigue hablando-. La perfecta diosa para el rey, ja, quien lo hubiera pensado.
A solo unos meses del gran robo a la joyería real, nos enteramos que ella tenía sus propios negocios. Ella, tan callada, que no decía ni mu ni mataba una mosca en nuestra presencia –negó-, comercializaba armas con grandes gobiernos, vendía información y hasta secuestraba niños huérfanos para entrenarlos, les daba una gran vida a las niños, y los usaba bien. Ella era asombrosa.
Pero todo eso puso en duda el liderazgo de Thiago; había llegado la hora de controlar a su loba rebelde – la mirada del hombre se ensombrece y se tira el resto de la copa, limpia sus labios y continua en voz baja, como si contara el más grande secreto. Y quizás así era-.
Esa noche nunca se sacara de mi mente. Nos llamaron a todos para una reunión de emergencia; absolutamente todos estábamos allí, no falto ninguno de los líderes de la organización, nadie. Sentados frente a la mesa, Thiago dio los informes de la semana aun faltando un día, se demoró casi toda la noche explicando y dando órdenes. Al finalizar, casi a la madrugada, recién la desenmascaró. Sus tazas de ingresos eran fuertes, le perdonó la vida por eso, la dejo compartir ganancias y hasta adoptar sus métodos. Pero…