¿lo prometes?

Capítulo 5

Alex

Agarro un vaso y me sirvo café. Negro. Doble.

—¿Dura semana?—una doctora me sonríe antes de servirse un poco de café.

—Más de lo que planeaba.—digo riéndome, ofreciéndole un poco de azúcar, pero ella niega con la cabeza.

—Vamos a necesitar mucho más de esto para sobrevivir el día.— la rubia doctora nota mi cara de confusión así que agrega rápidamente.—Oh, creí que lo sabías, necesitamos ayuda extra hoy en la noche. Han habilitado algunos cuartos de descansos extra por si necesitas un momento, pero necesitamos a todos los residentes que se pueda, muchos doctores están fuera por charlas o pasantías.

—Entiendo, no hay problema.—digo, sin poder decir nada más ante mi posición como residente.

—Si puedes hacérselo saber a tu equipo mejor, tal vez las notificaciones no han viajado tan rápido como deberían.

Asiento y me despido de ella cuando el aparato que tiene en la cintura empieza a sonar.

Termino mi café y tiro el vaso desechable a la basura. Encuentro a alguien de mi equipo y le digo lo que la doctora ha dicho, para que me ayude a decirle a todos.

Tomo mi celular luego de cerciorarme que no hay nadie observando. Escribo un mensaje rápido, esperando que esta vez si lo vea.

—¡Alex! Necesito ayuda aquí.—salgo corriendo tras escuchar el grito de mi superior.

 

 

 

Mis ojos se cierran cuando una música suave empieza a sonar en la radio. El taxista tararea la letra. Miro como las casas pasan, las horas extras me han destrozado por completo, pero el pensamiento de llegar a casa y dormir hace que sus ojos traten con todas sus fuerzas de mantenerse abiertos.

Me bajo del auto despidiéndome del señor. Miro mi teléfono, pero lo encuentro completamente negro. No pensaba quedarme tanto tiempo en el hospital, no pensé que la poco batería no sería suficiente.

Camino hacia la puerta, pero me detengo a medio camino. Cuando veo un pequeño cuerpo sentado en la entrada.

Sus expuestas piernas están sosteniendo sus brazos, su cabeza está oculta. Su respiración es tan tranquila, a pesar de la incómoda pose, parece que está durmiendo tan profundamente.

Suspiro. Ni siquiera puedo imaginarme que horas son. Al menos hoy no ha llovido y la noche es más bien calidad.

—Char.—susurro, arrodillándome ante ella, quejándome un poco por el dolor de mi cuerpo.—Char, despierta.

La pequeña levanta la cabeza, desorientada, pero me regala una pequeña sonrisa.

—¿Para qué te mando mensajes si no los lees?—pregunto con un poco de reproche, pensando en la semana pasada, que estaba a nada de una pulmonía.

—Pensé que podría venir a convencerte de salir como la última vez.—dice pasando su mano por su cabello, tratando de quitarse el sueño.

—¿No viste que no había nadie en casa? ¿Hace cuanto estas aquí?—pregunto, la tomo de los brazos, ayudando a levantarla.

No puedo evitar mirarla, lleva un vestido rojo, más corto de los que ha usado jamás, sus pequeños pechos sobresalen más, como si el vestido no fuera de su talla.

No hay respuesta de ella.

—Ven, te llevaré a casa.—digo y ella me mira con el ceño fruncido.

Su mano se levanta y toca mi pecho, toca la bata blanca que tiene algunas manchas rojas.

Tomo su mano, apartándola de mi sucia vestimenta.

—¿Vienes de trabajar?—pregunta y yo asiento, aun con mi mano sobre la suya, me cercioro que no se haya manchado.

—Tuve que hacer horas extra, disculpa que no te lo haya podido decir en el mensaje.—Char niega con la cabeza, como si quisiera disculparse ella por haber venido.

—Me iré a casa por mi cuenta.—dice y suelta mi mano, pero yo tomo su brazo.

—¿Cómo te iras a casa?—pregunto.—Déjame acompañarte.— Char se acerca a mí, mira mis cansados ojos.

Levanta su mano y pone su palma en mi mejilla, su cálido toque me hace acostarme un poco en ella.

—Estás cansado, no te preocupes, pediré un taxi. Ve a dormir.—Char deja caer su mano, separándose de mí.

—Tu teléfono.—mis palabras la hace detenerse, Char se da la vuelta con el ceño fruncido. Me acerco a ella, tomo el celular de su mano y pongo mi número, me dejo una llamada perdida.—Listo, tal vez si te llamo pueda evitar que vengas cuando no haya nadie.

Char sonríe.

—Eso no me detendrá.

 




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