Alex
Las vacaciones de las festividades han terminado, mi pasantía como residente también. La vuelta a la universidad fue más difícil de lo que esperaba. La tranquilidad de las aulas de clase no podía compararse con la ajetreada tarea de seguir a los doctores, tratando de salvar a paciente, evitar que sus vidas desaparecieran por completo.
Abro mi casillero, sacando la maleta de mi computadora antes de irme a mi auto para finalmente irme a casa.
Enciendo el aire acondicionado, busco mi cargador dentro de mi mochila hasta que recuerdo que lo he dejado en la guantera del auto. Me estiro para abrir la compuerta.
Me sobresalto cuando algo cae.
Mi cuerpo se queda quieto, entendido que es lo que ha caído.
Recojo la pequeña caja de terciopelo negro.
Suspiro, recostándome en el asiento. Agarro mi celular solo para ver los mensajes no leídos. Las llamadas no regresadas.
Tres semanas sin saber nada.
No he logrado sorprenderla en la escuela como la última vez que pensaba escapar, no he podido escuchar a nadie dentro de su casa.
Era solo silencio.
Como si hubiera decidido irse.
La misma presión que he sentido desde navidad empieza a crecer nuevamente.
Entro a internet una vez mapas, buscando el nombre de su hermano, de sus padres, de algún nombre de pariente que pueda recordar pero siempre son los mismos resultados.
Entro a sus redes sociales, pero aunque siga a algunas personas no podría cerciorarme quienes si son amigas, quienes si abrían que le ha pasado.
Maldigo dejando caer la caja a mi lado.
Manejo a casa, esperando que la presión disminuya.
Sabiendo bien que no pasará, no hasta que la vea.
Char
El timbre de la última hora suena, los estudiantes empiezan a caminar a sus aulas.
Abro mi casillero y veo mi celular. Muerto desde esa noche.
Desesperada había buscado mi cargador, tratando de contactarme con él para explicarle por qué no llegaría, pero el pequeño cable estaba cortado, el cubo estaba sumergido en el agua.
Miro el celular una vez más, decidiendo sacarlo del casillero.
—Jora.—la pelirroja se da la vuelta y me sonríe.
Me acerco a ella despacio.
—Char, no te había visto hoy, ¿acabas de llegar?—pregunta y asiento, esperando que nadie del grupo me haya visto entrar por la mañana, que nadie lo haya hecho para que no tenga que explicar por qué he estado evitándola lo más que puedo desde el regreso de vacaciones.
—Si, me quedé dormida.—digo sonriéndole tímidamente. La chica delante de mí me regresa la sonrisa, tratando de ocultar la leve preocupación que aparece en sus ojos.— ¿Me podrías prestar tu cargado? Deje el mío en casa y mi celular se ha muerto.—digo señalándolo.
Jora sonríe, asiente, quitándose su maleta de sus hombros, buscando dentro y luego pasándome el cable.
—Gracias, te lo regresaré cuando termine de usarlo.
—Puedes usarlo tanto como quieras Char, tengo otro en casa, no te preocupes.—dice, mi boca se abre para negarme, pero ella toma mi mano, despidiéndose de mí antes de caminar a su aula.
Suspiro, cerrando mis ojos.
Camino hacia un aula vacía, conectando mi celular. Rezando por que todas esas semanas no hayan hecho que la batería haya muerto.
Alex
El ruido de mi celular me despierta de mi sueño.
Me quejo, moviéndome sobre las sabanas. Noto como ni siquiera me quité los zapatos antes de caer en mi cama.
Miro el reloj de mi mesa de noche para medio estar enterado de que hora son.
Frunzo el ceño al ver que son un poco más de las diez de la noche.
El ruido de mi celular se detiene.
Me estiro nuevamente, me siento, moviendo mi pelo de lado a lado para tratar de abrir los ojos.
Agarro mi celular y entrecierro los ojos ante la gran luz.
Enciendo la lámpara de noche antes de volver a ver el celular.
Salto de la cama al ver las cinco llamadas perdidas.
Un mensaje aparece.
"¿Estas en casa?"
Abro la puerta, mi respiración entrecortada tras correr escaleras abajo. Mis ojos se abren con sorpresa, aun con la leve presión en mi pecho, presión que se convirtió en algo que no puedo describir cuando mis ojos se posaron en los suyos.
Estaba allí, luego de casi un mes, su cabello está corto, cuando antes le llegaba casi a sus caderas ahora apenas pasan de sus hombros.
Sus mejillas están sonrojadas, como si ella hubiera corrido también.
Su mano está cerca de su oreja y es cuando noto que mi celular está sonando. Ella esta llamándome de nuevo.
Baja su mano después de cancelar la llamada. Respira fuertemente, abre su boca, con sus ojos decididos.
—Lamento no haber podido venir en navidad.—veo tristeza y arrepentimiento en sus ojos.
Me mira nerviosa, analizando cada parte de mi rostro como yo lo estoy haciendo con el de ella, para cerciorarme de todo lo que pueda estar pensando.
Salgo de mi casa, estiro mis brazos y la jalo hacia mí, envolviéndola en mis brazos.
Un suspiro de alivio cae en su cabello. Char tarda un poco, pero me regresa el abrazo, acurrucados lo más que puede en mi pecho.
—Pensé...—pongo mis manos sobre sus hombros, alejándola un poco de mí para ver su rostro. Char levanta la cabeza, para que pueda verme bien.— No sé que pensé, pero me alegro mucho que estés aquí.— vuelvo a abrazarla, suspirando nuevamente.
Tratando de calmar mi corazón, que dolía cada que veía los mensajes no abiertos, cada que veía su solitaria casa cada día que pasaba después de la universidad, cuando ni siquiera era el camino usual.
El sonido del horno suena. Lo abro y pongo las dos tazas de té sobre la mesa.
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Editado: 06.03.2024