Char
—Tu cumpleaños es la semana que viene ¿no?— mis ojos viajan hacia Alex, cuando el chico al lado de Mosi habló.
Los labios de Alex se curvan con una mueca, me mira nervioso, como si no quería que yo supiera, o recordara, su cumpleaños.
Me acurruco con el ceño fruncido en el sofá del restaurante donde quisieron venir a desayunar.
Mosi voltea a ver al chico molesto, el chico, si entender por qué, se disculpa.
Los chicos se despiden de nosotros luego de pagar la cuenta.
Camino hacia el parqueo sin esperar realmente a Alex que sin ningún esfuerzo me alcanza.
Toma mi codo y me hace girar hacia él.
—¿Estas molesta?—lo miro a los ojos, mi ceño se frunce. Muerdo el interior de mis mejillas.
Sus oscuros ojos recorren mi rostro, buscando alguna señal de algo.
—No querías que supiera sobre tu cumpleaños, no lo entiendo.—me sincero.
Molesta no era la palabra, era más bien, confundida ante la situación.
Alex deja caer la mano que sostiene mi codo, pero no se separa de mí. Su mano pasa por su cabello, mientras una sonrisa despreocupada, que no combina con sus tensos hombros, aparece.
—No acostumbro a celebrar mi cumpleaños.—dice, encogiéndose de hombros, poniendo sus manos sobre sus bolsillos.
Mi mente viaja a unos años antes, cuando los tres soplábamos las velas como si fuera el cumpleaños de otro, tres cumpleaños, al año, después de todo, es mejor de uno.
Esos eran uno de los momentos de los tres que más apreciaba, que no impedía que volvieran a reproducirse en mi mente.
Mi ceño sigue fruncido, con tristeza, y él lo nota, como si entendiera lo que estoy recordando.
—Mis padres...—su voz se apaga un poco, su mano se levanta para sujetar la mía, como si necesitara del toque, aprieto el agarre, dándole la fuerza que necesita.—Ellos fallecieron en mi cumpleaños.—sus ojos viajan a los míos y es sorpresa y angustia lo que él puede ver.
Sabía que sus padres habían muerto, desde hace tres años si no me equivoco, sabía que le había afectado tanto que por eso no había logrado mencionar nada, ni cuando vi que el mantenía el cuarto de ellos intactos, ni cuando no vi ninguna fotografía de ellos tres, cuando antes, en su casa pasada, estaba llena de ellas.
No había podido mencionarlos, porque ellos también habían sido tan buenos con ella, con su hermano. Y se arrepiente de no haber estado con él cuando escucharon la noticia, unos meses después, la noticia que ellos habían fallecido.
—Lo siento.—mi voz sale como un susurro, mi mentón tiembla brevemente.—No lo sabía.
Alex me sonríe con tristeza, mueve su mano libre sobre mi mentón, como si quisiera que no llorara.
—Ya ha pasado tiempo.—dice, tratando de quitarle importancia.
—El tiempo no tiene nada que ver con el dolor de una perdida.—digo, medio molesta, porque él quiere minimizar sus propios sentimientos.
Veo agradecimiento en sus ojos.
—No tenemos que celebrar tu cumpleaños si no quieres.—digo y el sonríe, una sonrisa más alegra, más cariñosa.
Alex me da la vuelta, pasando una mano por mis hombros, un abrazo por atrás, caminado hacia su auto.
—No me importaría pasarla contigo ese día.—mi sonrisa crece, una sonrisa que si llega a mis ojos.
Alex
Miro el cielo sobre mi cabeza, las nubes grises están empezando a ser más notorias. Como siempre en estas fechas.
Camino hacia una pequeña colina, arrepintiéndome a medias de no haber traído algo que me abrigue más que mi chaqueta de jeans.
Las rosas blancas en mi mano parecen más brillantes de lo normal al lado del viejo ramo que esta sobre la tierra.
Dejo el nuevo ramo y agarro el viejo.
Las lápidas de mis padres están relucientes, siendo limpiadas constantemente por los cuidanderos de los cementerios.
Les regalo una sonrisa triste, esperando que puedan escuchar lo mucho que deseo que ellos se encuentren en paz.
Me hinco ante ellos, rezando para que, sea donde estén, puedan sentirse orgullosos de mí.
Aparto unas lágrimas de mis ojos, parándome luego de una charla con ellos.
Me despido, prometiéndoles que los visitaría más seguido. Camino hacia mi auto, evitando la tormenta que se avecina.
Son casi las cinco de la tarde cuando veo el mensaje de Char. Desde que le dije que amaría pasarla con ella en mi cumpleaños ha pasado preparando una sorpresa.
Ha estado tan emocionada queriendo decirme pistas y demás que fue ella la que me escribió que estaría en mi casa pasadas las seis.
La tormenta cae sobre mí, el tráfico se hace más pesado.
Abro la aplicación de mapas para ver el tiempo hasta la casa. La aplicación me tira a unas calles cerca de la casa de Char.
Dudo antes de clickear esa opción
Llamo a Char, pero la llamada me manda inmediatamente al buzón. Frunzo el ceño, sin ser del todo raro que no conteste, pero si raro que no haya sonado nada. Como si tuviera su celular apagado.
Le mando un mensaje de texto, aceptando la ruta de aplicación, dirigiéndome a la casa de ella para evitar que ella llegue por su cuenta.
Los cricos de mi carro parecen quejarse ante la presión del agua, me toma más tiempo de lo que me tomaría normalmente, pero llego a casa de Char.
Me parqueo un poco lejos de la entrada, tomo mi celular para volver a llamarle, antes de asegurarme que mi sombrilla esta atrás.
Unos gritos, más fuertes de la lluvia hacen que mis ojos miren hacia la casa.
Salgo del auto sin importarme la lluvia, sin siquiera mirar la sombrilla, dejando mi celular en el asiento.
Camino rápidamente hacia la casa de Char, donde puedo ver como un grito resuena entre la lluvia y como la puerta de su casa se cierra con tanta fuerza que los vidrios de toda la casa resuenan.
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Editado: 06.03.2024