Eran finales de agosto, temporadas de lluvia. Cada vez que salía del salón de artes con el olor a pintura tomaba una bocanada de aire fresco, después de mucho tiempo el olor a pintura te marea. Aunque con el paso del tiempo me he ido acostumbrando. Siempre caminaba lento, pero ese día en específico, tardé más en llegar a la salida de la escuela. Quería disfrutar de este momento de silencio, donde respirar se sentía agradable, ese momento donde no sabía en qué pensar, a pesar de sentir el mundo encima.
El divorcio de mis padres había alterado toda mi vida. Nuestra vida. Pero sobre todo la tuya.
¿Cómo le explicas al amor de tu vida que ya no lo amas?
¿Cómo decides eso? ¿Acaso es algo que sucede por cuestiones de la vida… o del corazón?
Los secretos son como una gotera, pequeños. No pasa nada si los ignoras, pero las tormentas llegan, no puedes evitarlas, y eso siempre termina en un desastre.
Creo que pensabas que esa gotera no nos ahogaría. No pasa nada, solo tienes que ignorar la realidad que te rodea. Esquivaba la mirada cuando rellenabas tu copa de vino en cuanto esta se terminaba. Ignorar la docena de colillas en el cenicero. Igual, no pasaba nada. ¿A quién le iba a importar? Papá no estaba.
Llevaba semanas prometiendo que vendría esa misma semana a recogerme de la escuela. Lo había prometido tantas veces que creí en sus palabras. Así que los últimos días había esperado un par de horas fuera de la escuela, a veces bajo el sol y otras veces, como lo era ese día, bajo la lluvia. Quizás y mi papá llegaba, pero eso nunca sucedió. Con menos fe que los días anteriores, pero con la misma esperanza del inicio, de que, a lo mejor, este día sí sería diferente, que él vendría.
Mientras esperaba, pude escuchar unas fuertes pisadas de alguien apresurándose a mi dirección, ni siquiera volteé a ver, hasta que estos se escuchaban más fuerte. Quizás solo alcance a girar la mitad de mi cuerpo, cuando lo escucho gritar: ¡Cuidado!
Ya era muy tarde. Su cuerpo ya había chocado contra el mío. Mis cosas habían volado por el aire, y para mi mala suerte, mis libros habían caído en un pequeño charco de agua, que fue lo suficiente para que estos quedaran arruinados.
Observe con una mueca de dolor las palmas de mis manos, tenía un par de heridas. Suponía que habían aparecido luego de querer evitar que mi rostro chocara contra el suelo.
—Maldición —Lo escuché decir. Alcé mi mirada, quise decirle algo, por lo menos insultarlo, pero su mirada me desconcentro—. Te ayudo —dijo él. Se puso de pie y me extendió su mano. Él también tenía un par de heridas que, inclusive, sangraban más que las mías.
Tomé su mano y cuando lo hice: pude percibir de inmediato lo cálido que esta era. Todo eso se terminó cuando me termine de poner de pie. Aleje su mano de la mía.
¿Sería raro confesar que aún siento el tacto de su mano sobre la mía?
—Lo de tus libros…, yo, realmente… lo lamento, yo no quise que eso pasara, yo solo… —Él seguía hablando, pero yo lo dejé de escuchar. Tenía unos ojos muy bonitos, sus pestañas eran largas, sus ojos eran almendrados de un café muy bonito que puede distinguir con una extraña particularidad sin igual.
—Lili, ¿verdad?
Cuando él menciona mi nombre, me saco completamente de mis pensamientos. Me quede completamente plasmada. No puedo evitar mirarlo con desdén.
¿Cómo me conocía este chico? Lo estuve observando lo suficiente como para darme cuenta de que reconocería a un chico como él en Flora, y en cualquier parte. Sabía que esta era la primera vez que él estaba aquí.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Le pregunté con un tono de nerviosismo, y lo único que hizo él…, fue sonreír.
—Yo encontré tu cuaderno de dibujo en uno de los salones, te vi y te quise alcanzar y… bueno…, hice este desastre. —Rasco su nuca, mirándome un poco avergonzado.
—Bueno, gracias —digo y él asintió ligeramente. Lo miro con curiosidad y él evita verme.
—¿Y mi cuaderno? —pregunté. Él se giró. Me llevé las manos a la cara cuando veo mi cuaderno sobre otro charco de agua. Me quise morir.
—Lo siento mucho, yo me resbale y trate de salvar tu cuaderno, pero…
—Oye sabes qué —Lo pare de inmediato y giro a verme con un arrepentimiento total. Este día ya era lo suficientemente malo—. Está bien, no pasa nada, ese cuaderno es del ciclo pasado y esos libros los iba a donar.
Su mirada logró relajarse y le mostré una pequeña sonrisa. Sus hombros también se relajaron y todo parecía sentirse diferente.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunto. Su voz logró darme confianza, así que alce mi cabeza para ver el cielo. La lluvia había parado y no me había dado cuenta, aunque el cielo aún se veía gris.
—Llévame a casa —pedí. Aun sin saber si él podía llevarme, pero había arruinado mis cosas, tendría que ingeniárselas.
—Mi motocicleta está atrás, solo regresaré por mi casco —dijo, y sin más, salió corriendo hacia adentro de los edificios de nuevo.
—Es un tonto, no aprende
Mis palabras salieron en voz alta, y no puedo evitar reír al recordarlo subiendo las escaleras, mientras la lluvia volvía a caer con más ligeresa. Aunque un par de minutos después dejo de caer agua