La figura se detuvo frente a mí y se quitó la máscara, revelando una sonrisa burlona.
—¡Feliz Halloween! —gritó riendo.
Era Daniel, un compañero de trabajo. Le encanta hacer bromas pesadas.
— ¡Casi me provocas un infarto!— le reclamé.
—Fue una buena broma ¿verdad? ¿Apuesto que no lo viste venir?
—No me pareció para nada gracioso. Fue bastante estúpido.
— Oh, vamos. Pensaba que no creías en los monstruos.
— No creo en los malditos monstruos.—dije entre dientes irritada, solo quiero llegar a mi bendita casa por qué no me dejan en paz.
— No me puedo creer que he ganado la apuesta. Di, wiski.
El flash me cegó y me tapé la cara mi brazo, mientras continuaba tirada en el suelo, espera, ¿qué fue lo que dijo?¿Apuesta?
— ¿Que fue lo que ganaste?
— Ah si, apostamos en la oficina que yo no era capaz de hacerte cargar del miedo. Si hubieran visto tu cara.—se burló el muy creativo.
—Todos son unos idiotas.—gruñí.
—Es cierto, pero acabo de ganar un buen dinero. Gracias por eso, todos apostaron que me patearias el trasero.
Me levanté y sacudí mi ropa, no sin antes dedicarle mi mejor cara de perra en reposo.
—Estoy considerando seriamente hacer eso mismo.
—No te enojes, puedo compartir el botín.
—Ok, es suficiente .Nos vemos Daniel.—lo corté inmediatamente.
Era exasperante, quiero llegar a casa y relajarme, no pasar la noche en la cárcel por cometer una locura.
Cada cual continuó su camino, aún podía escuchar la tonta risa de Daniel dicipandose en la distancia.
Vivo a unas pocas cuadras, por lo que continuó a paso firme. Pero , la sensación de que alguien me está siguiendo persiste. Miró por encima del hombro y algo se mueve entre las sombras.
—Daniel, ¿Eres tú?
No hay respuesta...