Un escalofrío me recorrió la espalda, mi corazón comienza a latir con fuerza. Tengo miedo. Mucho miedo. Intento moverme, pero mi cuerpo parece estar completamente paralizado, incapaz de reaccionar. Trato de convencerme de que solo es mi imaginación, ¡estoy en un maldito hospital!, ¿que podría pasarme? me digo tratando de hallar la calma, pero la sensación de ser observada se hizo más intensa.
Definitivamente algo me observa y se acerca lentamente a mi cama. No puedo verlo, pero lo siento. Su presencia haciéndose más fuerte a mi alrededor. Intenté gritar, pero mi voz se quedó atascada, incapaz de escapar de mi boca. La siento mas y mas cerca a cada segundo. Está sobre mí, su preferencia oprime mi pecho impidiéndome respirar, un aliento gélico con olor a muerte respira en mi cara. No veo nada, pero puedo sentir su enfermiza presencia . Está sobre mí.
¿Cuántas veces estaré al borde de la muerte? Es horrible, angustiante. No puedo evitar presagiar mi fin.
Entonces cuando no hallaba salida la puerta de la habitación se abrió . Entró una enfermera. La luz del pasillo iluminó la habitación, y ya no podía sentir la presencia siniestra , se había desvanecido. La enfermera, al ver la expresión de pánico en mi rostro, se acercó rápidamente.
—¿Estás bien, Anna? —preguntó preocupada.
Aun temblando, contesté.
—Sí, estoy bien.
No estoy segura de lo que he visto, pero ya no estoy sola en esta habitación y eso me tranquiliza. La enfermera se quedó conmigo hasta que me calmé, asegurándome que todo estaba bien. Me administró otro sedante y cerré los ojos tratando de dormir. Estoy agotada.
—Anna, Anna.—sentí que me llamaba a lo lejos.
—Yaaaa... déjenme dormir.—protesté adormilada.
—¡ANNAA!
¡Santo cielo! Casi me salgo de mi madita piel.