Abrí los ojos lentamente, sintiendo el olor a desinfectante y escuchando el suave pitido de las máquinas a mi alrededor. La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la luz tenue que entraba por la ventana. Al intentar moverme, un dolor agudo recorrió mi cuerpo, entonces me di cuenta de que estaba en una cama de hospital.
Confundida y asustada, trato de recordar como he llegado aquí. Fragmentos de memoria comenzaron a regresar: el accidente, el impacto, la oscuridad. Con esfuerzo, levanto la cabeza y veo que mis piernas están inmovilizadas con férulas y vendajes.
En ese momento, una enfermera entra en la habitación y se acerca con expresión de preocupación y compasión.
—Hola, Anna. ¿Cómo te sientes? —preguntó la enfermera con voz suave.
Intenté hablar, pero mi garganta estaba seca. La enfermera me ofreció un vaso de agua y, después de beber, finalmente pude preguntar:
—¿Qué me pasó? ¿Por qué no puedo mover mis piernas?
—Tuviste un accidente muy grave . Los médicos hicieron todo lo posible, pero... —la enfermera hizo una pausa, como buscando las palabras adecuadas—. No vas a poder caminar hasta dentro de unos meses, tienes las dos piernas fracturadas.
Después de lo que parecieron horas, agotada, con los ojos irritados del llanto Y aun en shock por la noticia, intenté descansar los sedantes estaban haciendo su trabajo. Cuando volví a abrir los ojos la habitación estaba sumida en penumbras.
Todo había cobrado muy mal aspecto. La habitación ya no era la misma, se persive el cambio en la atmosfera.
Los objetos ... tenían una mala sombra. Es como si tuvieran vida propia y quisieran desprenderse y andar solos.
Los dolores otra vez me aquejan, es lo que me ha despertado. Toco el interruptor para llamar a la enfermera, necesito analgésicos.
De pronto siento la misma sensación extraña. Alguien me está observando. Miro a mi alrededor, y estoy sola. Sin embargo... la sensación persiste.