Lo que callamos para no rompernos

Lo que queda cuando todo cambia

Miro el espejo y no reconozco mi reflejo. He cambiado tanto que ya no sé quién soy. Me siento perdida. Mi mente cambió, mi corazón se volvió inalcanzable. La ansiedad me consume, las ganas de gritar me ahogan. Las dudas me invaden como veneno: ¿debo cambiar?, ¿por qué ya no siento lo mismo? Me siento incompleta. ¿Lo estoy haciendo mal? No. Sobrevivo mientras lidio con mis propios demonios. No busco que me entiendan ni que aprueben esta versión de mí que ya no pide permiso. Porque aunque incomode, es la que se queda.




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