Muchos dicen que la cárcel es donde están todas las personas que cometieron un delito, pero la cárcel no es solo un edificio lleno de personas, a veces no es necesario estar literalmente encerrado en una celda para sentirte ahogado y sin salida. Hola, mi nombre Sam, y hoy te contaré mi historia.
Todo comenzó cuando tenía 13 años, bien sabemos que la sociedad de hoy en día es un poco cruel, no solamente con los jóvenes, si no con cualquier personan que se cruce en su camino, y en este caso se cruzó con mi hermana y conmigo, sí, mi hermana, nacimos siendo gemelas y crecimos siendo inseparables, nuestros padres nos enseñaron a tratarnos bien la una a la otra, las peleas sucedían de vez en cuando y la mayoría de veces su raíz era la falta de comunicación, en ese entonces no era para tanto, nada más éramos unas niñas y la mayor preocupación era no encontrar el juguete que tanto amamos y que mamá cocinara sopa, no pensé que al llegar a mi casi adolescencia todo iba a cambiar y todo por culpa de las palabras, la sociedad, el silencio y el enojo.
Siempre creí que tendría una buena relación con mi hermana y que al crecer seguiríamos queriéndonos como de pequeñas, estaba muy equivocada, ella comenzó a tener más amigas, a salir más y a cambiar su forma de ser y vestir, y bueno eso no está mal, pero a veces no la veía feliz, en serio lo estaba disfrutando o solo fingía para que no opinaran. Los años fueron pasando, la presión social y de sí misma se comenzaba notar, ya no sonreía como antes, siempre estaba de mal humor, ya no salía, sus únicos lugares eran de la casa a la escuela y de la escuela a la casa, su vida se estaba volviendo tan monótona, intente acercarme a ella varias veces, pero lo único que recibía eran gritos y culpas.
Así fue la mayoría de nuestra adolescencia, es triste porque no aprovechamos esos momentos de vida por estar en nuestro cuarto culpándonos por los problemas. Al cumplir 20 años, ya teníamos un apartamento, trabajo y una carrera a punto de terminar, se supone que debería de estar feliz, pero no, seguía con esa sonrisa fingida y la mente hecha nudos, todo esto me estaba afectando demasiado, me preguntaba ¿Dónde estaba ella? ¿En qué parte había quedado esa chica que disfrutaba la vida y su sonrisa era sincera? ¿Dónde estaba yo?, la amaba tanto que jamás pensé que me haría tanto daño hasta el punto de llegar a casa estresada y desquitarse conmigo, pero no, ya no más, estoy decidida a dar un alto y sería esa misma tarde.
La tarde estaba fría, el cielo era completamente gris, me senté esperando a que mi hermana regresara de estudiar, estaba muy nerviosa, no sabía si sería capaz, la puerta se abre y entra ella, parece que hoy no fue un gran día, me pongo de pie para darle la bienvenida.
—Hola, ¿Cómo te fue? —intente sonreír y ocultar mis nervios.
—¿Es en serio? ¡Acaso no te das cuenta! —tira la mochila con rabia y se sienta en el sillón.
—Pero yo no tengo la culpa de eso, ¿podrías no tratarme así?
—Que dices, todo esto es tu culpa, eres una persona despreciable, lo único que haces es arruinarlo todo —se pode de pie y con fuerza me toma del cabello, sus ojos están llenos de odio.
—¿Qué fue lo que hice? —pregunta con inocencia.
—Nada, porque nunca haces nada, ignorante.
Me soltó del cabello y se fue a su cuarto cerrando la puerta de golpe, mientras yo me quede llorando desconsoladamente. Esa no era la primera vez que lo hizo, llevaba haciendo por 5 años, no pasaba ni un solo día en el que no me pegara ni insultara.
Me sentía tan sola como si no le importara a nadie, ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?, me preguntaba cada noche, esto parecía una cárcel... aunque podía salir por la puerta fácilmente y ser libre ¿Por qué no lo hacía?, la respuesta es porque no era capaz, estaba tan débil, cansada de ese martirio, ¿acaso había una salida?, si, si la hay.
Después de llorar me levanté y me dirigí a mi cuarto, me recosté en la cama y cerré los ojos, al despertar me di cuenta de que estaba en una habitación fría y había una reja que dividía la habitación, me levanté asustada y corrí hacia la reja intentando abrirla, hasta que escucho una voz.
—No funciona, no se abre —miré hacia el rincón oscuro que era dónde provenía aquella voz.
—¿quién está ahí? —pregunté, me sorprendí cuando vi a mi hermana del otro lado de la reja, tenía el uniforme del colegio al que solía ir—. ¿Qué haces aquí?
—Estoy aquí desde hace 5 años —su voz se oía frágil.
Al escuchar me derrumbé en el piso y comencé a llorar, repetía "lo siento mucho", al calmarme un poco dirijo mi mirada hacia ella.
—¿cómo puedo ayudarte a salir de aquí?
—Tú has tenido la llave todo este tiempo, pero jamás tuviste el valor de abrir la cerradura.
Miré mi mano y tenía razón, la llave estaba ahí en mi mano, la puse en la cerradura, abrí la celda y me abracé a mí misma, abracé al dolor que me reprimió por 5 años y por primera vez sonreí con sinceridad
Se dieron cuenta ¿verdad? Puede ser confuso, pero jamás tuve una hermana, solo era mi mente, era mi interior el que cada día me destrozaba, me repetía siempre lo que otros decían "eres despreciable, no sirves para nada..." y eso hacía que me odiara, estaba tan lástima por aquellas personas, que me tomo 5 años para poder sanar, perdonarme y así perdonar a los demás, tome 5 años para abrir esa celda imaginará y ser libre, de pequeña esa celda no existía, pero poco a poco se fue creando por culpa de las personas
Sanar no es fácil, requiere tiempo, tenemos que perdonarnos a nosotros para poder perdonar a los demás, no por qué lo hayan pedido, sino porque esa es la lleve para ser libres, para sanar. Tomate tu tiempo de sanar, siéntete feliz por lo que has logrado y cuando logres encontrar esa llave, yo estaré aquí para recordarte lo valiente que fuiste.
-Sofía Mojica