¿Fría?
Briana devoró el último trozo con una expresión exagerada de triunfo.
— Sabes… si esto fuera una competencia, siempre ganarías en velocidad, pero yo soy la reina de la estrategia.
— ¿Estrategia? —arqueé una ceja.
—Claro. Te distraigo con preguntas incómodas, y mientras estás pensando la respuesta… ¡zas!, el último pedazo es mío. —Chasqueó los dedos como si acabara de hacer un truco de magia.
No pude evitar rodar los ojos, aunque un gesto divertido se me escapó.
— Eres insoportable.
— Y aun así me aguantas. Eso es lo sorprendente —replicó con una sonrisa amplia.
El ambiente, que había estado cargado hacía unos minutos, se aflojó poco a poco. Afuera, las luces del centro comercial parpadeaban, la gente entraba y salía con bolsas, y dentro de la pizzería reinaba ese bullicio agradable que siempre me resultaba ajeno pero que, al lado de Briana, no me incomodaba tanto.
— ¿Sabes qué deberíamos hacer algún día? —dijo de pronto, bebiendo un sorbo de su gaseosa.
— Me da miedo preguntar —dije bromeando.
— Una competencia de comida. —Le brillaron los ojos como a una niña con un plan travieso—. Tú contra mí. Dos pizzas enteras, mismo sabor, misma hora de inicio. A ver quién termina primero.
La miré incrédula. —¿Estás loca?
— Probablemente. Pero dime que no sería divertido.
— Sería vomitivo —corregí.
Briana se echó a reír tan fuerte que varias personas en la mesa de al lado giraron a mirarnos. Ella, como siempre, ni se inmutó.
— Lo dices porque sabes que perderías.
— Lo digo porque mi estómago tiene dignidad.
— ¡Pfff! Dignidad es lo que se pierde cuando no te dejas tentar por una pizza extra.
Negué con la cabeza, pero el aire ya estaba mucho más ligero. Briana tenía ese don, el de estirar mis hilos tensos hasta volverlos un nudo manejable.
— Bueno, está bien, plan descartado. —Se encogió de hombros teatralmente—. Pero al menos concédeme algo: la próxima vez pedimos dos pizzas, una para cada una, y así no hay batallas épicas.
— ¿Y si no quiero dos pizzas?
— Entonces pedimos una extra grande y la partimos con regla. —Puso una mano en el aire como si estuviera haciendo un juramento solemne—. Que quede perfectamente equitativo.
Esta vez sí reí, una risa breve, pero auténtica.
— Y después del reparto milimétrico, ¿qué sigue?
— El postre, obvio. —Se inclinó hacia mí, conspiradora—. He visto que ahora venden cheesecake aquí. Y tú no me vas a negar un cheesecake, Amelia.
— Ya sabía que esto iba de comida.
—Contigo siempre va de comida —dijo, dándome un pequeño empujón con el hombro—. Porque sé que, aunque finjas que no, disfrutas estas pequeñas cosas más que nadie.
Me quedé en silencio un instante, observándola. Tenía razón, aunque no lo admitiría en voz alta. Había algo en la manera en que Briana sabía leerme que me incomodaba y, al mismo tiempo, me sostenía.
— Quizá —dije finalmente, esquiva.
— ¿Quizá? —repitió con una sonrisa ladeada—. Eso significa que sí.
Suspiré, y antes de poder contestar, ella añadió:
— Además, así nos hicimos amigas. ¿recuerdas?
— Cómo olvidarlo - no pude evitar sonreír — no podías quitarle la vista a mi torta de chocolate, como te vi sin comida, me senté a tu lado para invitarte mi torta, casi casi te entra una mosca por la cara de sorpresa que pusiste cuando te invité un poco — una carcajada se me escapó sin poder evitarlo
— Oye! había olvidado mi almuerzo!, moría de hambre y en esa cafetería venden las mejores tortas del mundo, fuiste mi salvadora — dijo con ese dramatismo de obra de teatro que la caracteriza.
— Mi intención era invitarte un poco, pero la señorita se comió toda mi torta — no podía dejar de reirme al recordar como nos conocimos — Pero bueno, bien dicen que la comida une personas.
— ¿Sabes? Me gusta verte así, riéndote de tonterías conmigo. Te ves… menos fría.
—¿Fría? —fruncí el ceño.
— Sí. —Briana se encogió de hombros—. No en un mal sentido, pero… eres como un témpano andante. Y yo me siento orgullosa cuando logro que te derritas un poco.
Me llevé la soda a los labios, fingiendo indiferencia, pero en realidad estaba a punto de sonreír otra vez.
— No abuses de tu logro —respondí finalmente.
— Demasiado tarde. —Alzó su vaso como brindis—. Por más pizzas, más postres… y más momentos donde te olvidas de poner cara de estatua.
No pude evitar chocar mi vaso con el suyo. El sonido de los plásticos golpeando fue insignificante, pero en ese instante sentí que era suficiente para sostener el momento.
--------Hola! como prometí, hay más capítulos----------
Vamos conociendo de a poco los motivos del por qué Amelia construye sus muros...
¿Que más cosas habrá tenido que pasar Amelia?
------ Disfruten! si pueden ayudarme dandole "me gusta" y añadiendo a su biblioteca se los agradecería demasiado. Cuidense mucho y abriguense <3 -----------