Susurros y Planes
Amelia
—¿Quién era ese? —susurró Briana, inclinándose hacia mí con una sonrisa que ya prometía problemas.
—¿Quién? —intenté disimular, mirando cualquier cosa menos a ella.
—No te hagas la distraída, Amelia. El tipo que acaba de saludarte. Ese. —Me señaló sutilmente con la barbilla.
Suspiré, resignada. —Es… Adriel.
Briana parpadeó un segundo, y luego abrió los ojos de par en par. —¿Adriel? ¿El Adriel del que me hablaste? ¿El del café? ¿El de “no sé por qué sigo pensando en él pero no es nada”?
—Baja la voz —murmuré, sintiendo que el calor me subía al cuello.
—¡Ay, por favor! —susurró emocionada—. ¡Es él! ¡El chico misterioso con sonrisa peligrosa y trauma por las cafeterías!
Paulo nos miró, sin entender nada. —¿De qué hablan?
—Del nuevo personaje principal en la novela de Amelia —contestó Briana, sin perder el ritmo.
—¿Otra novela? —preguntó él.
—No, esta es de la vida real —aclaró con una sonrisa cómplice.
Yo bufé. —Exageras. Solo fue un encuentro casual.
—Claro, casual —dijo Briana, rodando los ojos—. ¿Y qué hace el “casual” mirándote como si acabara de encontrarse con el final feliz de su película favorita?
—Briana… —advertí, aunque ya estaba conteniendo una sonrisa.
Pero ella ya le estaba contando todo a Paulo en un resumen digno de telenovela.
—¿Te acuerdas del chico del que te hablé? —le susurró Briana a su novio—. Ese que Amelia decía que era “solo un tipo carismático y persistente”.
—Ah, ese —respondió Paulo, conteniendo una sonrisa.
—Pues míralo —dijo Briana, moviendo la cabeza sutilmente hacia Adriel—. Resulta que el destino lo trajo al centro comercial, con sonrisa incluida.
—¿Y él es el famoso Adriel? —preguntó Paulo, divertido—. Tiene toda la pinta de galán de serie.
—¿Ves? —dijo Briana, volviéndose hacia mí con tono de detective—. Sabía que existía de verdad. Pensé que lo habías inventado para justificar tus silencios por chat.
Yo me crucé de brazos. — ¿Pueden dejar de narrar mi vida en vivo, por favor?
—Imposible —replicó Briana, divertida—. Además, tengo una idea brillante.
—Eso me da miedo —dije.
—Vamos a los juegos mecánicos esta noche y después al cine. Y lo invitamos.
—¿A quién? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—A Adriel, pues. Que venga con nosotros. Así lo conocemos mejor y de paso tú practicas eso de “socializar sin huir”.
—No voy a huir —murmuré.
—Ajá. —Briana sonrió—. Entonces no hay problema. Le decimos que venga.
Paulo levantó la mano, apoyando la moción. —Yo voto a favor.
—Ves, ya es mayoría —dijo ella con una sonrisa triunfal—. Te guste o no, tu “casual” acaba de ser invitado a nuestra salida.
Yo solté una risa entre frustrada y rendida. —Eres imposible Bri.
—Lo sé —respondió Briana—, pero si algún día te casas con él, quiero ser la madrina del gato.