Lo que Diciembre se llevó.

Capítulo 6: —¿Te gusto?

Con el elenco seleccionado, los ajustes en el guion y la programación de los ensayos, Mary Jane pasaba ocupando sus días. En parte lo consideraba como una buena distracción para dejar de pensar en William y ese sentimiento de rechazo que consideraba tonto pues ni siquiera había revelado sus sentimientos.  

Y cuanto más pensaba en esas palabras entre líneas, más se convencía de que todo ese “romance” solo había sido una ilusión infundada hecha por su propia invención.  

No era fácil verlo en los ensayos. Sin importar que estuvieran rodeados de todos los chicos, cuando llegaba el momento de repasar los diálogos con Ruth, ella enfocaba su atención sobre él como un reflector. No existía otro para ella. Le fascinaba la manera en que hablaba y se movía. La forma en que su cabello brillaba y lo peinaba con sus dedos. Los sentimientos que su voz transmitía y su aplomo al decir las líneas. 

Esa tarde, Ruth llevó los adelantos de una parte del vestuario. Ya que la señora Bowman disponía de poco tiempo para cocer, Ruth se encargaba de revisarlos para ir haciendo los ajustes.  


—Este es el tuyo — le dijo a William.  

Eran prácticamente sábanas con un agujero en el centro y dos a los lados para pasar los brazos. Unas telas de apariencia más gruesa eran los complementos.  

—Pero quítate ese suéter — agregó riendo al ver lo que su primo hacia.  

Mary Jane estaba a unos pasos de él ayudando a otra chica a probarse su atuendo pero, al escuchar aquello, sus ojos viajaron hasta él. No sabía que esperaba ver pero tampoco dejaría pasar la oportunidad.  

La prenda le quedaba un tanto grande, aunque en teoría así debía ser. Ruth le puso las telas extras y retrocedió para ver su creación.  

—¿Qué te parece MJ? 
 
Nerviosa sin saber por qué, le observó un minuto. Podía imaginárselo en el escenario con esas ropas frente a todos en el auditorio de la escuela actuando junto a su prima.  

Por un momento, la envidia le hizo torcer el gesto. Sentía que no se veía bien con Ruth, que no eran compatibles como “pareja”. 

“Pero son primos” se repetía temiendo que estuviera albergando celos por su mejor amiga. Algo que era extraño, era acusarlos de incesto mental.  

Mary Jane sacudió aquellos pensamientos retorcidos agitando su cabello.  


—¿Y? — insistió Ruth que aún esperaba su respuesta.  
—¿Qué tal me veo? — preguntó el chico.  
—M. No está mal — dijo encogiéndose de hombros.  


“¡¿No está mal?! ¡¿En serio Mary Jane?!”. Hasta su conciencia la nombraba con su nombre completo en señal de acusación.  

Lo cierto era que para ella estaba más que bien. Se veía guapísimo. Podía imaginarse viviendo en aquel paraje desértico del antiguo Israel y ser la prometida de un humilde pero apuesto carpintero. 

Mary Jane seguía soñando despierta cuando chocó con Jackson, quien cargaba una enorme bolsa de tela.  


—Ay. Jack. Perdón. No te he visto — dijo recogiendo unas tiras de tela para meterla en la bolsa.  
—No importa. La señora Bowman me pidió que viniera a dejarles esto. 
—Ruth está allá — respondió mirando a su amiga.  
—Eh… Mejor las dejo aquí — dijo un tanto nervioso.  


Mary Jane sonrió. Siempre le había parecido un chico agradable y quizás su timidez lo volvía un tanto más enternecedor para ella.  


—¡Ruth! ¡Tú mamá te ha mandado el resto del vestuario de prueba!  

La aludida llegó corriendo para sacar todo pero, al percatarse de la presencia de Jackson se detuvo en seco a unos pasos y caminó simulando tranquilidad.  


—Hola Jack.  
—Hola — dijo el chico sin mirarla.  

Había metido las manos en los bolsillos y luego estaba jugando con el broche del zipper de su chaqueta. Así que Mary Jane decidió retirarse y darles su espacio.  


—Gracias por traerlas.  

Él asintió. Se quedaron unos segundos ahí plantados. Sin mirarse ni hablar. Solo compartiendo el aire que respiraban y ese mismo y curioso gesto de mirar a todos lados, en especial al suelo, menos al frente.  


—Ah. Traje esto — dijo sacando algo de su mochila.  

Era una cajita de galletas de animales. Automáticamente los ojos de Ruth se iluminaron al verlas.  


—Son mis favoritas. Gracias — dijo con una enorme sonrisa.  
—Lo sé — respondió poniéndose sus guantes de nuevo.  


Ruth se apresuró a abrir el paquete. Solía comerlas desde que estaba en el jardín de niños y una única tienda las seguía vendiendo en la ciudad. 

Jackson aprovechó la distracción para retroceder. Por mucho que le gustara Ruth, siempre se encontraba en el mismo problema. Las palabras escaseaban, las manos sudaban, el estómago dolía y si seguía ahí respirando su perfume que solo le recordaba a la repostería de la señora Bowman, terminaría desmayado a su lado. Y qué podía ser más vergonzoso que eso. Lo ignoraba pero, tampoco quería averiguarlo.  

“Otro día será” se prometió como todas las veces que la veía. Hizo el intento de decir: Adiós Ruth. Nos veremos otro día. Tal vez en el parque, el domingo o podríamos pasar por una soda, un helado o ir al cine. Sí, quizás otro día. 

Incluso en sus pensamientos, en sus imaginaciones, Ruth nunca escuchaba su propuesta ni respondía favorablemente. Así que decidido a posponer sus planes, giró sobre sus talones y comenzó a andar. El pequeño “Hasta luego” se quedó atrapado en su garganta. 

 
—¿Ya te vas? — preguntó ella siguiéndolo.  
—Sí. Debo ayudar a mi tía en la tienda.  


Sus puños se cerraron apretados y acomodó bien su mochila al hombro. Le enfadaba tener el valor para dar excusas y no para hablar más con ella.  


—Oh. Dile a tu tía gracias por las galletas.  
—Claro — dijo intentando no caer preso de sus mirada de un verde que le había enamorado desde que tenían seis años —. Adiós — añadió encaminándose a la salida.  


Lo que no esperaba era que ella le siguiera hasta la puerta. 

—¿Vas a tu casa?  
—Voy a llamar a mi mamá. No… No se escucha muy bien adentro.  

Él asintió como respuesta y ella también. De nuevo, miraban al suelo haciendo líneas con sus zapatos hasta que Ruth habló: 

—¿Crees que nieve? — preguntó mirando el cielo encapotado de nubes a través de la puerta de cristal.  


Jackson alzó la vista hacia ella y luego al cielo. No era climatólogo, ni podía predecir el futuro, tampoco había visto las noticias como para dar el informe del resto de la semana. Sin embargo, a pesar de su falta de conocimiento, le gustó ese pequeño gesto por parte de Ruth al compartir su anhelo. 
 
“Si por mí fuera, haría nevar cada día para ti” pensó. Y de inmediato sonrió. Trató de esconder su rostro simulando que ajustaba su gorro. Había sido un pensamiento demasiado cursi y eso solo ahuyentaba a las chicas, o eso decían.  


—Espero que sí.  
—Sería genial. Ir al parque para hacer muñecos de nieve. Y así no vendríamos el siguiente mes a la escuela.  


Jackson sonrió. Esas cosas, esas pequeñas cosas como escuchar su voz lo hacía sonreír. Solo deseaba tener algo interesante que decir a cambio.  


—¿Por qué no actúas en la obra? — soltó ella de pronto.  
—Eh…  
—Sería bueno. Aún nos falta uno. Jimmy no podrá seguir. Lo operarán de las amígdalas. Así que… ¿Qué dices?  


Era la primera vez que ella no parecía tener esa pequeña actitud hostil hacia él. Algo que Jackson creía que se debía a un espíritu competitivo cuando de la feria de ciencias se trataba. Sin embargo, siempre había sentido que su manera de tratarlo era diferente a como lo hacía con los demás. Pero hoy no.  

“Quizás la caja de galletas fue una buena idea después de todo” meditó. O quizás era el clima lo que la volvió más cálida.  

Ruth seguía esperando una respuesta y él debía pensar en algo y rápido. Así que sin más dijo:  


—Sí. Claro.  
—¿De veras?  

Nunca la había visto sonreírle así. Claro, a excepción de cuando le daba una caja de sus galletas favoritas haciendo que pareciera que era su tía quien las enviaba y no él mismo.  


—Sí.  
—Ok. Le diré a MJ. Te espero mañana. Quiero decir…, te esperamos mañana.  
—Esta bien. Le diré a mi tía para poder salir antes.  

Y sin más palabras pronunciadas salvó las dichas con la mirada, Jackson se marchó.  




—¿Me ayudas?  

Mary Jane alzó la vista de su pupitre que actuaba como escritorio y mesa de dirección. Desde que los ensayos comenzaron solía refugiarse ahí entre sus apuntes mientras William anduviera cerca. 

Este estaba parado frente a ella con la túnica puesta sin dejar de mantener los brazos abiertos.  


—Me atasqué — explicó —. Ruth se fue y me dejó con esto lleno de alfileres.  
—Ah sí — dijo mirando por todos lados en busca de su amiga.  


Había sido duro mantener las distancias con él. Le gustaba y mucho, eso lo tenía claro. Pero también, el que él tuviera una novia francesa de la que nunca había hablado.  

Sacó un segundo alfiler de la tela y lo clavó en la bola de esponja que parecía un tomate.  


—¿Qué harás mañana? — preguntó William mientras seguía en pose de espantapájaros.  
—Debo… Ayudar a mi mamá con algo y en la tarde cuidar a mis hermanos.  
—Oh. ¿Y el martes?  
—Hay que venir al ensayo.  
—¿Y después del ensayo?  
—Ir a casa.  
—¿Y el miércoles?  
—Saldré con mi mamá a unas compras.  
—¿Qué hay del jueves?  
—Trabajaré en la escenografía. Aún no he podido comenzar.  
—Jm. ¿Y el viernes?  
—Me toca lavar el auto.  


Mary Jane seguía retirando los alfileres con cuidado y al mismo tiempo tratando de no hiperventilar. Por mucha ilusión que le hicieran las posibles salidas con William no deseaba hacerse más ilusiones.  


—¿Jane?  
—¿Sí? — respondió ahora pasando a los alfileres cerca del cuello.  
—¿Estás enfadada conmigo?  

Al instante el chico gritó.  

—Ay. Will. Lo siento. Perdón. No me fijé y… 
—No importa. Veo que eso responde a mí pregunta — dijo tocando su cuello donde por poco y le abrían la yugular.  
—No. Como crees. Esto solo…  
—Ha sido un accidente — coreó él —. Como el de las escaleras. ¿Por qué me pasan estas cosas contigo? — inquirió mirándola fijamente.  

La pequeña arruguita entre las cejas de Mary Jane se hizo notar.  

—No fue a propósito.  
—Claro. Si estás molesta conmigo dilo y terminemos esto.  
—¿Terminar?  
—Sí. Desde comenzamos con estos dichosos ensayos no me hablas y no quieres salir conmigo. Si tanto te desagrado deberías haberlo dicho antes y ahorrarme toda esta estupidez.  


Y de un tirón se sacó la vestimenta y recogió su mochila para encaminarse a paso firme hacia la salida. 


—¡Will! ¡Will! ¡Espera!  

William terminó chocando con su prima en el pasillo y le ignoró a lo que fuera que le hubiera dicho mientras que Mary Jane lo perseguía.  

—¿Qué pasó? — preguntó su amiga.  
—Creo que nos quedamos sin José — dijo antes de echar a correr.  


Mary Jane lo perseguía pidiéndole detenerse, pero las piernas largas del chico eran una desventaja para ella que a pesar del frío comenzaba a sentir calor. Sin embargo, al llegar al límite de una pequeña pendiente que dirigía al parque le alcanzó hasta chocar con él.  


—Will. Espera. Para. Por favor — decía sin aliento aferrándolo por el brazo.  
—Dime algo Mary Jane. — La forma en que dijo su nombre completo, tan seco y distante le dejó claro su humor.  
—¿Qué?  
—¿Te gusto?  
—¡¿Cómo?! 
—Dije: ¿Te gusto?  


Si sus piernas temblaban por la carrera ahora se habían vuelto gelatina y las rodillas fallarían en cualquier momento.  


—Pues…, este…, yo…  
—¿Sí o no? — insistió serio. 
—Y a ti qué te importa de todas formas — respondió dándole un empujón. No le agradaba la forma hostil en que la miraba y le hablaba.  
—Tomaré eso como un sí.  
—Pero si yo no… 
—Nos seas tan infantil Mary Jane.  
—Deja de decirme así William.  


El chico retrocedió un paso y arrugó su frente.  


—Bien. Pues no se diga más. Aquí termina todo.  
—Bien.  
—Y no creas que volveré a tu estúpida obra.  
—No me importa.  
—Bien.  
—Genial.  


Siguieron retándose con la mirada hasta que por fin, ambos dieron la vuelta y se marcharon.  


***  


—¿Cómo qué se fue?  
—Eso. Renunció. Hay que buscar a otro.  
—Pero. Pero. No entiendo.  
—Da igual Ruth. Tampoco era tan bueno. No sé caerán los planes solo por eso.  
—Claro que sí. Veré que logro sacarle esta noche.  
—¡No! Es decir. No. No le digas nada. Por favor. 
 
Ruth miró Mary Jane un tanto sorprendida por su reacción.  

—Ok. Pero, no te negaré que estás sospechosa. 
—¿Cómo? ¿Qué? ¿Yo? No. Para nada — decía recogiendo las cosas de su escritorio.  
—Ajá. Desde el día del pastel ustedes dos están raros.  
—¿Cómo que raros? — dijo mirando para otro lado.  
—Oí que hay una vacante libre para el coprotagonista — habló Max pasando su brazo sobre los hombros de Mary Jane. 
—Imposible. Yo sigo siendo María y tú te quedas como estás — sentenció su hermana.  
—¿Qué dices MJ? ¿Serás tu mi dulce esposa? — dijo para luego comenzar a reír.  
—Ya cállense ustedes dos. No los soporto — soltó quitándose de encima a Max.  
—¡Oye! ¿Qué te pasa? — inquirió Max.  
—Nada. 


Tomó su mochila y salió sin despedirse. Necesitaba salir de ahí y tomar una buena bocarada de aire frío.  

El cielo seguía encapotado. Al poco tiempo la oscuridad la alcanzó y las gotas de lluvia mojaban su abrigo. Buscó a su alrededor un punto de referencia pues al parecer había caminado mucho.  

Dobló en la siguiente esquina sin importar que sus zapatos y ropas pesaran una tonelada y avanzó hasta llegar al parque indicándole que faltaba muy poco para llegar a casa.  

Así que se quedó ahí, debajo de la tormenta sopesando si sentarse en el columpio o no dada la compañía que tendría.  


—¿Puedo sentarme? — preguntó frente a él.  

Pero ni siquiera le miró.  
 




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