Lo que Diciembre se llevó.

Capítulo 10: Lo que Diciembre se llevó.

Oficialmente llegó Navidad. Y como cada año, los Johnson realizaban una fiesta en su casa.  

Y mientas los adultos se divertían en la sala, los chicos la pasaban en el sótano ambientado para reuniones sociales, comiendo frituras o jugando.  

Pero al pasar la media noche, la mayoría de los invitados se marcharon pero otros siguieron con la celebración.  

Cuando la soda de uva se acabó, los trillizos sugirieron ver televisión. A estas alturas de la madrugada, solo quedaban Ruth, Jackson, pues sus tíos estaban invitados y seguía bailando twist arriba, los trillizos, Lucille, Mary Jane y William.  

Pero luego de veinte minutos de una película romántica navideña, que eran las que el único canal local que seguía activo transmitía, Marc, Mike y Myers dijeron que estaban aburridos.  

Comenzaron a contarle a Lucille sobre el tren a control remoto que tenían, los barcos a escala y los aeroplanos que construían. Y curiosamente a esa chica le interesaba todo eso así que se la llevaron a su habitación quedando dos parejas en el pequeño salón.  

Ruth y Jackson permanecían en silencio, abrazados en un sofá mientras que Mary Jane y William seguían en el otro sentados juntos mirando la pantalla en la habitación que era iluminada únicamente por la televisión.  

Era como estar relativamente solos. Las chispas de electricidad y las cargas de magnetismo entre ellos solo la ponían más nerviosa.  

Trataba de no mirar en dirección a su amiga pues sabía que sentiría vergüenza si los veía besándose. Así que siguió ahí, intentando seguir el hilo de la película con los brazos cruzados sobre su pecho.  

De pronto un brazo rodeó su hombro y la estrechó contra él.  


—Es mejor así, ¿No lo crees? — preguntó William en un susurro.  


Ella asintió y se acomodó en su pecho.  

Qué sensación. Estar acurrucada en el sofá junto a ese chico que tanto te gusta y estar rodeada de sus brazos era algo indescriptible.  

Le encantó poder estar tan cerca como para escuchar su corazón latir. Uno, dos. Uno, dos. Uno, dos. Repetía sin perder el ritmo y constancia.  

Contar sus pulsaciones le provocó sueño, era relajante aquella melodía. Sin temor ni vergüenza, colocó una mano sobre el pecho de William, también quería sentir sus latidos y cuando sus pulmones se llenaban de aire.  

Tanta tranquilidad le hacía dormirse poco a poco. Le pareció sentir que él besaba sus dedos pero sus párpados se cerraron antes de comprobarlo.  


***  


Lucille anunció que se quedaría hasta finales de Diciembre, así que ahora ya había una más en el grupo. Algo que los trillizos celebraron.  

Aún faltaba año nuevo y ya que todos seguían de vacaciones, el señor Johnson les pidió que terminaran de colocar las luces en el exterior de la casa y que luego ayudaran a un par de vecinos a colocar las suyas si aún no lo habían hecho.  


—¡Jane! ¡Aquí no están!  
—¡Dijo que era en la caja del fondo!  
—¡No! 
—¡Ya voy! — dijo bajando las escaleras con cuidado —. Deben estar junto a esos viejos palos de golf que tiene.  
—¿Son estas?  
—Creo que sí.  

Pero sus movimientos fueron pasados al instante cuando William le tomó por los hombros y le besó.  


—Will. Mis hermanos podrían vernos — alegó con una sonrisa.  
—Pero a mí me gusta besarte — refutó volviendo a besarla.  


Aún no se acostumbraba a sus besos sorpresa pero le gustaban. Muchísimo.  

“¿Esto es estar enamorado? ¿Besos robados y sonrisas cómplices. Secretos y risas. Tardes bajo la manta en un viejo sofá tomando chocolate con malvaviscos y galletas de avena. O viendo caricaturas junto a tus hermanos y amigos? Porque si es esto, quiero que siempre sea Diciembre”.  


—Niños, ya que no están haciendo nada.  
—Papá.  
—Ah sí. Es cierto. Ustedes son jóvenes — dijo sonriendo el señor Johnson—. Bueno, necesito su ayuda. Me traje esta caja de luces de la oficina y quiero ponerlas en la cocina, para darle una sorpresa a tu madre pero, están hechas un nudo literalmente.  
—Claro señor Johnson — respondió el chico tomando la caja.  


La película seguía reproduciéndose mientras ellos trataban de encontrar el camino por aquel laberinto de cables verdes.  


—Jane — habló bajito.  
—¿Qué? 

Le sujetó la barbilla y depositó un beso corto en sus labios. Ella sonrió y negó con la cabeza  

—Mi papá podría vernos — dijo en el mismo tono bajo acercándose a él.  

Se aseguró que su padre no estuviera a la vista y le entregó un beso igual. 

***  

El día de las despedidas llegó más pronto de lo que esperaban y mucho antes de lo que deseaban.  

William, su madre y su hermana marcharían para Francia mañana muy temprano así que acordaron pasar su último día juntos.  

Era 27 de Diciembre y la escarcha anunciaba que posiblemente nevaria pronto.  

Entendía que él debía viajar antes pues el contrato de empleo y vivienda de su madre entraba en vigencia el uno de Enero, además de tener que iniciar pronto el año escolar para ambos.  

—Ábrelo hasta el 31 de Diciembre. A media noche — pidió ella entregándole una cajita—. Yo también abriré el mío a esa hora — prometió.  

Él asintió y tocaba el listón verde de su regalo.  

—Jane. Tengo…, que decirte algo. Yo… Yo no…  

Lo sabía. Claro que sí. Había que ser realistas. Una relación a distancia como la suya no sobreviviría. No cuando habrían tantos kilómetros entre ellos, ciudades y países completos y un inmenso océano. Pero si podían conservar algunas cosas; el recuerdo de un amor sincero y su amistad.  

—Lo sé — dijo interrumpiéndolo —. ¿Me llamarás, aunque sea de vez en cuando? ¿Me enviarás una postal de la torre Eiffel?  
—Sí. Lo prometo.  


Se miraban diciéndolo todo en silencio hasta que William le abrazó. Ella le correspondió de inmediato deseando no soltarle nunca.  

—Jane.  
—¿Sí?  
—Gracias.  
—¿Por?  
—Por darme el mejor Diciembre de mi vida. Por darme esperanza y, por ser tú.  


El nudo en su garganta le impedía hablar así que sólo le abrazó con más fuerza aspirando el olor de su perfume para no olvidarlo jamás.  

Cuando dan las doce de la media noche, las personas suelen preguntar o pensar:  
—¿Qué te dejó el año viejo? 
—¿Qué planes tienes para el año nuevo?  
Pero Mary Jane no pensaba en eso en medio de la fiesta que se celebraba en su casa junto a los amigos y la familia intercambiando abrazos. Más bien meditaba en lo que Diciembre se llevó. Un amor.  

Uno del que no tenía ni su dirección, ni número telefónico en Francia.  

El teléfono sonó despertándola de su en sueño. Corrió a tomar el regalo que William le dejó y contestó la llamada.  


—¿Hola?  
—Feliz año nuevo Jane.  
—Feliz año nuevo Will — respondió con una enorme sonrisa en los labios —. ¿Ya has abierto tu regalo?  
—Aún no. Estaba esperando tu año nuevo para ello.  
—Abrámoslos al mismo tiempo.  
—De acuerdo.  


Se escuchaba el papel romperse y las cajas abrirse hasta que se quedaron en silencio.  

La cajita de Mary Jane, contenía dos pequeños muñecos de cerámica. Eran José y María. Al ponerlos uno al lado de otro, parecía como si se abrazaran pues sus cabezas inclinadas decían cuan enamorados estaban.  

—Son hermosos Will.  
—Gracias. Me quedaron algo bizcos de los ojos — dijo riendo —. Nunca había hecho figuras tan pequeñas.  
—¿Tú los hiciste?  
—Sí. En el taller de cerámica al que tú mamá y mi tía asisten. Esa tarde fue interesante — explicó animado.  
—Vaya. Gracias. El mío, es decepcionante — opinó recordando su obsequio.  
—¿Qué dices? Me encanta. No tenemos ni una foto juntos pero esta es la mejor.  
—Pensándolo bien, parece más un pobre dibujo hecho por una niña de guardería.  


William comenzó a reír. Se le había ocurrido dibujar a María y José, inclinados hacia el frente entregándose un casto beso en los labios. Pero el resultado no fue como el que su cabeza imaginó.  

La llamada se alargó hasta el amanecer. No importaba cuántos kilómetros hubiera de distancia ni cuántos años tardaría Mary Jane en ahorrar los suficiente como para poder viajar a Francia un día y poder visitarlo. Lo importante estaba ocurriendo en ese momento, en esa llamada.  

Dejó a la pequeña pareja en un estante alto para que no sufrieran daño y colocó el resto de los animales a su alrededor.  

Ese sería un Diciembre, que se aseguraría de jamás olvidar.  
 




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