Lo que dicta el Corazón: El Origen [1]

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//Entonaba aquella melodía que tenía en mi mente en el hermoso piano de cola que había en el salón de música.

De un momento a otro cierro los ojos dejándome guiar por la música que yo misma estoy creando y por un sinfín de cosas que quiero que me pasen o que al menos pueda soñar sin cargo de conciencia.

A mi mente viene la imagen de Aiden.

Él de pie delante de mí y con la mirada fija en mis entreabiertos labios. No podía ver bien su mirada por el vidrio de sus anteojos, el sol los iluminaba tanto que mi reflejo se veía en ellos.
Se veía tan bien con anteojos.

Posa sus manos en mis mejillas para acercarse a mi y unir nuestros labios en un hambriento beso. Él movía sus labios con agilidad y ternura que hacía temblar mis piernas.//

Y de un segundo a otro me encuentro abriendo los ojos, hiperventilando, y muy sudorosa. Tomé mi frente y estaba ardiendo, desvié fugazmente mi mirada al reloj que había encima de mi buró encontrando que ya eran las seis de la mañana y que debía levantarme, tocaba instituto.

El sueño me hizo recordar algo en lo que no había pensado en mucho tiempo y era en mi pasión por tocar el piano y en lo feliz que eso me hacía sentir y en lo relajante que me era entonar cualquier melodía que me gustase en el precioso piano de cola que había en el estudio de mi padre en el primer piso.

Las clases de piano llegaron a mi vida a la edad de los diez cuando no conocía a Adam y pasaba la mayor parte de mi tiempo en la soledad de esta casa ya que mi padre debía trabajar y Aiden igual. De hecho que yo recuerde las clases de piano fueron una sugerencia de Milagros Clark para mí padre y éste obviamente al querer lo mejor para mí insistió en inscribirme y fue lo mejor.

Era una fan realmente de la saga de Stephanie Meyer y había una canción en específico de esa saga a la que hice un cover en piano. «A Thousand Years» y aunque nadie lo sepa conservaba ese vídeo y Aiden igual… le dediqué esa canción a Aiden tiempo después.

—Tengo una noticia buena y otra mala.

Erick me deja mi plato de tocinos con pan tostado en frente seguido de un vaso lleno de zumo de naranjada. Le observé inquisitiva mente a la espera de lo que pueda decir.

—¿Y cuál deseas escuchar? —. Insiste el rubio ante mi silencio.

—¿La buena tal vez? —. Luego de ayer nada me parecía bueno, tolerable o soportable. Simplemente miserable.

—Te quedas con Aiden 3 días.

¿Estaba soñando? Es cruel mi subconsciente. Tuve que pellizcar mi brazo ante la atenta mirada de mi padre y… vaya que dolió pero me sirvió para saber que no estaba soñando y que de verdad había escuchado eso.

—¿Y la mala?

Y como toda cosa buena siempre trae su cosa mala no podía soportar.

—Me iré a Múnich por, obviamente, 3 días.

Eran escasas las veces que mi padre se perdía del mapa a otra padre del mundo o país por asuntos laborales y quise verme sorprendida ya que le hace emoción viajar (aunque sea por trabajo pero le hace) pero simplemente la comisura de mis labios se estiró solo un poco dando como resultado una mueca.

—Ya mejor dime qué quieres abandonarme.

Él me vio incrédulo, parpadeó 3 veces continúas y yo sonreí en burla.

—Te has levantado graciosa. —. Achinó sus ojos en mi dirección causando que ría de él.

—Algo así. Y dime, ¿Cuándo te vas?

—En unas horas…—. Fugazmente vio la hora en su reloj de muñeca e hizo una mueca.—, más bien debería estar empacando.

—Entonces ve o de lo contrario se te hará más tarde.

Me aventó un beso al aire y se perdió escaleras arriba para empacar unas cuantas mudas de ropa.

Yo por el contrario no paraba de pensar que estaría a solas con Aiden durante 3 días seguidos. Mi mente me tortura creando una sería de escenarios que nunca pasarán, son unos en dónde él sabe que lo amo y me corresponde.

Él es el motivo de mi llanto y el medicamento que me sana y me asusta, me asusta ver el poder que tiene sobre mi.

••

Las horas pasan y no se cómo sentirme al respecto.

Había una extraña mezcla de sentimientos encontrados con lo que podía pasar hoy

Habían altas posibilidades de que nada ocurra y vuelva a mi soledad, así como también que pueda dar el paso a confesar mis sentimientos.

Y las dos sabemos que sería una gran mentira a mi misma, es decir cuando estoy delante de él son pocas las palabras que salen de mi y mi respiración parece fallar, todo en mi entra en guerra cuando él aparece y es raro. ¿Así se sentirán todos cuando están enamorados o solo soy yo?

Las clases llegan a su final y por mi gran amistad con su hijo el padre de Davenport me da un aventón hasta mi casa evitándole la molestia a Milagros de venir por mi. Y gracias a Chase tuve el resto de la tarde para poner la casa en orden y buscar entre mis miles de mudas una con la que pueda verme hermosa.

Desfilé delante de mi espejo un vestido veraniego sin tirantes y hasta mi zona del pecho de colores pasteles ese con unas zapatillas bailarinas rosadas del mismo color que el vestido se vería lindo. Y con mis dedos desenredé mi corto cabello castaño para hacerlo ver un poco más estilizado.

El timbre suena a eso de las seis y hace que mi corazón vaya rápido.

Cierro la puerta tras mis espaldas para acercarme hacía el hombre que sigue de pie en medio del pasillo que divide la sala y el comedor principal.

—¿Erick te contó cierto? —asiento tímida— Espero que no tengas problemas con que te haga compañía.

—En lo absoluto. —le sonreí. Él sonríe para luego dirigirse con confianza a la cocina de mi padre.

Aiden cocinaba la cena mientras que me contaba como le había ido el día de hoy en la empresa y del próximo contrato que firmaría con Santisteban Interwood, esa le pertenece a un arquitecto canadiense muy conocido de Miami, Estados Unidos.

—¿El gran Aiden Clark en Estados Unidos? —él asiente riendo por mi exageración en el “gran”— ¿Pero regresarás a España, no?




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