Lo Que Dios Tiene Preparado Para Ti

V

Después de horas de deambular, Martha se topó con, Felipe, que a un se le miraba la cara toda pálida, lo que le hizo suponer a la chiquilla que andaría más o menos igual, aunque eso había sido hace un par de horas.

- Les he andado buscando por todos lados –indicó, Martha.

- Yo igual –respondió el joven– ya es tarde, mis padres me van a matar.

- ¿Tarde? De mañana querrás decir, son más de la una.

- Qué horror –poniendo la cara más pálida– oye, Martha, a mí me late que los demás ya se fueron, no les encontré por ningún lado, solo a ti… ¿Por qué no nos vamos?

- Pero y si no se han ido, sería muy mala onda.

- Hagamos una cosa, busquémoslo por media hora y si no les hallamos nos vamos ¿te parece?

- Hecho.

Así los jóvenes empezaron en conjunto a buscar a sus demás compañeros, dieron muchas vueltas, pero nada. Al fin, se dieron por vencidos, deciden irse, al llegar a la entrada ven a María, que también buscaba la salida.

- ¡María! –gritan al unísono.

- ¡Chicos! –dice la joven– pensé que ya se habían ido.

- Nosotros igual –comunicó, Felipe.

- Si, que mala onda, llamé a los demás porque les anduve buscando, como no les hallaba les llamé al celular y me dijeron que algunos iban llegando a casa y otros que ya estaban allí.

- Ash, estos amigos para qué enemigos –soltó con disgusto, Martha – y yo de dunda diciéndole a Felipe, que no nos fuéramos sin buscarle porque eso no se vería bien.

- No pues sí, eso mismo yo pensé.

- Pero a nosotros no nos llamaste –indicó, Felipe.

- Si, por que al llamar a cuatro y con las respuestas que me dieron pensé que todos habían hecho lo mismo.

- No, nosotros no somos traidores.

- Bien basta de palabrerío hay que irnos –señaló, Martha.

- En mi casa me va a ir muy mal –atemorizada, María.

- Pos a mí también –convino, Felipe.

Así los tres jóvenes tomaron un taxi que les llevaría a sus hogares. Martha, observó el temor en el rostro de sus compañeros, mientras ella nada, sabía que, Josefina, no le retaría, a veces pensaba ¿que sería tener la experiencia de ellos?, que te regañen por llegar tarde, siempre lo vislumbró como una ventaja que ella poseía, que siempre que realizara sus deberes en la casa no tenía reclamos por salir tarde. Pero ¿qué explicación tenía? probable mente lo intuía, pero prefería ignorarlo.

****

Era sábado en la mañana, el reloj marcaba las seis y media, Kelling Gadea, miró perezosamente a su alrededor sin deseos de ponerse en pie, la media vigilia había consumido varias horas de su sueño, pero al recordar lo buena que había sido sonrió, se acurrucó en su cama nuevamente. De pronto sintió un dulce aroma a café, lo que le despertó el apetito, volvió a abrir los ojos al dirigir nuevamente la vista al reloj guindado en la pared lateral con un guardabarranco en la coronilla con la cola descendiendo muy bonito, regalo de su abuela materna para su cumpleaños número dieciséis hacia un poco más de un año, este marcaba las siete y media, lo que la sorprendió al descubrir que se había quedado nuevamente dormida por espacio de una hora.

Con algo de esfuerzo se levantó, se metió al baño, se lavó la cara y dientes, no se peinó, al ser rizado su cabello no se le hachaba de ver que anduviese tan despeinada, solo se hizo un chonguito (moñito), se lavó las manos. Sus padres aún no se habían levantado, así que decidió preparar el desayuno y un delicioso café como el que estaba preparando su vecina, la cual la despertó.

Se puso plan cocina, hizo un delicioso gallopinto, tajadas de plátano verde, lo cual al servirlo en la mesa fue acompañado con queso y crema, una taza humeante y olorosa de café. Ante el aroma, sus padres se pusieron en pie, pasaron al comedor, ya toda la familia ahí conformada por sus tres miembros se tomó de las manos para orar por los alimentos, después de acabada la petición se concentraron en devorar el desayuno.

Después de comer tanto madre e hija se dispusieron a limpiar la casa, en tanto, Estéfano, se dispuso ir en plan visita hacia su madre. Las dos mujeres quedaron solas haciendo los oficios del hogar.

- ¿Cuándo será el día en que tu padre se quede a ayudarnos? –preguntó con ironía, Virginia.




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