Lo Que Dios Tiene Preparado Para Ti

XVII

Celeste se acurrucó en su cama, el reloj marcaba las seis, pero no tenía ningún deseo de ponerse en pie, agradeció que fuese domingo y permitirse un poco de pereza antes de enfrentarse a los quehaceres de la casa. Durmió por espacio de dos horas más, cuando un beso de John en la mejilla le despertó. No deseaba abrir los ojos aun, pero con John eso sería misión imposible.

- ¿Qué quieres, John?

- ¿No puedo besarte?

- Quiero dormir.

- Ya son mas de la siete –le susurró.

- No me digas… tienes hambre –soltó, ella lo conocía a la perfección– solo dame media horita más.

- ¿Estás muy cansadita? –preguntó, ella asintió– por eso no quería que trabajaras.

Esa ultima frase la sacó de su posición, se sentó deprisa, en definitiva, John era ese alguien que le daba justo en el clavo para incomodarla, lanzó un improperio en tanto se levantaba, se puso la ropa del día anterior, para luego irse al baño a lavarse la cara y los dientes.

Estaba indignada por la actitud de su pareja, ¿cómo podía ser tan insensible con ella? Incluso sacarle en cara que estaba trabajando, obvio que se sintiese cansada, no iba a jugar, sino a trabajar. Se fue a preparar el desayuno, molesta.

John lo percibió, lo que le hizo pensar que era muy dramática, aunque si estaba seguro que ella no necesitaba trabajar, pero claro, no le insistiría. Sin embargo, verla tan enojada le hizo gracia, por una tontería prácticamente. Se levantó de su puesto, encaminándose hasta donde ella se encontraba, quiso acariciarle la mejilla, pero ella no se lo permitió con un ademan brusco.

- No molestes, John –bufó la joven– ve a buscar que hacer.

- Ves, por una tontería estás enojada, solo locuras.

- El hecho que tu no querías que trabajara no quiere decir que me lo achaques, es normal sentirme algo cansada, voy a trabajar, pero claro, tú eres un desconsiderado.

- Celeste, no me vengas con eso, yo te quiero demasiado, eres la dueña de mi corazón, sin embargo, como mi mujer tienes responsabilidades.

- Te llenas la boca hablando de responsabilidades como si tu cumplieras con las tuyas.

John tornó su rostro serio y se alejó de su chica, detestaba esa parte de Celeste, era de las personas que se tomaba la mayoría de las cosas a pecho, por lo que era mejor dejar el tonto problema allí.

****

Kelling Gadea estaba bastante pensativa, últimamente en su familia todo se tornaba de cabeza, era como si la perseverancia en mantener todo en armonía se escabulló por las ventanas, últimamente sus padres se mantenían discutiendo, y a veces era casi inevitable que ella participara, pues con el carácter explosivo de Estéfano las cosas se complicaban mucho. Ella odiaba ver a su padre gritándole a su madre sin ningún remordimiento, casi siempre hasta hacerla llorar, para luego ir a la iglesia como si nada, como si fuese un manso cordero, eso le provocaba nauseas.

Peor aun cuando sus oídos llegaron a percibir en una de las platicas que él sostenía con el pastor, decir que su familia estaba mal a causa de ellas, eso la enojó mucho. Kelling estaba encerrada en su cuarto llorando en silencio.

“Esto no puede seguir así, es una farsa lo que mantenemos, no puedo ensuciar el evangelio y hacer que vituperen por mi causa, por decir que soy cristiana y mi familia es un caos. No me siento capaz de tomar el camino, me siento tan indignada, molesta también con mi padre, me siento tan furiosa.

Es mejor que tome una decisión –pensó muy segura– no volveré a la iglesia, no hasta que tome la situación enserio y no cree falso testimonio.”

Así pensando salió de su cuarto para ir a sentarse ante la computadora en la sala y navegar en una de las páginas en busca de empleo.

La decisión de Kelling puede que no sea la indicada, pero se sentía tan falsa y angustiada que pensó que era lo conveniente, pero lo que no se imaginaba lo que se le venía luego.

****

Josh revisaba la cuenta bancaria que había abierto, estaba muy sonriente, pues había acumulado intereses favorables, estaba de lo más contento, pues tenía muchos planes respecto a ese dinero, además, el seguía haciendo depósitos aumentando la cuenta. Era algo que, Susana, no sabía pues cuando tuviera una cantidad considerable le daría la sorpresa.

Pues él no olvidaba lo que ella le había dicho de la casa y el vehículo, él enserio pensaba en un futuro largo junto a ella, que fuera su compañera de vida. El muchacho estaba preparando la cena, pues al llegar a casa su madre aun no lo había hecho, unos minutos después vio entrar a la mujer, su rostro aun se notaba triste, pues la perdida de Peter aún era bastante cercana.




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