Josh estaba en su trabajo, verificaba la entrada de unas bolsas de cemento, revisaba que las facturas coincidieran con el pedido, confirmando con la orden de compra, luego de eso se aseguró que el encargado de bodega anotara debidamente la entrada a bodega, para luego pasar el comprobante de egresos con todos los soportes al contador.
Lo que el contable le agradeció y felicitó por lo recatado de su trabajo, porque con anterioridad le era una batalla para obtener la documentación completa, pero aquel chico parecía haber acabado con aquel idilio.
- Te felicito, Josh –dijo el hombre.
- Gracias.
- Sé que estás estudiando una carrera universitaria, ¿es acaso contabilidad?
- No, señor. Estoy estudiando mercadeo y publicidad, pero en primer año vi contabilidad 1 o general como quiera llamarle y se ve lo más básico, cosas que todo profesional debe tomar en cuenta.
- Eso está muy bien muchacho –el contador se reclinó en su asiento– aunque… es una lastima que no estés estudiando contabilidad, es lo mejor en cuanto a la administración, pues en cierta forma somos como el gato, donde caigamos, caemos de pie.
Gonzales ante lo expuesto por el contable se sonrió recordando su tiempo en la universidad y lo egocéntricos que pueden resultar los estudiantes de la carrera de contabilidad.
- Ya veo ¿por eso en tiempo de universidad se la pasan haciéndole bullying a los de administración de empresas?
El aludido no pudo evitar soltar una carcajada cuando a su memoria vinieron los recuerdos y eso era cierto, los grandes pleitos y rivalidades que había entre estudiantes de contabilidad y administración.
- Esas son cosas de estudiantes, hijo. Pero… la contabilidad es súper.
- No se lo niego, pero e gusta mi carrera y pienso que al final todo debemos trabajar en conjunto para que una sociedad avance.
- Hmmm…
El joven volvió a sonreír para retirarse finalmente. Josh se desplazó hacia su puesto de trabajo, nunca se había sentido tan tranquilo, después de su paso de reconciliación, sentía como su mejoría avanzaba día a día, su alma estaba sanada y sus heridas solo eran cicatrices, pero ya no dolían. Se sentó en la silla junto a la mesa donde se ponía a analizar sus hojas Kardex, en eso su oído detectó unos pasos que se detuvieron cerca de él, al momento subió la vista, era Víctor que estaba junto a él.
- Josh, ya no hay desarmadores de estrella –soltó.
El chico se quedó pensativo recordando, pues se le hacía raro, por lo que empezó a hojear hasta encontrar el producto mencionado.
- ¿Ya fuiste donde el bodeguero?
- Obvio, dice que no hay y tengo un cliente que quiere una docena –Gonzales frunció el ceño.
- Eso no puede ser, mi reporte indica que aun tenemos seis cajas y ese producto no ha tenido mucho movimiento.
- No hay.
- Vamos.
Dijo levantándose para encaminarse hasta la parte trasera del local, donde estaba la bodega, con una ceña llamó al encargado, que al momento estuvo con ellos. Víctor se notaba con una expresión enojada, pues, Josh insistía que había, cuando él ya se había atrevido a buscar junto al encargado y no encontró nada.
- Víctor me informa que, según ya no hay desarmadores de estrella.
- No, Josh no hay, buscamos y nada.
- No puedes ser, pues mi informe dice que hay media docena de cajas. Necesito ver tu informe.
El hombre se rascó la cabeza para ir por su registro Kardex, se lo pasó a Gonzales, que en efecto estaban presentes las seis cajas.
- No sé qué pasó, Josh, pero no están.
- Deben de estarlo, no se pueden perder hay que buscarlas. Pero se supone que, si seguiste mis recomendaciones, esto no sería problema.
Los tres hombres se adentraron al lugar. Las palabras de Josh eran porque no hacía mucho que se asignó un encargado, pues con anterioridad eran los supervisores que estaban al tanto del asunto, pero al agrandar el local, era mucho trajín por lo que delegaron a alguien, ya que William y Josh no daban abasto. Gonzales se desplazó en una sola dirección y siguiendo la secuencia, tras un tumulto de otros productos ahí estaban.
- Solucionado esto, me retiro –dijo tranquilo– solo una cosa –dirigiéndose al bodeguero– sé un poco más prudente al poner nueva mercadería, pues si no respetas espacio ocurre esto.
Eso lo dijo señalando el lugar, para luego girar sobre sus talones retirándose; mientras tanto, Víctor lo miraba alejándose, este tenía los puños apretados, pues se sentía fúrico por la actitud de su compañero, lo aborrecía tanto, que no hallaba el momento en que este dejara la ferretería.
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Martha estaba en clases, escuchando al profesor que impartía la asignatura de inglés, se estaba arrepintiendo por haber entrado y no es que quisiese ser mala alumna, pero es que el profesor Mario era todo un caso, desde que inició a ver inglés en primer año de secundaria, ese profesor no pasaba de dar lo mismo, además que la hora se iba más en sus absurdas anécdotas que lo que daba, con el eterno verbo to be, los números o la presentación básica personal.
Todo eso hacía a Furtado querer dormirse en la paleta de su asiento, hasta que, como una eternidad pasó esa bendita hora, para al rato observar al profesor pablo, era el que impartía matemáticas –por fin terminó la tortura mental– pensó Martha hastiada del otro profesor.
El docente pasó hasta el escritorio para dejar su maletín para iniciar a escribir en la pizarra el nombre de la asignatura, tema, fecha y objetivo, al hacerlo sacó una toallita del bolsillo de su pantalón para secarse el sudor de la cara.
- Uf… ¡Qué calor! ¿Verdad? –dirigiéndose hacia sus estudiantes– siento andar los calcetines como atolillo.
La mayoría soltó la risa ante la expresión –iu… no quisiera estar cerca cuando se quite esos zapatos– pensó Martha imaginándose a varias moscas y aves desmayadas en las cercanías del profesor al sacarse su calzado –no… es que solo pendejadas me imagino– se dijo mental la chica.
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amor y desamor, sufrimiento y lucha, amor incondicional y felicidad
Editado: 02.10.2020