En el nuevo año una joven más con el nombre de Kelling se integró, era del turno sabatino y se pasó al dominical, su apellido era Andrade de la carrera de mercadeo y publicidad, ella se sonrió al escuchar que dos chicas más tenían su nombre y era un conflicto cuando el nombre sonaba, pues las tres se volvían, por lo que la solución clara era que fuesen llamadas por el apellido, aunque siempre era un chiste verlas voltear a las tres y dos se quedasen burladas. La que menos fue, Kelling Hernán pues la mayoría le decían Monserrat o Monse así que era menos complicado.
En ese segundo año les correspondía ver la clase de estadística 1 a la segunda hora, era un profesor de talle ancho rallando en obeso y con un carácter que se notaba no podía con él, era engreído, pues se notaba que se creía un haz en su materia, pues se pavoneo delante de los jóvenes diciendo su nivel académico y que era profesor de la universidad estatal pionera en ingeniería, ellos solo lo miraron y el presentimiento que la clase sería cero amena se les plantó a todos.
Empezó con una introducción de lo que era estadística, de los principales usos de inmersión en el ámbito empresarial para medir muestras y toda la cosa, diciendo que si eran buenos estudiantes y que se acordaran de las sencillas operaciones que alguna vez vieron en secundaria todo sería pan comido.
Comprobaron mejor su pedantería cuando estuvo explicando uno de los ejercicios y el docente se equivocó con un número, Gadea frunció el ceño y se volvió a Hernán.
- Kell, dime si mis ojos fallan, pero, el profe se equivocó con aquel número… ¿verdad?
Hernán se fijó en lo que su amiga le decía y esta asintió, luego sintieron la vista de alguien era Antonio, que al parecer también percibió el error, y con una seña animó a Gadea de que se lo dijese al profesor. En un principio no estuvo segura por la actitud del educador, pero se resolvió por hacerlo, al fin todos nos equivocamos como humanos que somos. La chica respiró hondo para después elevar su mano captando la atención del profesor.
- Diga.
- Profe, parece que en la quinta fase del proceso se equivocó, pues según creo es cinco al cuadrado no seis.
- No lo creo –soltó él un poco osco.
- Bueno… –vaciló un poco– ¿puede fijarse?
El docente endureció inmediatamente el rostro y con facilidad se le notó el enojo.
- ¿Me creen su payaso acaso? –la muchacha se impresionó por lo que dijo– soy su profesor y un máster, sé muy bien lo que hago.
- No estoy diciendo tal cosa, simple y sencillamente se equivocó –dijo Kelling Gadea.
- Ella tiene razón –secundó Antonio.
- Ve y corrige según tú el error –dijo el profesor extendiéndole el marcador con un semblante no muy bueno.
- Ve amiga –le susurró Hernán.
Gadea se puso de pie tomando el marcador, se encaminó hasta la pizarra y señaló el error, iba a borrarlo cuando el docente la detuvo y le indicó que se sentara, la joven lo hizo. El profesor analizó lo que la joven señaló y en efecto estaba erróneo como lo tenía, el docente lo arregló, componiendo el resto, después se volvió a la chica.
- ¿Algún otro error que haya detectado? –dijo con tono agrio.
Ella negó, en definitiva, era alguien pedante, pues acaso se creía perfecto, todos nos equivocamos y como dice el dicho errar es de humanos y de sabios ratificar, pero bueno.
Todos sin peros atendieron al docente, la clase terminó dejando a los jóvenes solos, por lo que, John siendo como era, no aguantó poniéndole un mal apodo al profesor de estadística, primero se lo susurró a Celeste y luego a Antonio los cuales se pusieron a reír.
- Al chile –dijo riendo.
- Solo invento eres –inquirió Maradiaga.
- Pero es cierto, se parece –confirmó Antonio.
- ¿Qué pasó? ¿De qué se ríen? –preguntó Kelling Andrade– cuéntanos para que todo nos riamos.
- Es que le puse un apodo al profe que acaba de salir.
- ¿Cómo?
- La morsa.
Todo el salón se quedó en silencio, seguro comparando aquel símil, no duró casi nada cuando todos estallaron en carcajadas, ahora todos irán en risas a su respectivo almuerzo.
John se fue con su grupo para un super que disponía de mesas para sus clientes, ahí llevaban el almuerzo y en el lugar compraban lo que iban a beber, pues ellos decían que nada mejor que llevar su propio almuerzo.
- Dale Stephany echa parejo y mejor de paso más a mi –dijo John.
- Tú estás loco, nada que más a todos por igual –soltó Lety.
- A caso crees que yo le voy a hacer caso –refirió Stephany.
- Dale, dale, sin tanto palabrerío que tengo mucha hambre –indicó Antonio.
Por otro lado, las Kelling estaban decidiéndose a donde ir a almorzar, pues ya estaban aburridísimas de las pupusas y las enchiladas y no sabían ¿qué hacer? Sin embargo, en eso Kelling Andrade se les acercó muy sonriente.
- Hola chicas… ¿adónde piensan ir a almorzar? –preguntó esta.
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Editado: 02.10.2020