Lo que el amor unió

Capítulo 6: Tentación

Les insistí demasiado a Austin y a mi hijo para bajar a desayunar en el comedor, con todos. Ambos se negaron, era sorprendente el carácter de ambos, era tan parecido que no sé cómo no me di cuenta antes. Eran como dos gotas de agua, no tan solo en el físico, también había pequeños gestos y sobre todo su personalidad.

―Avisaré al tío Asher para que venga a desayunar ―informó el pequeñín antes de salir corriendo.

La habitación se inundó de risas, ante la actitud de nuestro hijo  ―aquella palabra resultaba tan rara―, nunca me molestó que él aceptara a Liam desde el minuto uno. Austin se involucró de lleno en la vida de nuestro pequeñín y este lo vio como su padre, sin saber que compartían sangre. 

Ambos salimos de la recámara, sin emitir palabra alguna, no me atreví a hablarle sobre lo de anoche, mi mente se había ido a la luna e iba divagando.

―Por favor, siéntate. ―Jaló la silla e hizo un gesto para que me sentara.

―Gracias. ―Le regalé una sonrisa, por el gesto que realizó.― Pero prefiero ayudarte a preparar la mesa.

Con tan solo notar la mueca que hizo entendí, a la primera, que la idea le desagradó por completo.

―Oh venga, estoy embarazada, no enferma ―de forma demasiado infantil, cruce los brazos y le hice ojitos. Sabía que ante aquello no tardaría mucho en ceder. Además, de igual forma lo iba a ayudar.

―Lo sé, pero igual. Tienes que dejar que los demás te mimemos, después de todo dentro de poco habrá cosas que no podrás hacer por ti sola.

―Cuando llegue ese momento me dejaré consentir todo lo que quieras, pero ahora, quiero hacer las cosas por mí: hasta que Sam me lo permita.

―¿Sam? 

―Sí, pienso que ese es el nombre de nuestro bebé. ―La cara de confusión de Austin era épica, era el momento idóneo para sacarle una foto y conservar el momento para la posteridad.― Anoche soñé con nuestro bebé y ese era el nombre que le habíamos escogido, o eso creo.

―Es un nombre bonito, además es unisex

Luego de “discutir” por un rato al fin aceptó mi ayuda, muy a su pesar. Parecía que el tiempo no había pasado entre nosotros, y que las últimas semanas solo había sido un mal sueño. Tanto era así que, en un abrir y cerrar de ojos, lo arrinconé contra la nevera.

En un principio mis intenciones era quitarle el bote de nata, pero todo aquello cambió cuando depositó un poco del contenido en mis labios. 

—¡Ups! —exclamó con una falsa sorpresa— Lo siento tanto, deja que te lo quito.

Lentamente, fue rompiendo la distancia que nos separaba, nuestros labios se reencontraron. Los papeles se invirtieron, ahora era él quien tenía todo el control, independientemente de aquello mi paz seguía en aumento. Sus manos bajaron con mucha lentitud por mi espalda hasta llegar a mi trasero, donde se quedaron un buen rato, por inercia enrolle mis piernas a su cintura.

«¡Dichosas hormonas!»  Estas me tenían muy mal, odiaba los cambios que producían en mi estado de ánimo.

Cuando menos me di cuenta ya me encontraba encima de la encimera, Austin seguía en medio de mis piernas, era difícil tener nuestras manos quietas. Era tanto el anhelo que había sentido de sus labios y brazos, no sabía con qué palabras explicar lo que me estaba produciendo estar a su lado. Nada más sabia que aquello era la mejor sensación del mundo y que deseaba que nada irrumpiera nuestra tranquilidad y que aquel momento durara eternamente, pero las cosas nuca suceden como esperas,  fue un carraspeo lo que nos interrumpió nuestro momento.

—Hay menores en esta sala —por mero impulso empuje a Austin lo más lejos que pude e hice el amago de bajarme de la encimera. Sentí demasiada vergüenza por como no había pillado mi hermanito—. Podéis dejar vuestras muestras de afecto para otro momento, donde no estemos nosotros.

De la vergüenza que sentí en aquel instante, no me di cuenta de que Asher tenía moretones en su rostro y el labio partido. Me llevé las manos a la boca para evitar soltar un grito cuando me di cuenta de aquello, lentamente me acerqué a él y le acaricie el rostro, por el dolor que le produje destapó los ojos de su sobrino.

—¿Qué te pasó? —El ambiente se puso pesado, tanto fue así que noté el cruce de miradas que se daban mi hermano y mi ex-prometido. —Quiero la absoluta verdad.

—Una pequeña peleita entre amigos, ya sabes: salí a trotar un rato y bueno, hubo un malentendido. Él acabó peor eso hay que decirlo. 

Bufe ante lo que me contó. No sabía qué decirle. Estaba claro que no le creía, lo que me preocupaba era la reacción de mis padres. Yo iba a ser la responsable de que su hijo les llegara todo magullado, me pasé las manos repetidas veces por el pelo, como signo de frustración.

—¡Es flipante! Dejo que te quede en  mi casa y me sales con estas.

—Cielo, relájate. Le va a hacer daño a nuestro pequeñín.

—¿Cómo quieres que me tranquilice? Mis padres confían en nosotros para que el adolescente se quede en nuestra casa y mira como amanece. —Las lágrimas no tardaron en hacerse presente, las ganas de seguir desayunando se fueron al traste, me levanté de la mesa y los dejé allí. 

En el jardín dejé que las lágrimas salieran por si sola. Odiaba sentirme así por las hormonas.



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En el texto hay: boda, secretos, amor

Editado: 02.12.2021

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