Tengo que decir que en este capítulo voy a desvelar una gran secreto.
«Algunas verdades no se pueden ocultar para siempre» y hoy es el día en que el secreto de Chelsy va salir a la luz del día.
Chelsy
El viaje se me hizo muy corto, especialmente porque estuve dormida casi todo el trayecto a excepción de la última media hora. Al menos tuve un buen cojín que no se quejo y me dejó dormir a mis anchas, sí me estoy refiriendo a mi mejor amigo.
Él no mencionó nada de lo que habíamos hecho, cosa que me alegró ya que aún no me veo preparada para hablar de eso, sé que en algún momento ambos tendremos que charlar y aclarar las cosas pero ahora prefiero no hacerlo.
Hacía unos cuantos minutos que habíamos llegado al hotel, los profesores estaban hablando con los de recepción por el tema de la habitaciones, mientras nosotros esperábamos a que nos llamaran para entregarnos las tarjetas y nos asignaran una habitación, pero ellos prefirieron que era mejor ir a cenar antes que asignarnos las habitaciones.
El restaurante del hotel tenía vistas a la ciudad, además era un bufé libre, me alegré por eso, ya que soy una persona muy quisquillosa con la comida, no acostumbro a comer la mayoría de alimentos. Escogí una ensalada y patatas fritas con rollitos primavera.
Cuando finalizó la cena nos acercamos a recepción y comenzaron con el repartimiento de las habitaciones, los primero en obtener sus habitaciones fueron los chicos, ya que eran menos grupos, en cambio nosotras éramos más.
—Erick, tenéis la 313 — Erick se acercó a la recepción y firmó un documento, mientras que Luka y Michelle se dirigían al ascensor.
—Os recuerdo que sin mi no entrais a la habitación.
Fueron llamando a los demás compañeros hasta que al fin nos llamaron a nosotras.
—Chelsy
Firme el documento y cogí las dos tarjetas que nos extendió la profesora. Para nuestra sorpresa la habitación estaba cerca a la de los chicos.
«Al menos tendremos buenas vistas.»
Dejamos las maletas en la habitación 312 y salimos rápido, por la única razón que solo nos quedaban cinco minutos para reunirnos de nuevo con el grupo. El ascensor tardaba en subir o bajar más de lo que nosotras si bajabamos las escaleras.
Nos encontrábamos en la tercera planta, pero era más fácil bajar las escaleras que esperara al ascensor. Casi todos nuestros compañeros estaban en el hall del hotel, a excepción de los profesores.
«Luego son ellos los que exigen puntualidad por parte de los alumnos»
Los profesores tardaron diez minutos más de la ora en la que habíamos acordado, pero commo ellos son los que manda no nos podíamos quejar.
—Tendréis hasta las 0:30 para recorrer la ciudad, a esa hora os queremos a todos reunidos delante del hotel —anunció el profesor que se encargaba de coordinar todo el viaje—, la única condición es que nadie se puede quedar en el hotel para no molestar a los demás huéspedes.
Miré la hora en el móvil y apenas eran las 22:15, cada grupo de amigos se fue dispersando hasta que solo quedaba nuestro grupo de amigos.
—Tengo que hacer una cosa, así que no podré recorrer la ciudad con vosotros —anuncié antes de marcharme.
Llevaba esperando mucho tiempo, y ya no podía aguantar ni un minuto más sin ver a mis abuelos ni a Liam. Los echaba mucho de menos.
Llamé la atención de un taxi y le di la dirección de la casa de mis abuelos, para ellos es un sorpresa ver ya que no les había comentado nada. La casa de mis abuelos no estaba muy lejos del hotel, pero si ibas caminando estaba a treinta minutos.
Toqué varias veces el timbre pero nadie abría la puerta, estaba apunto de marcharme con la tristeza más desoladora cuando mi abuela abrió la puerta.
—¡Chelsy! —mi abuela vino corriendo hacia mi y nos fundimos en un gran abrazo.
—¡Abu, sorpresa!
Pasamos al interior de la casa y pude divisar a mi abuelo sentado en el sofá con una taza en sus manos. Me acerqué a él y lo abrace con mucha fuerza, se notaba a leguas que los había echado de menos, me senté a su lado y empecé a hacerles un montón de preguntas.
—¿Cómo estáis? ¿Y Liam, está bien? ¿No a da… —me quedé a medias con mi interrogatorio, mi abu no me permitió seguir.
—Tranquila cielo, él está bien —una inmensa tranquilidad invadió todo mi ser al escuchar aquellas palabras—. Lo acabo de dejar en su habitación, por eso tardé tanto en abrirte la puerta y nosotros estamos bien.
—¿Puedo ir a ver a mi angelito?
—Claro, está en tu habitación. Desde que te fuistes no a querido despegarse de ella, creo que él sabe que esa es tu recamara.
Subí las escaleras y entré a mi antigua habitación. El dormitorio se encontraba casi en las penumbras, sino fuera porque la luz de noche estaba encendida.