Killiam
Siempre sentí que no encajaba en ningún sitio, hasta que Austin apareció; ese día mi mundo empezó a coger color, me fui integrando en su grupo hasta que nos convertimos en un gran familia pero un día de la nada me quedé solo. ¡Claro que me dolió!, también me afectó porque los consideraba mi familia, ellos siempre habían estado para mi en las buenas y en la malas.
Deje de divagar cuando vi a mi hermana entrar a mi habitación llorando, se acercó a mí y me abrazo. Ese abrazo lo decía todo, esperé a que se tranquilizara un poco, para que me explicara porque estaba llorando.
—¿Qué pasa peque? —estaba preocupado por ella. Llevábamos dos años separados pero ella sabía que podía contar conmigo.
—Estoy asustada —se separó un poco de mi y me miró a los ojos—, tengo mucho miedo a no dar lo mejor de mi en la universidad —por más que intentará controlar su llanto no podía, sus palabras eran entrecortadas—. No quiero fallarte, eres el único que me está apoyando con esto, mamá ya tiró la toalla conmigo y de papá pues ya sabes…
—No tengas miedo, eres una de las mejores. Además cuando te graduastes fuistes una de las mejores un tu promoción.
—Lo sé pero… tengo miedo. Sabes que el año pasado no pude entrar a la carrera que quería por la nota de corte porque alguien tenía unas décimas más que yo, y ahora me da miedo no entrar. ¿Y si al final no me llama la atención? ¿Y si...
—Cree en ti misma, porque eres la única que sabe cuál es su límite y hasta dónde puedes llegar.
Al fin tengo mi departamento, me había costado encontrar mi futuro hogar —a pesar de que solo estaré por uno o varios años— tenía que encontrar un lugar donde me sintiera agusto y lo logre. Los vecinos son de lo mejor e incluso hay una pareja de señores mayores que tienen un bebé, la familia Grech se a portado muy bien conmigo y ni se diga de su hija Vane.
Con la ayuda de mi hermana logré pasar las pocas cosas que tenía en mi anterior hogar, si es que lo puedo llamar así. Beth estaba triste por mi partida, ya que solo había pasado unas semanas en la casa, yo también sentía pena pero era lo mejor para todos.
—¿No te puedes quedar en casa? Sabes que mamá nunca está, no quiero volver a estar sola.
—No puedo, sabes que no me soporta —en su rostro se dibujó una mueca. Me sentía triste por ella pero no podía acceder, desde que tengo uso de razón nunca he sentido el amor de mi madre y con el tiempo me di cuenta que el problema era yo—. Cuando quieras puedes venir, las puertas siempre estarán abiertas para tí.
Cuando menos lo esperé la se abalanzó sobre mí, la sonrisa que ella tenía no tenía precio.
—¿Vamos a tomar algo? Y así me cuentas que has hecho este último años.
—Claro, pero tu también tienes que hacer lo mismo.
Habían pasó unos cuantos días cuando me tope con quien menos quería ver, si, el vecino que vive al frente de la pareja de señores mayores; Austin.
Por qué cuándo pienso que todo está tomando su rumbo normal tienen que parecer él, con su sonrisa hipócrita y su superioridad. Hice todo lo posible para no dejarme llevar por la ira que tenía guardada y llegar a los puños, así que pase por su lado demostrando que su presencia me era indiferente después de habernos enfrentado en aquel ring —había acabado con moretones y un labio roto pero me quedé agusto con devolverle los golpes—.
—¿En serio tenías que mudarte aquí?
—¿Algún problema con eso? —me giré y caminé hacia él para estar cara a cara, la tensión entre los dos era palpable— Que yo sepa tú no eres el dueño de estos departamentos y yo puedo vivir donde se me de la real gana.
—Hola —nos saludó una chica cuando salió del departamento de los señores Evans con un niño en brazos.
—¿Qué haces aquí, Chel?
—Vine a buscar a mi hijo, ¿no lo ves?
Aprovechando el momento desaparecí de la vista de ambos y me dirigí a mi trabajo, digamos que soy el “secretario” de J. Harrison —un abogado reconocido a nivel mundial— y gracias a él estoy continuando mis estudios y también ayudó a mi hermana.
—Carson, puedes ir ordenando los casos que te he dejado en el escritorio. Esos casos son los que ya están resueltos —informo antes de entrar a su despacho.
Hice lo que me pidió, no me podía quejar, él era un buen jefe y además el salario que me pagaba estaba muy bien para lo poco que hacía.
Una vez termine con los archivos me dirigí a la oficina de Harrison, alguna que otra vez me a permitido ayudarlo en algunn caso; ya sea buscando a alguna persona que nos ayude en el juicio, buscando información o en lo que sea necesario.
Hola mis amores, ¿qué pensáis respecto a Killiam? Al parecer las cosas no son como todos creemos y hay algo raro.