Chelsy
Todo el miedo que sentía, ante la confesión que les había hecho a toda mi familia, desapareció en el instante en que mi madre se levantó de su lugar y vino a abrazarme, si bien la reacción de mi padre nadie se la esperó, fue toda la contraria a la de mi madre; lo primero que hizo fue abalanzarse sobre Austin y luego abandonó el restaurante. Sentí tristeza al saber que mi padre no me daba su apoyo, quizás las cosas no pasaron a su debido tiempo pero tendría que entenderme, yo no busqué nada de aquella noche pero no me arrepentía de nada porque Liam era lo mejor que me había pasado en toda mi vida.
Si bien había pasado una semana mi padre seguía sin dirigirme la palabra, me dolía pero no le quería demostrar a mi madre el dolor que sentía; el único instante que me permitía ser débil era cuando estaba en los brazos de Austin, él no decía nada pero su silencio valía más que mil palabras porque sabía que estaba ahí y me apoyaba.
—¿Nos podemos ir ya? —le cuestione a Emma, mientras intentaba cerrar mi maleta. Hacía un par de días que ya había preparado mi equipaje y el de Liam pero no me dí cuenta hasta hace un par de minutos que había guardado nuestros pasaportes en el equipaje.
—Sí, pero primero cierra tu maleta —dijo cuando salió del armario, llevaba un buen rato allí, buscando la ropa que se iba a poner para el viaje. En sí era una situación muy cómica; ella llevaba toda la maldita semana subiéndose por las paredes porque iba a pasar una semana y media con su lío, no habéis leído mal, Em lleva desde mi cumpleños teniendo “algo” con Rodrigo.
—Acabaría antes si me ayudaras a cerrarla —proteste aún encima de mi equipaje—, me habría ido antes de no ser porque soy un desastre y guardé nuestros documentos.
Me quedé alucinado cuando vi el Jet privado de la familia Brown. Su interior era parecido al de un living lujosos; los asientos eran de cuero blanco incluso había un sofá gigante en medio y delante una tele.
Por algún extraño motivo las chicas nos sentamos todas juntas y los chicos en otro rincón del avión hablando de sus cosas, incluso Liam se sentó con ellos, a petición de mi hijo y de Austin.
—Se ven tan lindos juntos —afirmó Jaz sin quitar la vista de mi.
—Sí, se ven muy lindos juntos —concorde con ella—, algo que me extraño fue la forma en que se conocieron.
—Me refería a tí y a mi primo —me sorprendí pero negué repetidas veces—. ¿Me vas a negar que no has notado cómo te mira? Sus ojos se iluminan cuando tú estás cerca de él.
—Jaz, estas viendo fantasmas donde no los hay, Austin y yo solo nos llevamos bien.
—Chicas, ¿qué pensáis vosotras? —apartó su mirada de mi y la centró en las demás.
—Pienso igual que Jaz, hasta un ciego se daría cuenta de hay amor en el aire. Hasta tú hijo acepta estar con él, es como si hubiera una conexión especial entre esos dos.
Así seguimos por un rato más, debatiendo si yo podía tener una relación con Austin, ya que había mucha química entre nosotros —todo eso basándose en la teoría de que últimamente nos ven muy juntos y de que Liam se ha encariñado con él—. Hasta que Austin vino con Liam porque tenía sueño y quería estar con los dos, así que lo llevamos a la habitación que había al final.
Liam se encontraba en medio de nosotros, para lograr que se durmiera le empezamos a contar un cuento pero no era nada típico a los tradicionales; donde el príncipe rescataba a la princesa, sino todo lo contrario, no había ni princesas ni príncipes. La protagonista era una joven guerrera que se enfrentaba a muchas aventuras —pero cada una de ellas era narrada en diferentes noches, así mantenía el suspense en el aire y me daba tiempo a pensar la continuación—. Incluso yo fui cerrando los ojos, dejándome llevar por el morfeo.
Había dormido durante todo el viaje, a pesar de que tuve una pesadilla —sentí miedo porque era como si yo estuviera allí, sintiendo sus manos recorriendo mi cuerpo— me costó volver a dormirme pero lo hice, gracias a Austin, quien había logrado tranquilizara; sus palabras eran tan relajantes que lograron que me olvidara de todo y solo pensara en lo que me habían comentado las chicas incluso estuvimos un buen rato hablando.
—¿Alguna vez pensastes en que todo lo que hacías era un error? o qué había nacido estrellado y por eso todo te ha salido del revés a como lo habías planeado.
—Claro que sí, incluso me he lamentado cientos de miles de veces las cosas que he hecho mal, pero siempre he tenido a alguien que ha estado allí y me a intentado animar aún cuando he tenido algunas crisis existenciales y me he sentido la peor persona del mundo.
—¿Pero hay algo que no hayas podido olvidar?
—Sí, y espero que mis actos no causarán ningún daño porque no me lo perdonaría nunca.
—¿Puedo saber qué fue lo que pasó? —a pesar de estar conciliando el sueño, la última neurona que aún no se había dormido me hizo reflexionar— Si no te incomoda, claro está.
Los ojos me empezaban a pesar, ya llevábamos un buen rato hablando y
—No me molesta hablar de eso, pero no acostumbro hablar de lo que pasó —un silencio se formó entre nosotros y me arrepentí de haberle preguntado aquello—. Todo pasó hace un par de años, nos habían invitado a una… —su voz poco a poco se me hizo inaudible hasta que la dejé de escuchar.