Lo que el destino unió

Capítulo 41

Erick

Me di cuenta de que no tenía nada que hacer, los pequeños gestos que ella tenía con Austin, eran suficientes para saber lo que pasaba con ambos y aunque no lo griten a los cuatro vientos todo el mundo ve la química que hay entre ellos. Me duele, que su corazón se haya declinado por él pero ante todo es mi amiga y quiero que sea feliz, aunque sea en los brazos de otro, después de todo, nosotros no estábamos destinados a estar juntos…

―¿Qué te pasa, cariño? ―la voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. Me encontraba sentado en la ventana viendo las estrellas y pensando en todo lo que he hecho durante estos últimos años.

―Nada, solo estaba pensando que dentro de unos días empezará una nueva etapa de mi vida y esta vez no estaréis a mi lado ―confesé. En parte era verdad, cuando finalice el verano me iré a Nueva York a estudiar.

―Lo sé, me parece increíble que mi niñito este a punto de volar del nido ―su voz se iba apagando a medida de que iba entrando a la habitación para acercarse―. Pero estoy orgullosa de lo que has logrado.

Estuvimos unos largos minutos hablando de todo lo que estaba por venirse, cabe decir que alguna lágrima se hizo presente. Tenía miedo de lo que se aproximaba y a la vez de dejar mi historia.

―Ma’, saldré un rato a dar una vuelta con los chicos; necesito despejarme ―aunque ya tenía dieciocho años, seguía  obedeciendo las normas normas que habían instaurado mis padres cuando empecé a salir de fiesta y con mis amigos. 

―Okey, pero no llegues muy tarde; sabes que los mellizos se despiertan con el mínimo ruido y que tu padre mañana tiene que madrugar ―me advirtió antes de salir de la habitación. 

Me cambié el pijama por unos jeans negros ―los cuales estaban rotos en la rodilla―, una camisa gris que me quedaba muy ceñida y los tenis blancos. Antes de salir de la habitación tome las llaves y el móvil, que se encontraban encima de la mesita de noche.

Baje las escaleras sin hacer ruido y salí de la casa. Sin saber a dónde iba dejé que mis pies eligieran el camino y me guiaran, no era la primera que lo hacía; los paseos nocturnos me ayudaban a despejar mi mente y tomar alguna que otra decisión. 

 

Después de haber estado un buen rato caminando llegué a mi sitio especial; cuando tenía nueve años salí a explorar junto a Chelsy la playa, nuestra intención era encontrar un tesoro porquè días antes encontramos un mapa en la arena y nos dió curiosidad por encontrar el tesoro. Nunca lo encontramos pero descubrimos una zona alejada, esta parecía un paraíso.

Me senté en la arena y me quedé mirando a la nada, aquella tranquilidad no duró mucho porque alguien se sentó a mi lado. A pesar de que no había dicho nada, sabía de quién se trataba; su perfume siempre ha sido suave y dulce como la vainilla, era imposible equivocarse con ella.

―¿Qué haces aquí? ―fue lo primero que dijo.

―Lo mismo que tú, supongo ―la respuesta no fue de su agrado porque se levantó y se puso delante de mi, tapandome la vistas del mar y de la luna―. ¿Te podrías apartar? Por favor.

―¿Por qué estás tan raro? Desde que volvimos del viaje no eres el mismo, no me gusta estar así contigo, eres muy especial para mi.

―No estoy raro ―alegé―, simplemente me estoy tomando mi tiempo para asimilar ciertas cosas; las cuales no me di cuenta hasta hace unos días. Tú también eres especial para mi, después de todo eres como una hermana y siempre hemos estado juntos―auch, esas palabras dolieron como los mil demonios. Una cosa era intentar aceptar la realidad y otra muy distinta es intentar fingir que no me duele que su corazón haya elegido a otra persona―, bueno casi siempre ―bajé la mirada.

―Sé que te refieres a lo de Liam, pero todo tiene una explicación ―Chelsy se volvió a sentar en la arena, esta vez lo hizo en frente de mi―. Tenía miedo de que la gente me juzgarán por ser madre a tan temprana edad, ya sabes que siempre la sociedad culpa a las mujeres; ya que ellas deben cuidarse para evitar embarazos no deseados o cualquier ETS. Pero sabes que, lo que más jode es que las misma mujeres son las que te señalan con el dedo por hacerte responsable de tus actos ―una risa falsa salió de sus labios―, te acuerdas cuando estábamos en Liverpool y yo me quedé en el hotel porque estaba mala ―asentí a modo de respuesta―; pues me encontré con una señora muy desagradable, lo primero que hizo fue juzgarme y llamar a mi hijo ¡error!, cuando siempre ha sido la luz que me a inspirado a seguir adelante y 

Me quedé sorprendido ante su confesión, ella tenía toda la razón; la sociedad es tan hipócrita que te critica hasta por respirar demasiado alto.

―Que quede claro, no escondí a Liam por que me avergonzara, sino porque sabía que después de un año ya no iba a estar en California.

―¿Al final te vas a ir? ―ella con anterioridad había mencionado que no quería estudiar en Estados Unidos, sino que prefería irse a algún país de la Unión Europea, pero nunca dijo que iba ha hacer.

―Sí,tomé esa decisión antes de que mis padres despertaran y de saber que tenía un hermano y más familia.

Después de aquello, pudimos hablar como lo hacíamos siempre. El tiempo se pasó tan rápido, que cuando menos lo esperamos salimos corriendo de la playa para irnos a su casa ―ya que era la casa que más cerca estaba―, no nos dimos cuenta de que la luna fue ocultada por unas nubes que tenían ganas de descargar toda el agua que llevaban. A pesar de todo, la sonrisa que se se nos había formado en el rostro no se nos borraba, al contrario parecíamos dos niños pequeños corriendo bajo la lluvia los cuales disfrutaban de ella.



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En el texto hay: destino, romance, carrerasilegales

Editado: 14.02.2023

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