Lo que es para ti, te encuentra.

CAPÍTULO 2

Noelí despertó antes del amanecer, como solía hacer desde que su vida se había convertido en una secuencia de rutinas repetidas. La primera luz del día se filtraba tímidamente a través de las cortinas, proyectando sombras suaves sobre la habitación. Se levantó con cuidado para no despertar a Tomás, su pequeño de dos años, que dormía plácidamente en su cuna.

En la cocina, sus manos trabajaban de forma automática mientras preparaba el desayuno. El aroma del café recién hecho y las tostadas untadas con mermelada llenaban el aire, pero para Noelí esos olores ya no tenían la calidez de otros tiempos. Todo parecía una repetición sin sabor. Martín, ya estaba en la mesa, absorto en su tablet. Navegaba entre correos electrónicos con una mirada fija y distante. Sus conversaciones, antes repletas de sueños compartidos, se habían reducido a intercambios automáticos, y el silencio entre ellos crecía con el paso de los días.

Noelí respiró hondo, esforzándose por mostrar una sonrisa antes de acercarse a él con un plato en la mano..

—¿Cómo amaneciste?

—Cansado, Noelí. Mantener una cadena de restaurantes no es sencillo. —Martín suspiró, apenas levantando la vista hacia el desayuno.

Noelí trató de suavizar el momento y le ofreció un vaso de jugo mientras se inclinaba para darle un beso en la mejilla, un gesto que, en tiempos pasados, él habría recibido con una sonrisa.

—Lo sé. Quizá podrías delegar un poco o pedir ayuda. No tienes que cargar con todo solo.

Martín frunció el ceño, y por un instante sus ojos se encontraron.

—No entiendo por qué siempre tienes que complicar las cosas, Noelí. Estoy bien. Solo déjame trabajar tranquilo. Lo importante es que a ti y a Thomas no les falte nada.

Noelí sintió el golpe de esas palabras como un viento helado. Sí, él cubría todas las necesidades materiales, asegurándose de que nada faltara en su hogar. Pero para ella, había algo más que importaba: necesitaba sentirse acompañada, amada, escuchada. Sus intentos de acercarse a él parecían inútiles, y el hecho de que él diera por sentado que con dinero y estabilidad era suficiente solo la hacía sentir más atrapada.

Martín volvió a sumergirse en su tablet, como si el mundo alrededor no existiera, y el silencio volvió a llenar el aire. Noelí sintió cómo un peso familiar oprimía su pecho, ese mismo que había aprendido a ignorar día tras día. Pero en ese momento, fue imposible acallarlo.

—Martín, a veces siento… —su voz salió en un susurro— que solo estoy aquí para que todo esté en orden. Pero también necesito… —tomó aire, con un nudo en la garganta—, saber que tú y yo aún compartimos algo más que solo responsabilidades.

Él la miró con una expresión fugaz, como si no terminara de comprender sus palabras:

—Noelí, no creo que ahora sea el momento para esto. Hay demasiadas cosas en mi cabeza como para añadirle más problemas.

Esa frase cayó sobre ella como una losa. "Problemas", pensó. ¿Así veía lo que le estaba diciendo?

—Entiendo… —respondió finalmente, con una sonrisa vacía—. Supongo que debería dejarte descansar.

¿En qué momento empezamos a distanciarnos tanto?, se preguntó, mirando la imagen de su esposo absorto, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Ella estaba allí, cada día, tratando de reconstruir un vínculo que parecía romperse con cada silencio, con cada mirada que evitaban cruzar.

Sin decir nada más, tomó una taza de café y, mirando de reojo a Martín, volvió a la cocina, donde el silencio era menos cruel que el de la mesa. Allí, Noelí dejó escapar un suspiro y sintió el peso de la soledad, una que no se remediaba ni con las mejores comodidades ni con la estabilidad que él tanto le prometía.



#5529 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 08.03.2025

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