Noelí se despertó sintiendo una mezcla de emoción y nervios. Era el día en que presentaría su proyecto ante Sebastián y el equipo de la institución. Había dedicado días a organizar cada detalle y visualizar la propuesta, asegurándose de que cada idea reflejara su compromiso. A pesar de la tensión que sentía, la ilusión era aún mayor.
Se vistió con esmero, eligiendo una blusa color marfil y una falda sencilla pero elegante, sintiéndose cómoda y profesional. Estaba revisando sus papeles en la mesa del comedor cuando Martín, que también se preparaba para salir, se acercó:
—Entonces… —la observó mientras se abrochaba los botones del saco—. ¿Todavía sigues decidida con esta idea?
Noelí sintió cómo sus dedos se tensaban alrededor de los papeles. Sabía que Martín aún no aceptaba su decisión, y la manera en que lo planteaba hacía evidente su desaprobación.
—Sí. Estoy lista para ir al encuentro y presentar el proyecto —respondió con una calma que le costó mantener.En ese instante, la puerta de la cocina se abrió y apareció Cora con una sonrisa cálida.
—¿Lista para su gran día?
Noelí asintió, tratando de que su voz no reflejara la tensión que había quedado en el ambiente.
—Sí, estoy lista.
Clara la miró con cariño y se acercó, colocándole una mano en el hombro.
—Va a salir todo bien, ya lo verá. Sé cuánto significa para usted, y estoy segura de que hará un trabajo maravilloso.
—Gracias, Cora. En serio… —respondió Noelí, y su voz tembló un poco. Era el primer aliento genuino que recibía esa mañana, y se aferró a esas palabras como a un ancla en medio de la tormenta.
Cora sonrió con dulzura y le dio un apretón en el brazo.
—No baje los brazos. Yo me encargaré de que Tomás esté bien. Entre las dos vamos a cuidarlo, para que pueda nfocarse en lo que tiene que hacer. Después de todo mi trabajo es ayudarla con la casa y el niño. No dejaré que el señor Martín la mantenga presa en esta casa con excusas qué no tienen sentido.
-De verdad muchísimas gracias por tu apoyo -la abrazó con cariño.
-¡Todo lo mejor para hoy! -le palmeó suave la espalda manteniendo una sonrisa.
Noelí respiró hondo, dejando que ese impulso de ánimo la llenara de seguridad. Abrazó a Tomás, quien le devolvió una sonrisa infantil y le dio un beso en la mejilla, y, tras despedirse de Clara, tomó su carpeta y salió de casa con la cabeza en alto.
Martín asintió, sin mirarla.
—Solo espero que pienses bien lo que estás haciendo, Noelí. No es cualquier cosa. Recuerda que esto también afecta a Tomás.
Ella respiró hondo, sintiendo cómo esas palabras la pinchaban en lo más profundo. Esperaba, quizá ingenuamente, que al menos le deseara suerte, que pudiera ver lo importante que era para ella. Pero Martín parecía incapaz de ver más allá de sus propios ideales.
—Lo tengo en cuenta —respondió, manteniendo la firmeza en su voz. No iba a permitir que sus palabras apagaran su entusiasmo.
Sin decir más, él recogió su maletín y salió de casa, dejándola sola en el comedor con una mezcla de tristeza y determinación.