Noelí recogía con cuidado los papeles de su proyecto, aún sintiendo el calor de las emociones por las reacciones positivas que había recibido. Cada palabra de apoyo había reforzado su determinación, pero lo que más resonaba en su mente era el orgullo en la voz de Sebastián al felicitarla. Se permitió una sonrisa mientras salía de la sala de reuniones, perdiéndose momentáneamente en sus pensamientos.
En el pasillo, una figura elegante pero acogedora se cruzó en su camino. Era Clara.
—Tú debes ser Noelí, ¿verdad?
—Sí, soy yo -Noelí asintió, algo sorprendida por la amabilidad que emanaba la mujer.
—He escuchado cosas muy buenas de ti, y parece que Sebastián está muy entusiasmado con tu proyecto. Pero dime, ¿te explicó todo sobre el papeleo laboral?
—No, no mencionó nada al respecto -negó, confundida.
Clara soltó una suave risa que llenó el pasillo de una calidez inesperada.
—¿Dónde tendrá la cabeza ese muchacho? —dijo con tono maternal—. A veces se concentra tanto en las ideas grandes que se olvida de los pequeños detalles. Ven conmigo, querida, te llevaré a la dirección para asegurarnos de que todo quede en orden.
Sin cuestionar más, Noelí siguió a Clara. Había algo en su presencia que inspiraba confianza, como si llevara años solucionando pequeños olvidos y grandes problemas con la misma paciencia.
Cuando llegaron a la dirección, Clara abrió la puerta con familiaridad, dejando paso a Noelí. Sin embargo, al entrar, se encontraron con Sebastián, que estaba inclinado sobre unos papeles, aparentemente concentrado. Al escuchar la puerta, levantó la mirada, y al ver a Noelí, sus ojos brillaron con una mezcla de sorpresa y algo más que ella no supo descifrar del todo.
—Vaya, Sebastián, ¿sabías que te habías olvidado de algo importante? —preguntó Clara con un dejo de picardía.
—¿De qué hablas? - parpadeó desconcertado.
—De que no le explicaste a Noelí los pasos para formalizar su ingreso —le dio un golpecito en el brazo—. Menos mal que estoy yo para recordártelo.
Sebastián se pasó una mano por el cabello, avergonzado.
—Tienes razón. Lo siento, Noelí. No fue mi intención olvidarlo.
—No te preocupes. Clara me rescató antes de que me fuera sin resolverlo. -Noelí sonrió suavemente, restándole importancia al asunto.
—Bueno, entonces los dejo para que puedan ponerse al día. Sebastián, asegúrate de no olvidarte de nada esta vez. -Con un guiño, Clara salió de la sala.
Sebastián carraspeó, recuperando su compostura.
—Lamento mucho esto, Noelí. No suelo ser tan despistado.
—No pasa nada. Es normal que tengas muchas cosas en la cabeza.
Sebastián sacó unos formularios y comenzó a explicarle los detalles. Mientras hablaba, Noelí lo observaba con atención, aunque su mente empezaba a divagar, atrapada por la calidez de su tono y la naturalidad con la que gesticulaba, un contraste enorme con la frialdad que solía sentir en sus interacciones con Martín.
Mientras él seguía hablando, su mirada se perdió en sus rasgos. Notó la forma en que sus ojos, profundos y oscuros, brillaban con una mezcla de determinación y amabilidad. Y cómo sus manos, fuertes pero cuidadosas, manejaban los papeles con una delicadeza que no esperaba. Y, sin quererlo, sintió un ligero cosquilleo en el pecho, una sensación cálida que no experimentaba desde hacía mucho tiempo.
¿Por qué me siento así? pensó, desconcertada por la intensidad de su propia reacción. Había algo en su presencia que la hacía sentirse en calma, como si por un instante las preocupaciones y las dudas que cargaba desaparecieran.
Cuando Sebastián levantó la vista para asegurarse de que ella entendía lo que decía, Noelí sintió un leve sonrojo en sus mejillas. Él tenía esa habilidad, casi sin querer, de hacerla sentir que el mundo se detenía cuando sus miradas se cruzaban. La espontaneidad y seguridad que transmitía eran algo que hacía mucho tiempo no veía en alguien cercano.
Sebastián se detuvo, esperando una respuesta. Noelí, sacudió el torbellino de emociones y asintió con una pequeña sonrisa.
—Creo que lo entiendo.
Sebastián sonrió, y mientras continuaba con las explicaciones, Noelí se obligó a concentrarse, aunque esa sensación cálida seguía latente.