Lo que es para ti, te encuentra.

CAPÍTULO 13

Noelí estaba sentada en la oficina de Sebastián, rodeada por una atmósfera cálida y cómoda. Frente a ella había un pequeño montón de documentos que debía llenar para formalizar su puesto en la institución. Mientras revisaba los papeles, el ambiente entre ambos se sentía distendido, casi íntimo, como si el tiempo hubiera retrocedido a la época escolar que compartieron, pero con la madurez de los años que ahora los acompañaban.

Concentrada en escribir, Noelí tomó la pluma con su mano izquierda y empezó a llenar una de las hojas. Sebastián, que estaba sentado frente a ella, soltó una leve risa, rompiendo el silencio. Noelí levantó la mirada, desconcertada.

—¿Hice algo mal?

Sebastián negó rápidamente con la cabeza, pero su sonrisa lo delataba.

—No, nada en absoluto. Solo… verte escribir me hizo recordar algo.

—¿Qué cosa? —replicó curiosa.

Sebastián apoyó los codos sobre el escritorio, entrelazando las manos mientras su sonrisa se ensanchaba.

—¿Te acuerdas de aquella vez en la escuela, cuando nos sentaron juntos para hacer un trabajo y nuestros brazos chocaban constantemente? Tú eras zurda, yo diestro... Fue un caos.

Noelí parpadeó y luego se echó a reír cuando l recuerdo llegó como un rayo.

—¡Es cierto! Estábamos intentando escribir al mismo tiempo y terminamos empujándonos como niños de preescolar. —Sacudió la cabeza, divertida—. Creo que tú hiciste un rayón enorme en mi cuaderno.

Sebastián dejó escapar una carcajada.

—¡Sí, que malo fui! Pusiste una cara de enojo que, te lo juro, pensé que me ibas a tirar el cuaderno por la ventana.
Noelí lo miró con fingida indignación, aunque sus ojos brillaban con la calidez de la nostalgia.

—Te amenacé con devolvértelo, ¿no? .

—Lo hiciste, pero nunca cumpliste tu amenaza. Sabía que no lo harías -Sebastián alzó las cejas, divertido.

—¿Ah, sí? —respondió ella, arqueando una ceja—. ¿Y cómo estabas tan seguro?

—Porque eras demasiado buena para algo así. Podías estar molesta, pero siempre eras justa.

El comentario la tomó por sorpresa, y aunque intentó disimularlo, un leve sonrojo apareció en sus mejillas. Fingiendo no darle importancia, volvió a concentrarse en los documentos frente a ella.

—No sé si eso es un cumplido o una crítica… —murmuró, con una sonrisa que dejaba entrever lo mucho que había disfrutado del intercambio.

—Definitivamente un cumplido. Aunque, debo admitir, el rayón fue culpa mía -Sebastián levantó las manos en señal de inocencia.

Ambos rieron, dejando que el momento se llenara de la calidez de los recuerdos compartidos. Era como si esos minutos de complicidad les devolvieran un pedazo de la juventud, un lazo que, aunque invisible, seguía intacto.
La conversación se desvió hacia los documentos cuando Noelí llegó a la sección del horario de trabajo. Al leer las cuatro horas mínimas requeridas, levantó la vista con cierta inquietud.

—¿Cuatro horas al día? —preguntó, buscando confirmar.

—Así es —respondió Sebastián, inclinándose ligeramente hacia ella—. ¿Crees que podrás ajustarte a ese horario?

—Sí, creo que sí. Mi otro trabajo son solo cuatro horas semanales, así que puedo coordinarlo. Pero… —su voz se suavizó mientras mencionaba lo que más le preocupaba—. Tomás.

Sebastián asintió, comprensivo.

—Lo imaginé. No te preocupes, Noelí. Tenemos un área especialmente acondicionada para los hijos de los colaboradores. Podrías traerlo aquí y verlo cuando lo necesites.

—¿De verdad? Eso me quita un peso enorme de encima. No sabes cuánto significa para mí poder estar cerca de él. -Los ojos de Noelí se iluminaron con gratitud.

Sebastián sonrió, satisfecho al verla más aliviada.

—Este lugar fue diseñado pensando en los niños y en quienes los cuidan. Queremos que sea un espacio donde todos puedan sentirse apoyados.

Cuando Noelí finalmente se levantó para irse, Sebastián extendió la mano para despedirse. Al estrecharla, sintió el leve contacto cálido que dejó un rastro eléctrico en su piel. Aunque breve, ese instante lo dejó pensando, recordándole que, a veces, los gestos más pequeños podían guardar los sentimientos más profundos.

Al cerrar la puerta tras ella, Sebastián se quedó sentado en su escritorio, mirando el espacio que Noelí acababa de ocupar. Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios. Tal vez el destino no era tan caótico como a veces parecía.



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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