Era viernes, y Noelí llegó a casa después de una semana intensa pero gratificante. Había logrado organizarse entre sus dos trabajos, dedicar tiempo a Tomás y coordinar todo con Cora, quien, como siempre, había sido un pilar esencial para que todo fluyera. Se sentía realizada, como si por fin comenzara a recuperar una parte de sí misma que había perdido hacía tiempo.
Estaba tan cargada de energía positiva qué de regreso había pensado en aprovechar la tarde. La semana había sido ajetreada, y aunque estaba satisfecha con lo que había logrado, no podía ignorar que Martín había estado presente en casa, pero ausente emocionalmente. Era como si vivieran en mundos paralelos, cada uno ocupado en su propia rutina. Quizás era el momento de hacer algo diferente. Tal vez un paseo en familia podría ayudarlos a reconectar.
Al entrar, el aroma de un almuerzo recién servido llenaba la casa. Cora la recibió con una sonrisa mientras Tomás corría hacia ella con los brazos abiertos. Noelí lo alzó y lo cubrió de besos, sintiendo cómo la fatiga de la semana se desvanecía con la calidez de su hijo.
—¿Cómo estuvo todo hoy, Cora? —preguntó, mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero.
—Muy bien, señora. Tomás ha estado de maravilla. Comió, jugó y ahora estaba esperando a su mamá para almorzar juntos —respondió con una sonrisa.
-¿Y Martín?
—Se está preparando para salir de viaje...-respondió imaginándose que la repentina decisión tomaría por sorpresa a Noelí.
Noelí sintió un vacío en su estómago al ver cómo sus planes se venían abajo. Luego de dejar a Tomás en el suelo, subió a buscar a Martín. Lo encontró en la habitación, cerrando una maleta pequeña mientras revisaba algo en su teléfono. La escena la detuvo en seco.
—¿En serio te vas de viaje? —preguntó, tratando de mantener un tono ligero, aunque su pecho ya se apretaba.
Martín levantó la vista, notando su presencia, pero su expresión no cambió.
—Sí. Tengo que viajar urgente. Uno de los restaurantes está teniendo problemas financieros, y necesito estar allí para resolverlo.
Noelí sintió una punzada de frustración. Había estado ilusionada con la idea de tener un momento en familia después de tanto tiempo. Pero, una vez más, los negocios parecían tener prioridad.
—¿No podrías viajar mañana? —sugirió, con una leve esperanza en su voz—. Había pensado salir esta tarde, los tres. Tomar un café, pasear un poco. Hace mucho que no hacemos algo juntos…
Martín dejó el teléfono a un lado y suspiró.
—Noelí, sabes cómo es esto. Los negocios no esperan. Entiendo lo que dices, pero al regresar podemos planear algo, ¿sí?
—¿Y cuándo vas a regresar? —preguntó, tratando de mantener la calma.
—No lo sé con certeza. Tal vez en un par de días… -Martín se encogió de hombros.
No era la primera vez que él se iba sin un plan claro de regreso. A veces eran dos días, otras veces una semana. La incertidumbre era constante, y eso solo hacía que la distancia entre ellos se sintiera aún más profunda.
—Siempre es lo mismo, Martín. Nunca sabes cuándo vuelves, y mientras tanto, aquí estamos Tomás y yo, esperando a que te acuerdes de nosotros —dijo Noelí, su voz cargada de una tristeza contenida.
—Noelí, esto es lo que hago para mantener todo funcionando. No es fácil para mí tampoco, pero alguien tiene que hacerlo.
—¿Y si lo que estamos perdiendo es más importante que cualquier negocio? —replicó ella, sin apartar la mirada.
—Hablamos cuando regrese.
Noelí se quedó en silencio, mirando cómo Martín tomaba su maleta sin siquiera voltear a verla. La rabia y el dolor se mezclaban en su pecho, amenazando con desbordarse.
—¿Sabes qué? No sé qué duele más —dijo con la voz temblorosa pero firme—. Que siempre elijas irte, o que yo todavía tenga la esperanza de que un día te quedes.
Martín se detuvo por un instante en el marco de la puerta, pero no giró para mirarla. Solo apretó la mandíbula y continuó caminando. La puerta se cerró tras él, dejando a Noelí en un silencio ensordecedor.
Se dejó caer sobre la cama, con los ojos llenos de lágrimas. No sabía si eran de enojo, tristeza, o una mezcla de ambas.
¿Cuánto más voy a aguantar esto? pensó, mientras apretaba los puños con fuerza.