Lo que es para ti, te encuentra.

CAPÍTULO 19

El sábado amaneció con un cielo despejado, y el sol de primavera parecía invitar a salir. Noelí, sin embargo, seguía atrapada en la nube gris que Martín había dejado al partir. Había dormido poco, y su mente no dejaba de repetir las palabras de su esposo. Sus intentos de salvar lo que quedaba entre ellos parecían inútiles, y con cada discusión sentía que el abismo entre ambos se hacía más grande.

Pero ese día decidió no dejar que la tristeza la dominara. Con determinación, preparó una mochila con comida, una manta ligera y los juguetes favoritos de Tomás. Necesitaba respirar, salir de la casa que parecía más vacía que nunca sin Martín, pero también sin la calidez de lo que alguna vez compartieron.
El parque estaba lleno de vida. Sin embargo, Noeli estaba atrapada en sus pensamientos mientras observaba a Tomás, quien jugaba con una pelota.

Con una ligera sonrisa en los labios, se dejó llevar por el ambiente. El canto de los pájaros y el calor del sol parecían aliviar parte de la carga que llevaba dentro. Sin embargo, su mirada, a ratos perdida, se posaba en las familias a su alrededor. Algunas compartían risas, otras charlas animadas, y eso le hacía preguntarse ¿Cuándo fue la última vez que Martín y ella habían hecho algo así?

A medida que el tiempo pasaba, un pensamiento comenzó a colarse en su mente, uno que la hizo sentirse como una adolescente ¿Y si Sebastián estuviera aquí? La idea de encontrarse con él en ese lugar, con ese cielo despejado y la energía ligera que la rodeaba, la llenaba de una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar. ¿Estaba cometiendo una falta?

Noelí desvió la mirada hacia el horizonte para calmar sus pensamientos. Pero por más que lo intentaba, no podía. Había algo magnético en Sebastián que la atraía, no solo por su forma de ser, sino por la manera en que la hacía sentir: respetada, escuchada, querida. La confusión en su pecho crecía. ¿Era solo porque lo relacionaba con la inocencia de su adolescencia? ¿O porque buscaba consuelo para llenar los vacíos que Martín había dejado con su frialdad? Una idea fugaz cruzó su mente y la hizo estremecer: ¿Y si alguna vez su corazón se había enamorado de Sebastián?

De repente, su corazón dio un vuelco, y sus pensamientos se detuvieron por completo.

Allí estaba él.

Sebastián caminaba con ese andar tranquilo que parecía ser una extensión de su esencia, acompañado por un pequeño bulldog francés que trotaba alegremente a su lado. Llevaba un suéter claro, cuya suavidad contrastaba con el bronceado ligero de su piel, y su mirada, cálida y serena como siempre.
Noelí sintió cómo sus mejillas comenzaban a arder. Bajó la cabeza rápidamente, esperando que el cabello pudiera ocultar su rubor. Pero a pesar de su intento de disimulo, sus ojos se alzaban una y otra vez, robándole miradas furtivas, como si quisieran grabar cada detalle de él.

¿Por qué me siento así? se reprendió a sí misma, con un nudo en el estómago que no sabía si era nerviosismo o emoción.
Sebastián se detuvo un momento y al hacerlo, alzó la vista. En ese instante, sus ojos se encontraron.

Fue como si el mundo se silenciara y solo quedaran ellos dos, conectados en una mirada que lo decía todo y a la vez nada.
Sebastián sonrió de forma amplia y sincera que hizo que el pecho de Noelí se llenara de algo que no podía nombrar. Con pasos tranquilos, casi deliberados, comenzó a caminar hacia ella, sosteniendo la correa del perro con una mano mientras la otra se deslizaba por el bolsillo de su pantalón.

Noelí sintió que su corazón se aceleraba de forma irremediable. Se puso de pie lentamente, como si el movimiento pudiera ayudarla a recuperar el control de sus emociones. Pero cada paso que Sebastián daba hacia ella hacía que la distancia se acortara, no solo físicamente, sino de una manera que parecía trascender el tiempo.
Cuando estuvo frente a ella, el aire entre ambos pareció llenarse de magia. Noelí, atrapada entre la emoción y la vergüenza, se esforzó por mantener la compostura, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de nerviosismo y una chispa de ilusión.

—Sebastián… Hola. No esperaba verte aquí.

—Yo menos pero debo decir que es una agradable sorpresa —respondió soltando la correa del pequeño bulldog, que inmediatamente se lanzó a inspeccionar a Tomás.
El niño, emocionado, se inclinó para acariciar al perro. Sebastián observó la escena con una calidez en los ojos que no necesitaba palabras para expresarse.

—Creo que ya son mejores amigos —bromeó.

Noelí dejó escapar una risa, relajándose un poco. El ambiente entre ellos se sentía fácil, como si estuvieran retomando una conversación que había quedado en pausa hacía años.

—Vine a despejarme un poco. Thomas adora este parque y… bueno, necesitaba salir de casa —dijo ella, mientras su mirada se desviaba hacia el horizonte, evitando encontrarse con los ojos de Sebastián.

Sebastián inclinó ligeramente la cabeza, estudiándola. Había algo en su tono, una tristeza oculta bajo su sonrisa, que no pasó desapercibida para él.

—A veces es bueno salir, respirar, tomar un poco de distancia —dijo, con un tono suave que parecía invitarla a confiar en él.
Noelí asintió, pero no respondió. Había tanto que quería decir, tantas cosas que pesaban en su pecho, pero no era el momento ni el lugar. Sebastián, como siempre, pareció entenderlo sin necesidad de palabras.

—¿Te parece si caminamos un poco? Creo que ellos dos ya tienen planes —añadió, señalando a Tomás y al perro, que corrían alrededor de un árbol como si fueran viejos amigos.

La propuesta la tomó por sorpresa, pero no pudo encontrar una razón para negarse. Caminaron en silencio al principio, con el sonido de las risas de Tomás llenando los espacios vacíos entre ellos. Noelí sentía cómo la presencia de Sebastián la calmaba, pero al mismo tiempo la llenaba de emociones que no sabía manejar.

—Siempre me pregunté cómo sería reencontrarte algún día —dijo Sebastián de repente, rompiendo el silencio.
Noelí lo miró, sorprendida, y él le devolvió la mirada con una honestidad que la desarmó.



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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