Lo que es para ti, te encuentra.

CAPÍTULO 21

Después de una semana, Martín llegó de madrugada, Noelí, estaba despierta en la penumbra de la habitación. Escuchó cómo subía las escaleras despacio, como si tratara de no hacer ruido. Su primer impulso fue levantarse, como lo había hecho tantas veces en el pasado, para asegurarse de que todo estuviera bien, para preguntarle cómo había ido el viaje. Pero esta vez, se detuvo.

¿Para qué? se preguntó mientras se giraba hacia el lado opuesto de la cama. Sabía que las respuestas serían las mismas frases vacías, y temía encontrarse con el desprecio que, últimamente, parecía acompañar cada gesto de Martín.
Lo escuchó entrar al baño, y como el agua de la ducha caía. Cuando finalmente se acostó a su lado, ni siquiera rozó su mano, como solía hacerlo. Ya no había abrazos espontáneos, ni susurros cariñosos antes de dormir. Simplemente, el peso de su cuerpo hundiendo el colchón fue lo único que le indicó que estaba allí. Noelí cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo su corazón se marchitaba un poco más.

El día comenzó con una tensión palpable en el aire. Noelí, aunque había dormido poco, se levantó temprano y se ocupó de las tareas habituales con una calma que parecía estudiada. Cuando Martín bajó las escaleras, la encontró en la cocina preparando el desayuno.

—Buenos días —saludó primero él.

—Buenos días —respondió Noelí serena, mientras colocaba las tostadas en la mesa junto al café.

El tono neutro de su saludo no pasó desapercibido para Martín, quien se sentó a la mesa y observó cómo Noelí servía el desayuno. Ella puso un plato frente a él, junto con una taza de café, y se sentó al otro extremo de la mesa con un cuenco de frutas para sí misma.

El silencio entre ellos fue casi ensordecedor. Martín dejó la taza sobre la mesa con un golpe sutil, buscando captar su atención.

Martín apretó los labios. Estaba acostumbrado a las respuestas breves de Noelí, pero ese día su actitud lo desconcertaba. Había una distancia diferente, una frialdad que no sabía cómo descifrar.

Después del desayuno, mientras revisaba unos documentos en el salón, escuchó cómo Noelí hablaba con Cora en la cocina.

—Gracias, por hacerlo, Cora. Voy a aprovechar a salir con Tomás después de almorzar —con la ama de llaves era cálida, en contraste con él.

Martín frunció el ceño, dejando los papeles a un lado. Se levantó y caminó hacia la cocina, apoyándose en el marco de la puerta.

—¿Vas a salir? —preguntó tratando de sonar despreocupado.
Noelí se giró hacia él con la misma sonrisa medida de antes.

—Sí, quiero llevar a Tomás al parque un rato. También puedes venir con nosotros.

Martín arqueó una ceja. Sin embargo, su expresión pronto se endureció. Queria descubrir si seguiria insistiendo como solía hacer o tambien había cambiado en eso.

—No puedo, tengo que terminar de revisar estos documentos.

—Entiendo —dijo Noelí, tranquila aunque en su interior, aquella negativa era como un eco más del distanciamiento entre ellos.

Martín apretó los puños, molesto por la actitud de Noelí, pero no dijo nada.

En la hora del almuerzo, el silencio en la mesa fue aún más pesado. Noelí comía enfocada en Tomás, limpiándole las manos o animándolo a comer más. Martín intentó iniciar una conversación para seguir estudiándola.

-¿Cómo va el trabajo? —preguntó, esforzándose por sonar casual.

—Muy bien. La segunda semana fue mejor que la anterior —respondió con una sonrisa pequeña pero forzada. Luego, desvió la mirada hacia Tomás, que estaba jugando con una tostada en su silla alta.

—Al final el viaje fue más complicado de lo que esperaba, pero logré estabilizar las cosas en el restaurante.

-Me alegro -Noelí levantó la mirada para luego bajarla.

Cada respuesta indiferente, hacia que Martín se preguntara qué era lo que estába buscando?

Por primera vez en mucho tiempo, Martín sintió una punzada de miedo. Un miedo que nacía no solo de la actitud distante de Noelí, sino de la posibilidad de que ella hubiera descubierto la verdad. Si era así... No podía permitirlo. Había cometido errores, sí, pero siempre creyó que podía controlarlo todo, manejarlo a su manera, mantener las apariencias. Pero la indiferencia de Noelí le daba la impresión de que su perfecto esquema empezaba a resquebrajarse.

—Noelí, ¿por qué no me respondiste cuando te escribí que había llegado?

Ella dejó los cubiertos con cuidado sobre el plato, respiró hondo y lo miró.

—Porque imaginé que estarías ocupado y no tenía sentido molestarte.

—¿Molestarme? —repitió Martín, incrédulo, mientras se inclinaba hacia adelante. —Noelí, un mensaje no me molestaría. Lo que me molesta es este… comportamiento.

—¿Qué comportamiento, Martín? —preguntó ella, manteniendo la calma, aunque su voz tenía un filo apenas perceptible.
—Esto. —Martín hizo un gesto amplio con las manos—. Esta distancia. Esta frialdad. Últimamente parece que solo estás esperando que yo falle para recriminarme algo.

Noelí sintió cómo su paciencia, cuidadosamente contenida, comenzaba a desgastarse.

—¿De verdad crees que esto es una competencia para ver quién falla más? Solo, estoy cansada.

—¿Cansada? —repitió con una risa seca—. ¿De qué, Noelí? ¿Del trabajo, de estar en casa? ¿De mí, tal vez?

—Estoy cansada de no saber si aún estamos en el mismo equipo, Martín. Eso es todo -respondió simple y directa.
Sus palabras lo golpearon como una bofetada. Por un momento, no supo qué responder. Apretó los labios y desvió la mirada, buscando recuperar el control de la conversación.

—Si esto es una forma de castigarme, te aseguro que no va a funcionar. -Martín dejó el tenedor con un golpe seco sobre la mesa.

—No estoy castigándote. Solo estoy reflejando lo que siento. -Noelí lo miró, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.
La respuesta de Noelí, tan sencilla pero cargada de verdad, hizo que Martín sintiera cómo su control resbalaba entre sus dedos. ¿Está insinuando algo? Su mente empezó a trabajar rápido, buscando una manera de desviar la conversación, de recuperar la ventaja.



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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