—¿Sabes? A veces pienso que no entiendo nada del amor -Noelí soltó parte de sus dudas.
Sebastián la observó intrigado, pero no la interrumpió. Le dio el espacio para que continuara.
—Siempre pensé que el amor era darlo todo, incluso cuando duele, incluso cuando parece que no queda nada. Pero últimamente me pregunto si no he estado equivocada todo este tiempo.
—El amor, como yo lo veo, no debería doler así. No es un sacrificio constante, ni una lucha por aferrarte a algo que te hace sentir menos de lo que eres.
—¿Y qué debería ser entonces? —preguntó en un susurro.
Sebastián sonrió ligeramente, como si su respuesta viniera de un lugar profundo dentro de él.
—El amor debería ser un refugio. Un lugar donde puedas ser tú misma, sin miedo, sin máscaras. No es perfecto, claro, pero tampoco es una constante batalla por demostrar tu valía. Es apoyarse mutuamente, crecer juntos, y sobre todo, recordarse cada día por qué eligieron estar ahí, incluso en los momentos difíciles.
Las palabras de Sebastián la golpearon con fuerza, haciendo que su pecho se apretara. No era lo que había experimentado últimamente, no con Martín.
—¿Crees que es posible encontrar algo así? —preguntó, más para sí misma que para él.
Sebastián dejó su taza sobre la mesa, tomándose un momento antes de responder.
—Sí, lo creo. No creo que sea fácil, pero creo que es posible. Aunque… —hizo una pausa, como si midiera sus palabras— creo que también requiere reconocer cuándo lo que tienes ya no es amor, sino una lucha por sostener algo que se ha perdido.
Noelí apartó la mirada con sus pensamientos girando en espiral. ¿Y si era eso lo que estaba haciendo con Martín? ¿Aferrándose a algo que ya no existía?
—¿Alguna vez has sentido eso? —preguntó de repente.
Sebastián se sorprendió por la pregunta, pero su expresión se suavizó rápidamente.
—Creo que sí. —respondió—. Hubo un tiempo en el que pensé que el amor era algo que nunca podría tener. Crecer en un orfanato hace que te cuestiones muchas cosas, incluido si eres digno de ser querido. Pero con el tiempo aprendí que el amor no se trata solo de recibirlo, sino de ser capaz de darlo sin esperar algo a cambio.
La mirada de Noelí brilló con una mezcla de sorpresa y empatía. Las palabras la llenaron de una nueva perspectiva.
—Eso suena… diferente a lo que siempre creí. —admitió, sintiendo un nudo en la garganta—. Supongo que he estado mirando todo de la manera equivocada.
—No creo que sea cuestión de equivocación, Noelí. Todos aprendemos sobre el amor de maneras diferentes. Pero lo que importa es cómo lo vives, cómo te sientes contigo misma cuando amas. Si el amor te hace sentir menos, entonces algo no está bien.
Un silencio cálido llenó la habitación mientras Tomas corría hacia Noelí, riendo con el perro detrás de él. Ella lo alzó en brazos, abrazándolo con fuerza mientras su mente procesaba las palabras de Sebastián.
—Gracias por decir eso —dijo finalmente, mirando a Sebastián con una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.
—No tienes que agradecerme, Noelí. Solo quiero que recuerdes algo: mereces un amor que te haga sentir viva, no una carga que te consuma.
Las palabras se quedaron flotando en el aire, y aunque Noelí no respondió, sus pensamientos y dudas en su interior parecieroon encajar. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tenía permiso para cuestionar, para imaginar un futuro diferente y mejor.