CAPÍTULO 26

Martín entró con pasos silenciosos, claramente sorprendido al verla despierta. Sus ojos la buscaron de inmediato, y por un instante, pareció analizarla, como si intentara descifrar sus pensamientos.

—No esperaba encontrarte despierta —dijo finalmente, con un tono neutral pero cargado de una sensación extraña que Noelí no pudo identificar del todo.

—No podía dormir. -lo observó con calma, colocando la taza sobre la mesa.

—¿Pensando en algo importante? -Martín dejó el maletín junto al sofá y se acercó con una sonrisa que daba escalofríos.

—A veces, el silencio de la noche hace que las ideas den vueltas —respondió, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—¿Y en qué estabas pensando exactamente? —preguntó tomando distancia.

Noelí giró su mirada hacia la ventana, como si buscara en la oscuridad la fuerza para continuar. Finalmente, respondió con voz serena.

—De nosotros. De lo que hemos perdido.

Las palabras parecieron golpearlo. Martín apretó los labios, en un gesto que delataba su incomodidad. Se quedó callado por un momento antes de cruzar los brazos.

—¿Es tu manera de decirme que estás buscando una salida?
Noelí lo miró, sintiendo una mezcla de incredulidad y tristeza.

—¿Buscar una salida? —repitió—. ¿De verdad crees que estoy planeando algo contra ti?

Martín soltó una risa amarga y negó con la cabeza.

—No sé qué pensar últimamente, Noelí. Has cambiado. Estás… distante... fría...me pregunto si todo esto no es una forma de decirme que quieres separarte.

A pesa del golpe bajo de Martín, Noelí no retrocedió. En lugar de callar como solía hacer, levantó la cabeza y sostuvo su mirada.

—¿Separarme? —preguntó con un tono firme—. Martín, lo único que he querido es que tú y yo volvamos a conectar, que encontremos una forma de sanar lo que hemos perdido. Pero si crees que estoy buscando separarme, quizás eres tú quien lo está considerando.

—No voy a discutir una tontería como esa -dio un paso atrás, evitando su mirada.

Cuando Martín se giró para irse la voz de Noelí lo detuvo, tan cortante como un filo.

—No huyas, Martín. —Él se detuvo en seco y sus hombros se tensaron al escucharla.

—¿Qué dijiste? —preguntó mientras se giraba hacia ella, con una mezcla de sorpresa y enojo en su rostro.

—Que no huyas. Siempre haces lo mismo. Cuando las cosas se complican, buscas cualquier excusa para evitar enfrentarlas. —Noelí lo miró con firmeza, sin apartar los ojos de él—. Yo estoy aquí, dispuesta a hablar, a encontrar soluciones, pero tú… solo te escapas. Es más fácil culparme a mí que aceptar lo que realmente está pasando.

—Noelí, estás cruzando una línea.- Martín apretó los puños, visiblemente molesto.

—¿Qué línea? —preguntó alzando la voz—. ¿La línea de decirte la verdad? Porque parece que a ti eso no te gusta.

Martín la miró por un largo momento con una mezcla de rabia y desconcierto, hasta que soltó un suspiro pesado y negó con la cabeza.

—Esto es inútil. —Su voz estaba cargada de frustración—. Si lo que quieres es que me sienta culpable, no va a funcionar.

—No busco culparte, Martín —respondió Noelí, con una tristeza que era palpable—. Solo quiero que dejes de fingir que todo está bien cuando claramente no lo está. Quiero que dejes de huir, por una vez.

Martín no respondió. En lugar de eso, se dirigió hacia las escaleras. Antes de subir, se giró una última vez hacia ella.

—Solo espero que no estés haciendo algo de lo que te arrepientas.

Noelí, lejos de quedarse callada, avanzó un paso hacia él.

—Más vale que seas tú quien no se arrepienta, Martín. Porque no voy a perdonarte nunca si haces o hiciste algo que nos destruya por completo.

Martín la miró con una mezcla de sorpresa y enojo, pero no dijo nada. Subió las escaleras, dejando la conversación en un silencio tenso que parecía llenar toda la casa.

Noelí se quedó en la sala, con el pecho agitado. Aunque las palabras salieron con más fuerza de la que esperaba, una pequeña parte de ella se preguntaba qué estaba dispuesta a hacer si descubriese que Martín realmente estaba escondiendo algo.