Lo que es para ti, te encuentra.

CAPÍTULO 28

El auto de Martín se detuvo frente al instituto en medio del bullicio matutino. La fachada del lugar tenía un aire acogedor, casi familiar, pero para él no era más que un escenario donde podía encontrar las respuestas que buscaba.

Se quedó unos minutos dentro del auto, con la mirada fija en la entrada. Estaba ahí por una excusa que ni él mismo creía del todo: visitar a Noelí y a Tomás. Pero la verdad era mucho más oscura. Necesitaba saber qué o quién había transformado a Noelí en esa mujer distante que apenas lo miraba a los ojos.

Finalmente, salió del auto, ajustándose la corbata con un gesto mecánico. Su postura era impecable, como si quisiera proyectar una imagen de control absoluto. Pero por dentro, su mente era un caos. Cada paso que daba hacia la puerta del instituto estaba acompañado por un eco de dudas y resentimientos.

Entró con pasos firmes y le indicó a la recepcionista que buscaba a su esposa.

—Ah, la señora Noelí está en el aula con los niños —respondió la joven con una sonrisa profesional—. ¿Desea que la llame?

—No, solo quiero esperarla. ¿Puedo? -Martín negó con la cabeza.

—Por supuesto, tome asiento.

Se quedó en el pequeño salón de espera, pero su mente no dejaba de trabajar. Miraba a su alrededor, observando cada detalle, como si el ambiente pudiera darle respuestas, hasta que vio a un muchacho pasar por el pasillo. Su mandíbula se tensó. Era un hombre que, con su porte tranquilo y seguro, irradiaba algo que lo incomodaba profundamente.

¿Será él? La duda lo consumía por lo que decidió investigar.

—¿Señor ...? —preguntó acercándose con una sonrisa tensa.
Sebastián levantó la mirada, sorprendido por la interrupción.

—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Soy Martín, el esposo de Noelí. Quería conocerlo personalmente y agradecerle por darle esta oportunidad de trabajar. Ha sido importante para ella.

Sebastián estrechó su mano con cordialidad, aunque algo en la actitud de Martín le pareció forzado.

—Es un placer conocerlo. Noelí es una gran profesional, estamos muy contentos de tenerla aquí.

—El gusto es mío, Sebastián. Noelí me ha hablado mucho de ti.

Sebastián mantuvo su sonrisa, pero había algo en el tono de Martín que lo puso en alerta.

—Espero que sea algo bueno —respondió, intentando aligerar la tensión que parecía flotar en el aire.

—Por supuesto. Ella está muy contenta trabajando aquí. Pero, ya sabes, como esposo, siempre es bueno asegurarse de que todo esté en orden.

Sebastián percibió el trasfondo de esas palabras, pero decidió no morder el anzuelo.

—Noelí está haciendo un trabajo admirable. Se nota que es una mujer apasionada por lo que hace. Pero claro, si en algún momento necesita ajustar su horario, estamos dispuestos a ayudarla.

Martín asintió, intentando mantener una expresión neutral, pero por dentro sentía cómo la irritación crecía.

¿Por qué tiene que decirlo así? ¿Por qué suena tan… protector?

Martín apretó los labios y cruzó los brazos, intentando calmarse. Pero su mente ya estaba llenándose de pensamientos que no podía ignorar. Sebastián no era solo el director del instituto; se notaba que era alguien que había ganado la confianza de Noelí rápidamente.

La idea lo llenó de una inseguridad que no quería aceptar. Durante años había sido el centro del mundo de Noelí, su protector, su esposo. Ahora, la posibilidad de que alguien más pudiera ocupar su lugar lo enfurecia.

—Bueno, si hay algo más que pueda hacer para que Noelí se sienta más cómoda en el trabajo, por favor no dudes en decírmelo.

Claro. Gracias por la disposición. -Martín esbozó una sonrisa tensa.

Pero mientras extendía la mano para estrechar la de Sebastián, sintió cómo una chispa de rivalidad se encendía en su interior. No era solo Sebastián quien lo irritaba; era lo que representaba. Sebastián era la calma frente a su caos, el apoyo frente a su ausencia, el hombre que podría ofrecerle a Noelí todo lo que él había dejado de darle.

Y eso, pensó Martín, era algo que no podía permitir.

—Martín, ¿qué haces acá? -Noelí apareció al final del pasillo, con una mezcla de sorpresa y cautela. Tomás estaba a su lado, agarrado de su mano.

—Quería darles una sorpresa —respondió suavizando su tono mientras caminaba hacia ella—. Y ver cómo estaban.
La mirada de Noelí viajó entre Martín y Sebastián, consciente de la tensión sutil que flotaba entre ellos.

—Estamos bien. Pero podrías haberme avisado.
Sebastián intercambió una mirada con Noelí, percibiendo el malestar que ella intentaba disimular.

—Lo sé, pero pensé que valía la pena intentarlo —dijo Martín, con una sonrisa—. Además, quería ver este lugar del que hablas tanto.

Sebastián, percibiendo que su presencia no era necesaria, dio un paso atrás.

—Fue un placer conocerlo, señor Martín. Si me disculpan, tengo asuntos que atender.

Martín asintió, pero cuando Sebastián se alejó, no pudo evitar mirar a Noelí con una mezcla de reproche y sospecha.
Noelí, por su parte, intentó mantener la calma.

—¿Qué estás buscando exactamente?

—Nada —respondió Martín, con una sonrisa forzada—. Solo quería conocer el lugar que parece haberse vuelto más importante para ti que tu propia casa.

Las palabras eran un golpe bajo, y Noelí lo sabía. Pero en lugar de reaccionar, decidió tomar a Tomás en brazos y alejarse un poco.

—Si no tienes nada más que hacer aquí, Martín, deberíamos seguir con nuestras cosas.

Martín la siguió con la mirada mientras se alejaba, su mente calculaba su próximo movimiento.

"Esto no termina aquí, Noelí."



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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