Lo que es para ti, te encuentra.

Capítulo 32

La noche había sido un interminable desfile de pensamientos y dudas. Noelí se había quedado sentada en el borde de la cama hasta que el amanecer tiñó de tonos suaves el cielo. Martín había dormido a su lado, completamente ajeno al torbellino que se desataba en su mente.

Cuando la luz del sol se coló por las cortinas, decidió levantarse. Sabía que el cansancio le pasaría factura, pero no podía quedarse quieta. Sus pasos la llevaron a la cocina, donde el aroma del café recién hecho llenaba el aire, cortesía de Cora.

—Buenos días, señora Noelí —dijo la mujer mayor con su sonrisa habitual, aunque al ver las ojeras bajo los ojos de Noelí, su expresión se tornó preocupada—. ¿No durmió bien?
Noelí intentó devolverle la sonrisa, pero fue un gesto débil, apenas una sombra de calidez.

—No mucho, Cora. Fue una de esas noches…
Cora dejó la taza que estaba secando y la miró con detenimiento, cruzando los brazos sobre su delantal.

—Algo me dice que no es solo el insomnio, ¿verdad?
Noelí suspiró y se dejó caer en una de las sillas del comedor, sosteniendo la cabeza entre las manos. Sabía que Cora no era de las que se daban por vencidas fácilmente.

—Cora, no es nada de lo que debas preocuparte.
La mujer arqueó una ceja, claramente no convencida, y se sentó frente a ella.

—Señora Noelí, he trabajado aquí el tiempo suficiente para saber cuándo algo no está bien. He visto a la pareja feliz que ustedes eran, y lo que veo ahora… —hizo una pausa, midiendo sus palabras—. Bueno, parece que la relación se ha roto.
Noelí sintió un nudo en la garganta. Por un momento, pensó en negar todo, en desviar la conversación hacia algún tema trivial. Pero no podía. No ahora.

—Tienes razón —admitió en un susurro—. Y no sé cómo arreglarlo—. No sé en qué momento todo cambió. Pero ya no somos los mismos, Cora. Y… creo que está guardando Un Secreto.

Cora ladeó la cabeza, sus ojos llenos de empatía.

—¿Ha intentado hablar con él?

-Demasiadas veces., pero es como hablar con una pared. Cada vez que lo confronto, se pone a la defensiva o cambia el tema. Y no puedo seguir así, Cora. Necesito saber la verdad, sea cual sea.

La mujer tomó las manos de Noelí entre las suyas, un gesto que había hecho tantas veces en los años que llevaba trabajando con la familia.

—Señora Noelí, usted es una mujer fuerte. Y si siente que algo no está bien, tiene todo el derecho de buscar respuestas. Pero hágalo con cuidado. A veces, la verdad puede doler más de lo que esperamos.

Noelí asintió, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar, pero las contuvo.

—Lo sé. Pero creo que es peor vivir en esta incertidumbre, en esta… mentira.

Cora le dio un suave apretón en las manos antes de soltarla y levantarse.

—Entonces, lo único que puedo decirle es que siga adelante. Pero recuerde que, pase lo que pase, siempre tendrá mi apoyo. Y el de Tomás.

Esas palabras, tan sencillas pero llenas de significado, le dieron a Noelí la fuerza que necesitaba. Observó a Cora retomar sus quehaceres y se prometió a sí misma que ese día sería diferente.

Se levantó de la silla con una nueva determinación. Miró hacia la ventana de la cocina, donde los rayos del sol iluminaban suavemente el jardín. A pesar de su cansancio, sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo. Era hora de actuar.

El sol del sábado iluminaba la casa con un resplandor engañoso. Dentro, el ambiente era todo menos cálido. Noelí y Martín no se habían dirigido la palabra en toda la mañana. Sus movimientos se reducían a gestos automáticos: él tomando su café, ella preparando el desayuno para Tomás. Ninguno se atrevía a romper el silencio que los envolvía, pero ambos estaban atrapados en sus propios torbellinos internos.
Noelí se movía por la cocina con aparente calma, pero su mente era un caos. Desde su lugar en la isla, observaba a Martín con atención, sus gestos, sus movimientos. Cada pequeño detalle le parecía una pieza clave en un rompecabezas que no lograba resolver.

"¿Por qué siempre parece estar al límite?" Pensó mientras lo veía revisar su teléfono.

Martín, por su parte, estaba atrapado en sus propios pensamientos. Sabía que Noelí lo observaba. Podía sentir su mirada fija, evaluándolo, como si intentara descifrarlo.

"Ella sabe que algo está mal", pensó, con un nudo en el estómago.

Se llevó la taza de café a los labios, pero el líquido no calmó su creciente ansiedad. Desde que había estado en el instituto, desde que había sentido la tensión entre él, Sebastián y Noelí, sabía que no tenía escapatoria. Noelí era inteligente, demasiado para creer en sus excusas por mucho más tiempo. Y si lo enfrentaba directamente… ¿qué le diría?

De repente, su teléfono vibró sobre la mesa. Noelí, que estaba lavando un plato, levantó la mirada instintivamente. Martín lo tomó con rapidez, inclinándose hacia atrás en la silla para proteger la pantalla de su vista.

—¿Algo importante? —preguntó con tono casual, aunque su corazón se aceleró.

Martín levantó la vista con una sonrisa tensa, la misma que usaba siempre que quería evitar un tema.

—No. Nada. Voy a revisar unos documentos en el estudio —anunció él de repente, levantándose con tanta brusquedad que la silla chirrió contra el suelo.

—Claro —respondió Noelí, esforzándose por mantener la neutralidad en su tono.

Lo vio salir de la cocina con el teléfono aún en la mano, y sintió cómo el peso de la incertidumbre se hacía más fuerte.
En el estudio, Martín cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en la silla frente al escritorio. Miró el mensaje nuevamente y soltó un suspiro de frustración.

Era de una colega con la que había cruzado la línea más de una vez. Martín sintió cómo su corazón se aceleraba al leerlo:
"¿Nos vemos más tarde?"

El nudo en su estómago se apretó aún más.

"¿Por qué ahora?" Pensó con frustración. Todo estaba desmoronándose, y esa mujer tenía la peor sincronización del mundo.



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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