Las palabras cayeron como una cachetada. Noelí abrió los ojos con incredulidad, retrocediendo un paso como si el aire hubiera sido arrancado de sus pulmones.
—¿Qué…? —susurró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
Martín soltó una risa seca, sin rastro de arrepentimiento.
—Lo que oíste. He estado con alguien más. Y no fue un error, Noelí. Fue un escape. Un respiro de esta… monotonía que tú misma creaste.
El dolor en su pecho se transformó en una mezcla de ira y desesperación.
—¿Cómo te atreves a decir eso? —dijo temblando, pero llena de furia—. Yo he estado diempre contigo, Martín. He dejado todo por ti: mi carrera, mi familia, mi vida. Me mudé a esta ciudad porque tú lo pediste. ¿Y así me pagas?
Martín apretó los labios, pero no desvió la mirada.
—¿Y qué querías que hiciera, Noelí? —replicó, con un tono que oscilaba entre el desprecio y la defensa—. ¿Quedarme aquí, soportando tus constantes quejas, tus reproches, tu necesidad de encontrar algo malo en todo?
—¡Mis reproches! —gritó ella, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos—. Mis reproches vienen porque tú dejaste de ser el hombre con el que me casé, Martín. Dejaste de mirar por nosotros, por esta familia.
—¿Y tú dejaste de ser la mujer que necesitaba! —replicó él, alzando la voz, y la frustración desbordándose—. ¿Qué esperabas que hiciera, Noelí? ¿Quedarme atrapado en este matrimonio que no me da nada más que reproches?
—Debiste hablarlo... contarlo para encontrar una solucion... como yo lo intenté cuando ¡vi que la relación se estaba viniendo abajo!- el cristal finalmente se rompió y Noelí sintió cómo su corazón se desgarraba.
—¿Solución? Tal vez esto ya no tenía arreglo, pero no soy el único que ha fallado aquí y lo sabes bien...
—¿De qué hablas? —preguntó confusa.
Martín se acercó un paso más, con la mirada encendida por la rabia.
—¡Oh, vamos, Noelí! ¿Qué me dices de Sebastián? ¿El señor perfecto? Seguro que te consuela, te escucha, te dice lo maravillosa que eres.
Las palabras de Martín fueron como cuchillas, cargadas de veneno, cada una diseñada para herirla en lo más profundo. Noelí lo miró, sintiendo que la humillación y el dolor se enredaban en un nudo en su pecho.
—No sabes lo que estás diciendo… —murmuró, pero su voz se quebró, débil bajo el peso de su propio sufrimiento.
Martín soltó una risa amarga, casi cruel, que resonó como un eco en la habitación vacía.
—¿No? Claro que lo sé. Si tanto admiras a ese tipo, ¿por qué no vas con él? Seguro que estará encantado de demostrarte cuánto vales.
El sarcasmo y la burla en su tono eran como un golpe directo, pero esta vez, Noelí no pudo contenerse. Las lágrimas que había estado reprimiendo comenzaron a caer, no por tristeza, sino por la indignación que hervía en su interior.
—¡Nunca he traicionado este matrimonio, Martín! ¡Nunca! —exclamó cargada de una verdad que no estaba dispuesta a negar—. Ni siquiera Sebastián, por más amable y comprensivo que haya sido conmigo, me hizo querer irme de tu lado.
Martín la miró en silencio mientras Noelí avanzaba un paso, dejando salir todo lo que había estado guardando durante meses.
—Pero tú… lo destruiste. ¡Tomaste la decisión de traicionarme!
Martín apretó los puños, como si estuviera conteniendo una explosión de emociones. Finalmente, se giró hacia ella con frialdad.
—Noelí, tú rompiste esta familia cuando decidiste que nada de lo que hacía era suficiente.
Las palabras fueron como un mazazo, cada una con la intención de hacerla sentir culpable, de arrebatarle cualquier pizca de certeza que pudiera quedarle.
—¡Te equivocas! —gritó con la desesperación de quien busca aferrarse a la verdad que le están robando—. Yo no hice esto. ¡Fuiste tú!
Martín negó con la cabeza, pero no la miró.
—Será mejor que lo pienses bien.
Con eso, se alejó, dejando a Noelí sola en el salón. Su figura desapareció por el pasillo, pero el eco de sus palabras seguía resonando en el aire como una sentencia.
Noelí se dejó caer en el sofá, abrazando sus piernas mientras las lágrimas corrían sin control por su rostro.
"¿Y si tiene razón? ¿Y si de verdad fallé? ¿Y si no fui suficiente?"
El pensamiento era como una daga que se clavaba más profundamente con cada repetición. Había dado todo de sí misma, había sacrificado tanto por ese matrimonio, por Martín, por su familia. Y ahora, esas palabras crueles habían plantado una semilla de duda que no podía arrancar.
La sala, con sus recuerdos y su historia, parecía un lugar extraño, un escenario de un amor que había sido destruido. Noelí enterró el rostro en sus rodillas, sintiendo que todo lo que alguna vez creyó seguro se había convertido en un mar de cristales rotos.
Y entre esos fragmentos, no sabía si podía encontrar la fuerza para levantarse otra vez.