Lo que es para ti, te encuentra.

capitulo 37

Noelí se levantó al amanecer con una energía y determinación que parecía haber desaparecido luego de la discusión con Martín. Sin embargo, Noelí podia seguir siendo fuerte y mantener firme sus ideales.

Bajó a la cocina y se encontró con Cora preparando el desayuno.

-Señora Noelí, ¿quiere un café?

Noelí negó con la cabeza, apoyándose en la isla de la cocina.
—Cora, necesito tu ayuda.

—Por supuesto,. ¿Qué necesita? -dejó lo que estaba haciendo de inmediato y la miró con atención.

—Voy a irme. Necesito que me ayudes a empacar algunas cosas para Tomas y para mí. Solo lo esencial.

Cora la observó con una mezcla de sorpresa y comprensión. No le pidió explicaciones ni intentó detenerla. Había visto suficiente para entender que esta decisión no era impulsiva, sino el resultado de un corazón roto que buscaba salvarse a sí mismo.

—Entendido. ¿Quiere que empecemos ahora?

—Sí, por favor. Quiero que todo esté listo antes de que Martín vuelva.

Juntas subieron al dormitorio principal. Mientras Noelí seleccionaba ropa y artículos necesarios, Cora trabajaba con diligencia y en silencio, respetando el momento. Cuando llegaron al cuarto de Tomás, las pequeñas prendas y juguetes que recogían parecían amplificar la realidad de lo que estaba ocurriendo.

Cuando bajó con las maletas y vio a Tomásjugando con un pequeño muñeco en la sala, su corazón se tensó. Se agachó junto a él y lo abrazó con fuerza, besando su cabello.

—Vamos, amor. Es hora de una nueva aventura.

Noelí echó un último vistazo a la casa que había sido su hogar. No era solo una despedida de las paredes que la habían contenido durante tanto tiempo; era una despedida de la mujer que había sido, de los sueños que había tenido y de las promesas que no se habían cumplido.

Cuando cerró la puerta detrás de ella, sintió una mezcla de tristeza y liberación.

-Lo lograré - pensó, con una determinación que comenzaba a reemplazar el dolor.

La casa estaba en silencio cuando Martín abrió la puerta. El ambiente, que antes era cálido y lleno de vida gracias a los pequeños ruidos cotidianos de Tomás y Noelí, ahora parecía vacío, desolado. Sus pasos resonaron en el pasillo, amplificando la sensación de soledad. Dejó las llaves sobre la mesa y miró alrededor, buscando algo que no sabía cómo nombrar.

—¿Noelí? ¿Tomás? —preguntó, aunque en su interior ya sabía la respuesta.

El eco de su propia voz fue su única compañía. Caminó hacia la sala y vio una hoja de papel doblada cuidadosamente sobre la mesa del comedor. Su nombre estaba escrito en la superficie con la delicada caligrafía de Noelí.

Martín sintió cómo su pecho se apretaba mientras tomaba la carta con manos temblorosas. Se sentó en el borde del sofá, incapaz de leerla de pie. Respiró hondo antes de abrirla y dejar que las palabras de Noelí inundaran su mente:

"Martín,
Cuando decidí escribirte esta carta, lo hice porque sabía que no podría encontrar las palabras en una conversación. No quería más gritos, más silencios incómodos, más reproches. Solo quería hablarte desde el corazón, como solíamos hacerlo al principio.
Me enamoré de ti porque veías en mí lo que yo no podía ver. Me hiciste sentir especial, amada, importante. Por eso no dudé en darlo todo por nuestra relación, en apoyarte en tus sueños, en seguirte a donde fuera necesario. Porque te amaba. Y una parte de mí siempre lo hará.
Pero con el tiempo, esas miradas cálidas, esas palabras que me daban fuerza, se fueron apagando. Nos perdimos en la rutina, en las expectativas, en el peso de nuestras vidas. Intenté ser fuerte, intenté hablar contigo, pero cada vez que lo hacía, sentía que te alejabas más. Y en lugar de encontrarnos, me encontré sola.
Sé que no soy perfecta. Tal vez esperabas algo más de mí, algo que no pude darte. Si ese fue el caso, lamento haberte fallado. Nunca fue mi intención hacerte daño, nunca quise romper nuestra familia. Pero últimamente, lo único que siento aquí es dolor. Y no puedo seguir viviendo así.

Por eso me voy. Me llevo a Tomás, pero no para alejarlo de ti. Nunca haría algo tan cruel. Quiero lo mejor para él, y creo que las discusiones constantes no son lo mejor. Cuando ambos estemos más tranquilos, podemos hablar. Quiero que sigas siendo parte de su vida, porque, a pesar de todo, eres su padre, y él te ama.
Solo espero que, algún día, puedas entenderme. No busco culparte, Martín. Esta decisión la tomo porque necesito sanar, porque necesito darle a Tomás una vida sin el peso del resentimiento. Y, aunque ahora no lo creas, también lo hago por ti. Quizás este espacio te permita ver las cosas con claridad, como espero verlo yo.
Cuídate, Martín. Por favor, no olvides que, a pesar de todo, te deseo lo mejor.
Noelí.

Martín dejó caer la carta sobre sus rodillas mientras se llevaba las manos al rostro. Nunca había sentido algo como eso: un vacío absoluto que parecía succionarlo desde dentro. Las palabras de Noelí eran tan sinceras, tan llenas de dolor y, al mismo tiempo, tan llenas de amor, que lo atravesaron como un cuchill○

Se levantó y comenzó a recorrer la casa, como si necesitara confirmar lo que ya sabía. El armario de Noelí estaba casi vacío, los juguetes de Tomás, reducidos a unos pocos, y la sala, antes llena de vida, parecía un lugar extraño.

Por primera vez, sintió el peso de sus acciones. La traición, las palabras hirientes, el orgullo que lo había cegado durante tanto tiempo. Todo eso lo había llevado a ese momento, a quedarse solo en una casa que ya no era un hogar.
Se dejó caer en el sillón, mirando hacia la ventana. Por un momento, pensó en llamarla, en decirle que lo sentía, que estaba dispuesto a cambiar. Pero en el fondo sabía que ya era tarde. Noelí no lo había dejado por impulso; lo había dejado porque él la había llevado a ese límite.

—Noelí… lo siento —susurró al aire vacío.

Esa noche, Martín sintió el verdadero peso de la soledad, y aunque el remordimiento lo invadía, sabía que no bastaría para arreglar lo que había roto.



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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