Lo que es para ti, te encuentra.

Epílogo

Con el paso de los meses, la casa de Sebastián dejó de ser solo un refugio temporal para Noelí y Tomás. Se convirtió en un verdadero hogar. Al principio, fue un torbellino de emociones adaptarse al cambio, compartir espacios y aprender nuevas rutinas. Pero poco a poco, cada rincón de la casa empezó a contar una historia nueva, tejida por momentos sencillos y cálidos que unieron sus corazones.
Noelí descubrió que Sebastián tenía una manera única de cuidarla con los pequeños detalles que hablaban directamente a su alma. Cada mañana, el aroma del café recién preparado era un recordatorio silencioso de que alguien pensaba en ella. Las tardes solían terminar con largas conversaciones mientras observaban a Tomás jugar con el perrito en el jardín. La presencia constante y paciente de Sebastián fue sanando las grietas de su corazón, devolviéndole poco a poco la luz a su mirada.
Sebastián, por su parte, admiraba los pequeños pasos que Noelí daba hacia la reconstrucción de sí misma. Cada risa espontánea, cada momento en que sus ojos brillaban con esa chispa que él había amado desde el principio, eran un triunfo para él. Aunque su amor por ella había florecido hacía años, lo guardó con cuidado, dándole el espacio necesario para encontrar su propio camino.
Un día, mientras Noelí pasaba de la sala a la cocina sintió a Sebastián acercarse. Se giró y se encontró con su expresión tranquila y tierna. Noelí le sonrió de una forma que iluminó toda la habitación.
—¿Qué? —preguntó divertida.
—Nada —respondió acercándose lentamente—. Solo estaba pensando en lo mucho que me gusta verte.
Noelí sintió un leve calor subiendo por su rostro. Era una reacción que Sebastián solía provocarle, pero en lugar de apartar la mirada, esta vez se la sostuvo.
—Me pasa lo mismo contigo. -sonrió suave, haciendo que Sebastián, por primera vez, se sonrojara delante de ella.
—No sabes lo feliz que me hace escuchar esas palabras -con suavidad levantó una mano y la colocó sobre la mejilla de Noelí.
El contacto sencillo y significativo la hizo cerrar los ojos. Sintió cómo su cuerpo se relajaba, cómo su corazón se aceleraba, y cómo una sensación de calidez la envolvía por completo.

A lo largo de esos meses, los gestos de Sebastián habían sido siempre los mismos: constantes, pacientes y llenos de amor. Cuando ella se sentía insegura, él tomaba su mano, y con ese simple gesto parecía borrar todas las dudas. Cuando tenía un mal día, él la abrazaba, dejando que sus caricias le recordaran que no estaba sola.
Una noche, después de que Tomás se quedara dormido, estaban sentados en el sofá, compartiendo una copa de vino. Noelí notó cómo Sebastián se inclinó ligeramente hacia ella, apoyando el brazo en el respaldo del sillón. El ambiente era tan tranquilo, tan íntimo, que las palabras sobraban.
—¿En qué piensas? —preguntó ella, observándolo de reojo.
Sebastián la miró y sonrió, pero esta vez no se apresuró a responder. En lugar de eso, extendió su mano y, con una ternura infinita, colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—En ti —confesó—. En cómo me haces sentir completo.
Noelí sintió cómo su pecho se apretaba con una mezcla de emoción y gratitud. Sebastián siempre encontraba las palabras adecuadas, no para impresionarla, sino para desnudar su alma.
—Sebastián… —murmuró, pero no pudo seguir.
Sebastian se inclinó hacia ella para que sus labios finalmente se encontraran, haciendo que el mundo entero se desvaneciera.
El beso fue delicado al principio, una exploración tímida que pronto se transformó en algo más profundo. No había prisa, solo un deseo de transmitir todo lo que habían callado durante tanto tiempo. Las manos de Sebastián se deslizaron suavemente hasta la cintura de Noelí, mientras ella se aferraba a su camisa, como si quisiera anclarse en ese momento.
Era más que un beso; era un pacto silencioso. Cada caricia, cada susurro sin palabras, hablaba de un amor que había esperado su momento para florecer.
Cuando se separaron, sus respiraciones eran rápidas, pero sus miradas permanecieron conectadas. Sebastián levantó una mano para acariciar su mejilla.
—Te amo, Noelí —susurro directo a su corazón.
—Yo también te amo, Sebastián -respondió fundiendo en un nuevo beso que ayudó a que el peso del pasado se desvaneciera dejándo solo espacio para el presente y el futuro que estaban construyendo.
Fin. ♥️



#6244 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, antiguoamor

Editado: 11.04.2025

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