Valentina tenía mucho trabajo pendiente frente a ella, pero ese día, no podía concentrase. Tenía cotizaciones, presupuestos y visita a obra que no tenían avance desde que había regresado del hospital donde trabaja Elías Navarro.
En lugar de trabajar, estuvo un rato sumida en Azar, deslizó a la derecha un par de veces, sin interés real, con la mente aún atrapada en las múltiples veces que se había topado con Elías sin ser notada.
Hasta que apareció él.
Elías D93.
“Creo en la gente que observa antes de hablar. En los silencios que no incomodan. Y en el café, siempre.”
No era guapo de portada de revista, bueno, si era guapo, aunque Valentina no quería aceptarlo, pero su mirada tenía algo distinto. No trataba de impresionar. Y eso —en medio de tantos perfiles ruidosos— se sentía refrescante.
Como abrir una ventana después de semanas sin aire.
Deslizó.
Match.
Un cosquilleo le subió por la espalda.
No fue euforia. Fue curiosidad.
Cinco minutos después, un mensaje.
Elías D: ¿Eres arquitecta? Apuesto que tu mente está llena de planos… ¿hay espacio para alguien más?
Valentina sonrió. La frase era cursi, pero no forzada. Tenía chispa.
Valentina: Depende. ¿Estás dispuesto a cumplir normas estructurales?
Elías D: Solo si me dejas construir contigo… aunque sea una conversación decente.
Se llevó el celular al pecho, riendo por primera vez en días.
La conversación siguió fluida. Cómoda. Casi sin esfuerzo.
Elías D: ¿Qué hace una arquitecta como tú en Azar?
Valentina: Supongo que busco lo que todos buscan… algo que no sea completamente vacío.
Elías D: Me gusta eso. Nada de estructuras huecas.
Valentina: Ok, esa fue buena.
Elías D: Me esfuerzo. Estoy en modo “primer contacto impecable”.
Valentina: ¿Y después qué viene? ¿Silencio incómodo? ¿Desapareces como los demás?
Elías D: No. A menos que te parezca un crimen que odie la piña en la pizza.
Valentina: Te estás salvando por poco.
Valentina había pasado las últimas dos horas intercambiando mensajes con Elías, mientras intentaba concentrase finalmente en la agenda pendiente que debía cumplir.
La voz de Natalia llegó a sus oídos en su despacho, levantó la vista y vio a su mejor amiga a unos metros de distancia.
—¿Esa sonrisa tonta es por trabajo o por alguien que no existe en la vida real? —preguntó Natalia con una ceja alzada, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
Valentina, todavía con el celular en la mano, intentó componer el rostro, pero era inútil. La curva en sus labios la delataba.
—No es tonta —respondió, bajando la mirada al teclado—. Es... una sonrisa profesionalmente contenida.
—Ah, claro. Una de esas sonrisas que te salen solo cuando un cliente te autoriza los cambios al proyecto —dijo Natalia, entrando al despacho sin pedir permiso, como de costumbre—. ¿Es Elías con otra historia en Instgram?
Valentina tardó en responder.
—Sí… pero no.
—¿Cómo que sí pero no?
Valentina suspiró y se quitó los lentes, frotándose los ojos antes de mirarla.
—Se llama Elías. Pero no es ese Elías. Es… otro.
Natalia se sentó de golpe en la silla frente a su escritorio, como si acabaran de anunciarle el giro inesperado de una telenovela.
—¿Estás diciendo que encontraste a otro Elías? ¿En dónde? ¿Y te gusta? ¿Es guapo?
Valentina asintió, algo confundida incluso por admitirlo en voz alta.
—Sí, encontré a otro Elías, y… lo acabo de conocer hace un rato, en esa app de cita que me recomendaste…
Natalia la miró levantando una ceja.
—Así que ¿al fin te decidiste a usar de nuevo Azar? Amiga, ya te estabas tardando, pero, creí que ibas a intentar hablar con el otro Elías.
—Lo intenté… en serio lo intenté —respondió Valentina, recostándose en el respaldo de su silla, con los ojos fijos en el techo—. Fui al hospital, lo vi de nuevo, estuve a punto de hablarle… pero es como intentar abrir una puerta que no tiene manija. No hay cómo entrar.
Natalia ladeó la cabeza, con esa expresión suya entre comprensión y advertencia.
—¿Y este nuevo Elías? ¿Qué onda? ¿No te da cosa que tenga el mismo nombre? Suena a glitch del universo.
Valentina soltó una risa, breve pero genuina.
—Lo pensé. Fue lo primero que me chocó. Pero no sé… este Elías —dijo, bajando la mirada hacia su celular— es distinto. Bueno, es médico también, pero con otro estilo.
—Bueno amiga, ni cómo ayudarte, los dos son médicos, ¿estas buscando un remplazo? —Preguntó Natalia mirándola fijamente.
—No es eso —respondió Valentina, girando la silla levemente, incómoda ante la puntería de su amiga—. No es que quiera reemplazarlo... es que estoy cansada de estar detrás de alguien que ni siquiera sabe que existo. Elías—bueno, Elías Duarte— me responde, hemos pasado las últimas horas hablando, y de verdad que se siente algo diferente.
Natalia entrecerró los ojos, dudosa.
—¿Y no te parece demasiada coincidencia que justo ahora, cuando decides soltar al primer Elías, te topes con otro Elías? ¿No sientes que el universo está intentando enseñarte algo… o reírse un poquito?
Valentina soltó aire, dejando caer los hombros.
—Tal vez las dos cosas. Tal vez es una lección disfrazada de coincidencia. Pero es que con este Elías... me siento tranquila. Como si no tuviera que correr para alcanzarlo.
—Eso suena bonito —dijo Natalia, más suave—. ¿Y ya stalk… investigaste un poco más? ¿Dónde trabaja, qué hace, si tiene fotos con gatos o con armas?
—Sé que trabaja en urgencias en otra clínica, al norte de la ciudad —respondió Valentina—. Y sí, tiene una foto con un gato, y algunos conciertos. No parece asesino. O eso espero.