Lo Que Hay entre líneas

Capítulo 13

Valentina y Elías se adentraron a la terraza donde estaba Natalia, sentándose en el sofá columpio.

—No es lo que parece —dijo Valentina con una sonrisa que no podía esconder ni queriendo.

—Ah, ya veo… —Natalia la miró de arriba abajo, y luego a Elías—. Así que tú eres el famoso Elías Duarte —dijo Natalia autoinvitándose a la conversación.

—El mismo que viste y calza —respondió Elías con una leve reverencia juguetona—. Aunque lo de “famoso” no lo creo.

Natalia entrecerró los ojos, evaluándolo con una sonrisa mitad bromista, mitad protectora.

—Hmm… cara de encantador, sonrisa de "puedo meterme en problemas", y nombre peculiar. Sí, definitivamente eres tú.

Valentina rodó los ojos, divertida y a la vez un poco nerviosa ante la confesión de Natalia.

Natalia era implacable con su humor cuando alguien le importaba, y eso solo significaba una cosa: estaba oficialmente metida en esto.

—¿Quieres que saque la libreta de interrogatorio o prefieres la versión de café con sarcasmo? —preguntó Natalia, cruzándose de brazos.

—Café, por favor. Me va mejor respondiendo preguntas si hay cafeína de por medio —dijo Elías sin perder la sonrisa.

—A ver… ¿qué intenciones tienes con mi amiga?

—¡Nat! —protestó Valentina, entre risas.

—Déjame, tengo que cumplir mi cuota de “mejor amiga protectora con alma de tía”. Viene en el paquete —dijo Natalia guiñándole un ojo a Valentina antes de volver a mirar a Elías.

Él levantó las manos, en tono teatral.

—Intenciones nobles. Interacciones poéticas. Y citas con vino, jazz. Eso, y esperar que ella no me bloquee después de conocer a mis amigos—dijo mirando a Natalia.

Natalia se echó a reír.

—Bueno… por lo menos es honesto. —Luego se volvió hacia Valentina—. Tiene mi aprobación.

La invitación llegó ese mismo día, mientras comían algo ligero en la terraza de la casa donde Valentina y Natalia se hospedaban. El vino ya estaba casi terminado, y el aire se sentía más fresco.

—¿Y si vienes mañana conmigo a una reunión con unos amigos? —preguntó Elías Duarte, con ese tono que usaba para invitarte a algo sin que pareciera que estabas siendo invitada, sino retada.

Valentina alzó una ceja, jugando con el borde de su copa.

—¿Reunión? ¿Tipo velada con música suave y conversación profunda o gente que grita jugando UNO y olvida cómo se llama?

—Un poco de las dos. Te prometo vino, gente divertida y solo… estar —dijo él, encogiéndose de hombros.

Valentina no respondió de inmediato. Pensó en Natalia, en sus ganas de seguir descansando al día siguiente. Pensó en ella misma, y en lo que ese beso había despertado. Y pensó, también, en Elías, ese Elías que había enviado un mensaje hace unas horas y no había tenido respuesta de ella. El que vivía en su historial de mensajes. El que existía en su confusión emocional como una versión más seria, más lejana, más… imposible.

Así que, al final, dijo:

—Solo si no me hacen jugar juegos de mesa con castigos ridículos.

Elías sonrió.

—Lo prometo, libre de juegos con castigos ridículos.

—Entonces iré —dijo Valentina con una sonrisa.

Valentina tragó saliva al recordar lo que venía. Porque sí, ahí estaría Elías Navarro.

Los tres siguieron entre risas y esa conversación tranquila, mientras la hora de regresar a casa se acercaba.

· · ─ ·𖥸· ─ · ·

El trayecto fue breve. Valentina iba en silencio, mientras Nat tarareaba la canción en la radio, mientras Elías las seguía en su propio auto de regreso la realidad.

—Sonríes como psicópata Valen… —dijo Natalia rompiendo el silencio con una risa ligera.

—¿Cómo psicópata? —pregunto Valentina con una mueca de indignación fingida girando a verla por un instante antes de volver a la carretera.

—Sí, de esas que se ríen solitas mientras planean algún crimen, o se crean una novela entera en su cabecita —respondió Natalia con una sonrisa divertida mirándola.

Valentina intento negarlo, pero sus mejillas sonrojadas fueron más rápidas.

—No es verdad, no estoy planeando nada.

—No, claro que no… —dijo Natalia acomodándose en el asiento del copiloto —entonces dime que sucede, porque desde que apareciste con Duarte en la casa hace unas horas, llegaste con una sonrisa enorme y ahora estas así.

Una leve risa escapó de los labios de Valentina, mientras veía hacia la carretera, tratando de concentrarse en la carretera apenas iluminada por los faros del auto. Natalia la conocía muy bien.

—Me besó… —Valentina soltó sin vacilar, su mirada vio por el retrovisor, encontrándose con las luces del auto de Elías que las seguía a una distancia prudente, y sus mejillas se sonrojaron más al traer el recuerdo de ese beso en ese restaurante frente a la playa.

Natalia la miro con sorpresa, abriendo la boca con dramatismo, volteo a verla mientras Valentina mantenía la vista en el camino.

—¡¿Quéee?! ¡VALENTINA! —gritó Natalia y después dio un leve golpe con la palma abierta el tablero del auto, incapaz de contener la emoción—. ¡¿Cómo que "me besó" así de casual, como si me dijeras “se me olvidó comprar pan”?




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