Lo Que Hay entre líneas

Capítulo 14

La noche no fue demasiado larga, y las horas de trabajo no fueron las suficientes para que Valentina tuviera tiempo de pensar en que haría, era evidente que Elías Navarro estaría ahí y eso la hacía dar vueltas en su mente con miles de pensamientos sobre que podría hacer.

—Valen, necesito el expediente de la obra que inicia el miércoles —la voz de Natalia apenas y la había hecho parpadear. —¡Valentina!

La voz de Natalia resonó en toda la oficina, llamando la atención de algunos de los otros arquitectos que trabajaban con ellas al otro lado.

—¿Eh? ¿qué? —pregunto alzando la vista hacia Natalia con algo de confusión.

Natalia la observó con una mezcla entre paciencia y diversión. Apoyó una mano en el escritorio y arqueó una ceja.
—¿Dónde estabas? Y no me digas que “pensando en el diseño de la nueva propuesta”, porque te conozco.

Valentina suspiró, girando en su silla para abrir la carpeta correcta.
—Solo estaba… distraída.

—¿Distracción con nombre y apellido, tal vez? —preguntó Natalia con una sonrisa traviesa alzando las cejas un par de veces.

Valentina rodó los ojos, pero no pudo evitar reírse.
—Nat, por favor. Tengo trabajo.

—Sí, trabajo y una reunión esta noche donde veras a tu enamorado. —Natalia cruzó los brazos, triunfante—. Si crees que no voy a disfrutar verte nerviosa, estás muy equivocada.

Valentina negó con la cabeza, intentando ocultar la sonrisa que amenazaba con escaparse.
—No estoy nerviosa, solo… es que ya sabes… esto con Elías y Elías que son amigos… y me causa algo de conflicto…

—Ajá… —Natalia alargó la sílaba, sentándose en el borde del escritorio—. O sea, que te gusta el nuevo, pero te preocupa el antiguo.

—No es así —dijo Valentina con rapidez, aunque la voz le salió más débil de lo que quería—. Solo... Navarro me gusta desde hace tanto, que me cuesta ver a Elías con otros ojos, y me gusta también, pero no es lo mismo… y no quiero lastimarlo ni tampoco a mí.

Natalia la observó en silencio un momento, con esa expresión mezcla de ternura y sinceridad que solo ella sabía tener con su mejor amiga.

—Valen, si alguien sabe lo que quiere, es Elías Duarte. Y tú también —dijo Natalia con tono tranquilo sentándose en la orilla del escritorio frente a Valentina—. No puedes vivir pensando en cómo se lo tomará el otro Elías cada vez que respires.

Valentina se recargó en la silla, mirando un punto fijo en la pared.
—Lo sé. Pero es raro, Nat. No pensé que fuera a verlo tan pronto. Ni que esto pasara tan rápido.

Natalia sonrió, bajando la voz. Valentina bajó la mirada, jugueteando con el bolígrafo entre los dedos.

—Pero tampoco cierres la puerta solo porque tienes miedo. Duarte no es Navarro, y tú tampoco eres la misma que se enamoró de Navarro.

Valentina soltó una pequeña risa nerviosa.

—Hablas como si todo fuera tan fácil.

—No lo es —dijo Natalia con una media sonrisa—. Pero al menos esta vez no tienes que quedarte esperando a que alguien te elija. Esta vez tú eliges.

Valentina la miró con una mezcla de ternura y resignación.

—Deberías escribir frases para postales, ¿sabías?

—Ya lo hago —respondió Natalia con humor—. En mis ratos libres, entre ver cómo te sonrojas cada vez que alguien dice “Elías”.

Valentina soltó una carcajada.

—Eres insoportable —respondió con las mejillas ligeramente sonrojadas.

—Y tú estás enamorándote, aunque no quieras admitirlo —replicó Natalia con picardía, mientras se alejaba con el expediente en mano.

Valentina rio, negando con la cabeza.

—Eres terrible.

—Lo sé, pero también soy la amiga que te va a ayudar a elegir qué ponerte hoy —dijo Natalia, caminando hacia la puerta—. Porque si vas a tener un triángulo emocional en tu vida, al menos que tengas el outfit correcto.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Valentina dejó escapar un largo suspiro.
Su mirada fue directo al celular sobre el escritorio, y lo tomo para ver el mensaje que había dejado Elías Navarro un día antes.

Valentina respiró hondo, presionando el borde del celular con los dedos. No era la primera vez que Navarro le escribía algo así… tan ambiguo. Hablar con él siempre terminaba significando algo más. Una puerta que no se cerraba del todo. Una promesa que nunca se cumplía del todo tampoco.

¿De verdad Navarro la veía o solo era porque tenían que verse en el consultorio cuando ella tenía que supervisar el avance de las remodelaciones?

Su pulgar se quedó suspendido sobre el mensaje unos segundos más. No respondió. Solo bloqueó la pantalla y dejó el teléfono boca abajo sobre el escritorio, como si así pudiera detener el torbellino que eso le provocaba.

Afuera, el sol de la tarde se colaba por la ventana del despacho, tiñendo el ambiente con un tono cálido. Todo parecía tranquilo, pero en su cabeza el día ya tenía nombre y tensión.

El presente y el pasado, conviviendo bajo el mismo nombre.

Valentina se levantó despacio de su silla, estirando los brazos como si necesitara despejar el peso invisible que se le había quedado en los hombros.

—Tranquila, Valentina… solo es una reunión —se dijo a sí misma, aunque el nudo en el estómago no se lo creyó del todo.

En ese instante, Natalia volvió a asomarse por la puerta, con una sonrisa traviesa y una bolsa de ropa colgando del brazo.
—Traje refuerzos —anunció—. Y sí, hay brillo.

Valentina soltó una risa.
—No pienso ponerme nada con brillo.

—Eso lo veremos. —Natalia levantó la bolsa y se acercó a ella.

—Natalia, es una reunión de amigos un lunes, ¿Por qué debería vestirme como si fuera a un evento de gala o esas cosas?

—Porque nunca sabes cuándo la vida va a decidir convertir un lunes común en una escena principal —respondió Natalia con total seriedad, mientras colocaba la bolsa sobre el escritorio y comenzaba a sacar prendas como si estuviera preparando un desfile improvisado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.