Marlowe Rosier
Ok, escuchen esto....
Yo tenía mi vida perfectamente bajo control. O bueno, todo lo bajo control que puede estar cuando tu trabajo depende de que los clientes no sean unos lunáticos y tus amigas te llenan de audios de diez minutos con consejos “profesionales”. Pero todo cambió el día que Xavier decidió mudarse. Sí, mudarse. Así, como si el universo hubiera dicho: “Marlowe, cariño, hace mucho que no te estresas, aquí tienes un problema con corbata”.
El tipo apareció con su sarcasmo, su actitud de sé que soy irresistible y una capacidad impresionante para arruinar mi paz mental. No lo odio, pero tampoco lo soporto. Bueno....eso intento convencerme todos los días.
Desde entonces, entre reuniones, cenas que parecen salidas de una telenovela y la constante batalla entre mi cerebro y mi corazón (spoiler: el cerebro va perdiendo), mi vida se convirtió oficialmente en un desastre. Uno con nombre, apellido y una mirada que no sabe quedarse quieta.
Así que sí, si alguna vez pensaron que lo suyo era complicado… créanme, no han conocido a Xavier Arvest.
Xavier Arvest
Dicen que los príncipes lo tienen todo.
Qué gracioso. Porque si por “todo” se refieren a un futuro planeado, una corona que pesa más que la culpa y un compromiso con alguien que apenas conozco, entonces sí....tengo todo.
Durante años seguí las reglas. Sonreí cuando debía, hablé cuando me lo ordenaron y tomé decisiones que ni siquiera eran mías. Pero llega un punto en el que uno se cansa de ser el adorno perfecto de un reino. Así que lo hice: me fui. Un año. Solo uno. Mi último año de libertad antes de convertirme en todo lo que juré no ser.
Lo que no sabía era que ese “año sabático” venía con nombre y carácter. Marlowe Rosier.
Ella no es princesa, no pertenece a mi mundo, y sin embargo, con una mirada consiguió poner el mío patas arriba. No fue amor a primera vista, fue más bien un desafío, una guerra de miradas, sarcasmos y casualidades que el destino pareció disfrutar demasiado.
Y ahora aquí estoy, intentando convencerme de que no me estoy enamorando....porque hay cosas que un príncipe no puede tener. Y ella, sin duda, es una de ellas.
Pero si algo aprendí de Marlowe....es que hasta las reglas más antiguas pueden romperse.