Lo que juramos en secreto

Crisis eléctrica mundial

Xavier

El sábado empezó con el sonido del molinillo de café.
Ben tenía la extraña costumbre de levantarse antes del amanecer, como si el reloj interno de los hombres mayores no necesitará descanso. Y ahí estaba otra vez, tarareando algo mientras dejaba que el aroma a granos recién molidos invadiera el apartamento.

No entiendo cómo alguien puede ser tan feliz tan temprano. Ni siquiera el sol ha firmado su asistencia al día

Giré sobre el sofá, intentando ignorar el sonido del vapor y la voz de Ben que llamaba desde la cocina.

Solo había dos habitaciones en el departamento así que hicimos un juego de azar para ver quién dormiría en el sofá. Perdí.

—Vamos dormilón. Tenemos visita hoy —anunció con ese tono paternal que usaba cuando quería conseguir algo.

Apenas abrí un ojo.

—¿Visita? —Pregunte con voz ronca, sin moverme.

—La vecina. Dijo que su hermano va a venir un rato. —Ben sonrió, sirviendo café en tres tazas— Tiene seis años, así que prepárate.

Seis años. Perfecto. Un mini huracán a domicilio.

Christian apareció detrás de Ben, despeinado, con la camisa arrugada y los ojos entrecerrados.

—¿Un niño? —Repitió, como si la idea misma fuera una ofensa personal— Por favor dime qué no tenemos que entretenerlo.

—Claro que sí —contesto Ben, riendo— No va a morder, Christian.

Suspiré y me levanté, estirándome perezosamente. Me pase la mano por el cabello, intentando acomodarlo sin éxito, y camine hacia la mesa. Ben ya tenía todo dispuesto como si esperara a la realeza: pan tostado, mermelada, frutas y tres tazas de café humeante.

A veces olvidó que Ben no sabe hacer nada a medias.

—Y como sabes que si vendrán? —pregunté, tomando una taza.

—Porque prometí cuidar al niño mientras su hermana trabaja y ella terminó aceptando —dijo Ben con naturalidad pasmosa.

Levanté la vista lentamente.

Ah la distraída del pasillo,

Recordé el encuentro de hacia unos días, ella tenía ese aire de "todo bajo control aunque claramente no lo esté"

Tenía algo...curioso. Como si el caos le sentará bien. Y ese cabello despeinado pareciera parte del atuendo, no un descuido.

Ben se encogió de hombros.

—Se veía preocupada. No tenía con quien dejar a su hermano, así que me ofrecí.

Christian soltó una carcajada.

—No puedo creer que ahora somos niñeros.

—No somos —le corregí— eres

—Muy gracioso —bufó Christian, sirviéndose café— No me gusta el ruido, menos el de un niño.

—Te acostumbrarás —dijo Ben con esa serenidad inquebrantable que solía desesperar a ambos.

El resto de la mañana fue tranquila, o al menos lo intentó. Me senté en el balcón con una taza, observando la ciudad todavía medio dormida. Me gustaban esos momentos de calma, los pocos minutos en que el mundo parecía no pedirme nada.

Hasta que el timbre sonó.

Ahí se la mi paz.

Ben abrió la puerta y una voz aguda, alegre y demasiado despierta llenó el aire.

—¡Hola! Soy Ian

Me asomé desde el pasillo, y lo ví, un niño de cabello castaño claro, ojos grandes e inquietos, con una camiseta de dinosaurios y una sonrisa que parecía no tener botón de apagado.

Y detrás de el, estaba la vecina.

Sostenía una pequeña mochila, sujetaba su cabello con una pinza, aunque algunos mechones rebeldes caían sobre su rostro. Llevaba un pantalón beige y una camiseta blanca simple, pero en ella creo que lo simple no existía.

—Buenos días —dijo ella, con esa sonrisa un poco nerviosa pero amable— Espero no interrumpir nada.

—No te preocupes, estábamos esperando —respondió Ben, recibiendo a Ian con una sonrisa.

Cruce los brazos, observándola.
Ella me miró por un segundo, y yo sostuve la mirada con discreción.

No parece el tipo de persona que deja a su hermano con desconocidos...pero bueno, quien soy yo para hablar de decisiones impulsivas.

—Te agradezco mucho Ben —Dijo ella— Te prometo que no tardaré.

—Tranquila, estará bien. ¿Verdad, chicos? —Preguntó Ben, mirándonos.

—Claro... —dijo Christian sin mucho entusiasmo.

Asentí, tomando un sorbo de café.

Ian mientras tanto, ya exploraba el departamento como si fuera un museo personal.

—¡Wow! ¿Viven aquí los tres?¡Tienen un balcón enorme! Mi gato saltaría ahí, seguro.

—Mantecada, ¿verdad? —preguntó Ben

— ¡Si! Es naranja en diferentes tonos. A veces se cree perro, pero mamá dice que solo está confundido.

Tuve que contener una risa.

Definitivamente, energía pura. Si lo embotellaran, resolvería la crisis eléctrica mundial.

La vecina dejo la mochila de su hermano junto al sofá y se agachó para hablarle.

—Pórtate bien, ¿Sí? Nada de escalar muebles y no molestes a los vecinos.

—No son vecinos, son mis nuevos amigos —contestó Ian con toda la convicción del mundo.

Ella rodó los ojos divertida.

—Está bien, tus "amigos". —Se levantó y miro a Ben— Gracias otra vez, de verdad.

Ben asintió con una sonrisa cálida.

—Ve tranquila, Marlowe. Ya nos arreglaremos con Ian.

Marlowe me miró antes de irse, solo un instante, lo suficiente para que notará el brillo inquieto en sus ojos, esa mezcla de culpa y de prisa.

Tiene los ojos más expresivos que he visto en meses.

—Adiós, Ian —dijo ella.

—¡Adiós, Mar! —El niño agitó la mano con entusiasmo.

La puerta se cerró, y el silencio duro exactamente tres segundos.

—¿Tienen videojuegos? —Pregunto Ian.

Ben rió

—Creo que tenemos una consola vieja por ahí.

—¡Perfecto! —gritó, corriendo hacia la sala.

Christian suspiró.

—Esto va a ser un largo día.

Me deje caer en el sofá, observando al niño que ya inspeccionaba los controles del televisor. Cuando de pronto, ocurrió lo peor que podía pasar, se me acercó.

—¿Y por qué tú cabello es tan raro? —preguntó Ian, mirándome fijamente desde el otro extremo del sofá.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.