Lo que las apariencias esconden

X

Llamaron un par de veces a la puerta y un criado se asomó haciéndome saber que mi tío quería verme en su despacho. Estupendo- pensé- se me presentaba una oportunidad perfecta para hablar con mi tío sobre aquel horrible individuo que tenía por ayudante.

-Querida.- dijo al verme.- Pasa y siéntate. Traigo muchas noticias para ti.- Yo me senté y miré a mi tío con curiosidad.- Yo sé que esto te va a resultar difícil, pero necesito que me dejes explicarte lo que sé antes de interrumpirme.- Yo asentí algo confundida ante aquellas palabras ¿Habría fallecido alguien cercano a mí?- Verás… -Comenzó a narrar.- Hace un par de semanas me ausenté de aquí con la intención de pedir permiso a tus padres para que pudieras venir con Penélope y conmigo en nuestro próximo viaje. No digas nada.- Añadió viendo como estaba a punto de abrir la boca.- Tus padres dieron su consentimiento siempre y cuando tú desees venir. No obstante hay algo más.- Mi tío tomó aire, parecía necesitar fuerzas para continuar con aquella conversación.- Durante mi estancia allí acudí a un par de bailes y en uno de ellos… bueno encontraron a Aroha en una situación un tanto comprometida con un caballero…Yo…Sé que Aroha es responsable y que lo más probable es que se malinterpretaran los hechos, pero para tu tranquilidad añadiré que ella aceptó libremente.- ¿De qué demonios hablaba mi tío?- Ella, bueno ellos se casaron hace dos días. Sé que desearas matarme por no haberte avisado, pero Aroha así lo quiso. Fue una boda un tanto precipitada, pero el Señor Lluch es un buen hombre, y es Vizconde…- Yo dejé de escuchar a mi tío ¿¡AROHA!? ¡Mi dulce hermanita se había casado! Todo aquello era por mi culpa, no debí haberla dejado sola… comenzó a faltarme el aire y la vista se me nubló.- Te dejo sola para que leas la carta tranquilamente.- Oí que decía mi tío, y antes de salir dejó un sobre, con la pulcra y elegante caligrafía de Aroha, sobre la mesa. Con manos temblorosas lo tomé y con gran indecisión fui abriéndolo.

 

Querida Camille,

No te enfades conmigo y tampoco lo hagas contigo misma o con el tío. Esto no es culpa de nadie, tan solo fue un malentendido, pero al mismo tiempo quizás, y solo quizás, fue justo lo que necesitábamos. No sé si podrás perdonarme por no haberte informado de mi boda, pero conociéndote sé que habrías hecho todo lo posible por impedirla, quizás incluso habrías tomado mi lugar. Estoy segura de que con el tiempo recordemos esto y nos reiremos.

Quiero que sepas que ahora ya eres libre, el señor Lluch, mi marido, me ha prometido responsabilizarse de Zuzanny en el caso de que fuera necesario, así como aumentar su dote, así como la tuya si lo deseas.

Hermana quiero que leas mis palabras con atención porque lo que te voy a decir es lo que tu más deseas y tanto te mereces. Acepta la invitación del tío, vive tu gran aventura, llega tan lejos como te permita tu imaginación y no sufras por mí. Te quiero y sé que estabas dispuesta a renunciar a todo por Zuzanny y por mí, pero por una vez he podido adelantarme y ayudarte yo a ti. Ambas sabemos que no estás hecha para compartir tu vida con un hombre que no te valore.

Quizás lo que te escribo a continuación haga que  odies todavía más a mi marido o como dirías tú que lo quieras enterrar vivo, no obstante te lo diré sin rodeos. No creo que podamos vernos por un largo periodo. No hace ni unas horas que me casé y en unas pocas más partiremos a algún lugar desconocido ya que el señor Lluch debe abandonar la ciudad por unos negocios.

Camille ábrete, deja que el mundo te conozca tal y como eres, y permítete conocer el mundo.

Tu hermana que te debe tanto, y que te quiere y siempre te querrá.

Aroha

PD: Ahora Señora Lluch

 

 

No fui capaz de moverme, por mi mente vagaban mil y una ideas, mil y una maneras en las que podría haber salvado a mi hermana de vivir aquella horrible situación. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas como reflejo de la impotencia que circulaba por mi interior. Aroha… ella siempre había sido buena e inocente, dispuesta  ayudar a todos con su gran corazón. Ella merecía encontrar a alguien, a un gran hombre que la adorara, que viviera para hacerla feliz, que viera su pureza y su bondad… Arrugué la carta que aún mantenía en mi mano y me levanté con decisión.

Notaba mi cuerpo arder por la rabia. Salí del despacho dispuesta a matar al primero que se me cruzara. Tenía que liberarme o dirigiría toda mi furia contra mi tío. Por ello, me dirigí a la sala de entrenamiento, tomé una espada y comencé a dar estocadas contra el pobre monigote preparado para las prácticas. Una hora más tarde no quedaba nada de lo que había sido aquel muñeco, y parecía que con él se había marchado gran parte de mi ira. Me dejé caer al suelo y contemplé el techo exhausta. Tenía claro que lo hecho, hecho estaba, pero eso no evitaba que yo pensara que quizás las cosas podían haber sido muy diferentes.



#26115 en Otros
#1783 en Novela histórica
#3609 en Aventura

En el texto hay: caballeros, epoca victoriana, aventuras

Editado: 29.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.