Lo que las apariencias esconden

XII

Cruce la pasarela sintiendo que mis pies flotaban, el mundo a mi alrededor desapareció y el pulso se me aceleró. Aquello era un sueño, un sueño del que no pensaba despertar. Pestañeé un par de veces para aclararme la vista, ya que de la emoción se me habían empañado los ojos, y aprecié todo lo que me rodeaba. Estaba en la cubierta de un barco, la tripulación iba de aquí para allá sin descanso, todos parecían concentrados en sus tareas, el capitán gritaba órdenes y mi tío ultimaba algunos detalles con Luis y el joven señor Valton, mientras mi tía bajaba a su camarote con la doncella. Yo esta extasiada, llevaba soñando con esto toda mi vida y mi cuerpo parecía incapaz de asimilar que ahora era real.


Me acerqué al grupo en el que se encontraba mi tío uniéndome a una conversación a la que nadie me había invitado.

- Todo se ha complicado.- Decia Luis.- Si la corona no nos hubiera ordenado seguir con nuestras vidas como si nada os aseguro que ahora mismo no estaría aquí.

Aquellas palabras me extrañaron mucho, yo pensaba que Luis estaría tan o más emocionado que mi tío por realizar este viaje ¿qué habría sucedido? Era cierto que desde que mi tío me había hecho la oferta de viajar con ellos Luis había desaparecido de la casa y no habíamos vuelto a verle hasta la noche antes de zarpar, pero sinceramente yo no había podido más que alegrarme por ello. No es que le deseara nada malo, pero con él pululando seguro que mi alegría y anhelo por el viaje habrían desaparecido.

- Vamos... - Dijo mi tío intentando animarlo- Ya verás como cuando volvamos todo está solucionado.

Tosí con delicadeza para que se percataron de mí presencia, no deseaba escuchar conversaciones ajenas por mucho interés que despertaran en mí. Ese gesto hizo que todos guardaran silencio hasta que el señor Valton lo rompió con mucha sutileza.

- Señorita Sant ¿Me concedería el honor de ver la partida con usted? - acompaño su pregunta alzando el brazo para invitarme a apoyar el mío. Miré a mi tío buscando su aprobación y por el camino me encontré con Luis, el cual bufó y puso los ojos en blanco.

- Será un placer, es agradable saber que a bordo nos acompaña un caballero. - Respondí adulándolo.


- Me halagan sus palabras señorita Sant.

Nos alejamos del resto y nos dirigimos a la barandilla del barco mientras contemplamos como guardaban la pasarela y desataban los últimos cabos. El señor Valton había viajado mucho, por lo que se encontraba muy cómodo hablando de las diferentes labores que se deben realizar en el barco, así como sus partes. Yo intentaba seguir el hilo de la conversación, pero era incapaz de retener todo lo que me estaba contando. Al final decidí centrarme en contemplar como el puerto iba quedando cada vez más lejano. Cuando ya únicamente nos rodeaba el mar por todas partes el capitán pareció relajarse, cedió el timón y se acercó a Lui y a mi tío al tiempo que lo hacíamos Valton y yo.

-Espero que estén preparados para lo que nos espera. - Dijo con humor.- Luis he mandado que te preparen mi camarote. - ¿Por qué el capitán le cedería su camarote a Luis?

- De ninguna manera- respondió este- No dejaré que el capitán comparta camarote y menos con este individuo.- dijo haciendo reír a Valton.-. No señor.

-Pero Luis, sabes que si no te tocará compartir camarote a ti, y… ya que los Señores Sant tienen el camarote más amplio y la señorita Sant y su doncella el siguiente, a usted y al señor Valton les toca uno.... - no termino la frase dando a entender las condiciones precarias de este último camarote.

- No será molestia....- Respondió Luis alegremente.- Si es necesario dormir con el resto de la tripulación lo haré alegremente.

- Eso ni lo sueñes, tu padre me mataría si se enterara. - Añadió el Capitán

-Quédese tranquilo, seguramente mi padre le daría las gracias - Dijo Luis en todo burlón.

-Si es necesario, María, la doncella y yo podemos trasladarnos al camarote más pequeño, seguramente ustedes necesiten más espacio ¿no les parece? - Todos se sorprendieron ante mi sugerencia, pero ninguno pareció tomársela enserio.

- Eso sí que no, señorita Sant, usted es la reina del barco y la vamos a tratar como tal.- El capitán hizo una reverencia demasiado elaborada, lo que provocó la risa de todos.- Si le parece, le acompañaré hasta su camarote para que pueda instalarse, recuerde mis palabras, en los próximos meses ese lugar será tan apreciado para usted como su propia casa.




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