Lo que las apariencias esconden

XVIII

La suerte parecía continuar de nuestro lado después de todo. Resulto que tras una semana buscándonos en el mar, los dos barcos mercantiles en los que zarpamos habían ido a parar al mismo puerto en el que nosotros nos encontrábamos. El reencuentro fue de lo más conmovedor, mi tía lloraba incrédula y mi tío no podía dejar de abrazarme. Así mismo, el capitán Whats no dejaba de suplicar que le perdonara y el conde Valton parecía sentirse responsable por no haber acudido a nuestra cita aquella noche. Me sentía abrumada, pero al mismo tiempo reconfortado. Entre aquellas personas me sentía segura.

Luis y yo les narramos los acontecimientos los días que pasamos a la deriva y nuestro encuentro con los tretu, saltándonos, por supuesto más de una parte importante. A su vez ellos nos describieron la búsqueda y la desesperación que habían sentido al darnos por muertos. Todo aquello parecía sacado de una historia de aventuras, pero la felicidad y la dicha por nuestra buena suerte nos hicieron olvidar pronto las penurias y dificultades que habíamos pasado.

-Por cierto tío- dije en una de las comidas unas semanas después de nuestro reencuentro.- Puedes dar por fructífera esta expedición.- Le dije extendiéndole un cuaderno en el que había transcrito y dibujado todo aquello que aprendí de la curandera.

-¿Pero cómo? – Dijo tras abrir el cuaderno y ojearlo.- Parece ser que vuestro naufragio ha dado mejores frutos que un mes de exploración… ¿Has visto esto Luis?- Mi tío le tendió el cuaderno a Luis y este no pudo contener su cara de sorpresa.

-Ustedes me engañaron…- Dijo indignado.- Fue Camille la que recopiló las plantas curativas en aquel otro cuaderno ¿verdad?

-Usted jamás pregunto el nombre de mi colega.- Dijo mi tío sin poder evitar reír.

- No está mal para una cabeza hueca ¿verdad qué no?- dije altanera.

La puerta del comedor se abrió y el conde Valton apareció con un semblante de lo más serio.

-Señor Valron.- Saludó mi tío.- Creí que hoy no vendrías a comer…

-Esa era la idea inicial, pero… señor Sant… Luis, es menester que hable con ustedes ahora mismo. – La urgencia se mostraba en su semblante y aquella actitud de preocupación no era propia del conde.

Todos nos miramos sorprendidos, pero mi tío y Luis se levantaron y los tres hombres salieron del comedor. Yo intrigada me disculpe asegurando que debía ir al tocador y me dirigí hacia el despacho. Antes de que nos encontraran, mis tíos habían alquilado una gran casa, en la que tanto el capitán Whats como el conde Valton tenían sus propias habitaciones, aunque no siempre hicieran uso de ellas, y con la llegada de Luis y la mía aquella casa parecía más una posada que un hogar.

Silenciosa me acerqué a la puerta y pegué mi oreja a ella, los hombres hablaban a voces.

-¿Entonces conoces o no a un tal Ducheir ?- Pregunto Valton con nerviosismo.

-Sí, por desgracia Camille y yo conocimos a ese repugnante ser en la aldea en la que estuvimos.- respondió malhumorado Luis.

-Pues no sé qué le hicisteis, pero se la tiene jurada a Camille, ha esparcido el rumor de que es una… bueno…- Valton parecía reacio a continuar.- Bueno pues eso… una mujer de vida alegre…

-¡¿QUÉ?! – Exclamaron Luis y mi tío al unísono.

-Yo lo he desmentido en la taberna, pero ese hombre sabe lo que se hace. Tiene mucho poder y ha informado a las damas ,que aquí residen, de su dudable reputación, de lo mucho que intentó ayudarla… en fin todo el mundo piensa que es una… eso, no pienso volverlo a decir. Además, Luis, tú tampoco eres presentado como un santo…

Yo contuve la respiración eso hombre me las pagaría. Apreté mis puños con fuerza, y después de lo que pareció una eternidad mi tío habló.

-Bueno, no está todo perdido.- dijo intentando mantener la calma.- Después de los últimos acontecimientos el capitán Whats recomendó que cargáramos el barco y volviéramos a casa y creo que deberíamos hacerlo… quizás podemos ser más rápidos que los rumores y conseguir que Camille se case antes de que su reputación se vea arruinada en la ciudad.

-Señor Sant… yo no creo que con eso solucione nada, un barco zarpó esta mañana y las noticias de ese calibre vuelan, y más cuando se involucra a un Duque y heredero…

No pude contenerme más e irrumpí en la estancia.

-¿¡Con qué derecho os creéis para decidir sobre mi futuro!?- exclamé, todos me miraron sorprendidos. – Ese degenerado me las va a pagar… Tío… no es necesario que planees nada, me da igual quedar como una cualquiera, ese hombre tiene una gran imaginación ¡inventarse mi deshonra con un duque! No pienso dejar que ese malnacido decida lo que pasará con mi vida, a mis padres no les importará lo que se diga de mí, y lo que la sociedad piense me es totalmente indiferente… no volveré a participar de actos sociales y ya está, no veo el problema.-Yo estaba segura de mis palabras, pero las miradas de aquellos hombre me hicieron ver que ellos no opinaban igual.




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