Lo que las apariencias esconden

XX

-Oh querida…- dijo mi tía volviendo a abrazarme.- Siento que tengáis que partir tan pronto, pero ahora eres duquesa tus responsabilidades están en otra parte. – Yo correspondí a su abrazo y me giré para despedirme de mi tío.

-Tío…- las palabras se atragantaron en mi garganta. Pero el pareció comprender todo lo que yo deseaba decirle.

-Eres una mujer extraordinaria Camille. – Se acercó a mi oído y me susurró.- pero realmente espero que des una oportunidad a tu matrimonio… sé que no se ha dado como hubieras deseado, pero Luis es estupendo. – Yo la mire incrédula, ¿aquellas eran las palabras con las que mi tío se despedía de mí? Estaba dispuesta a preguntarle pero fui interrumpida.

-Tenemos que embarcar, ya solo faltamos nosotros.- Luis se despidió de mis tíos y ambos cruzamos la pasarela.

Cuando la distancia me impidió distinguir a mis tíos me volví hacia Luis. Ahora él era lo único que tenía, y eso no me gustaba. Desde la noche de bodas no habíamos vuelto a hablar, y casi que no nos habíamos visto. Fue mi tía la que una semana después del enlace me comunicó que partiríamos casi de inmediato en uno de los barcos más veloces que existían. Aquella noticia me alegraba, así la travesía sería más breve, pero al mismo tiempo aquello quería decir que la partida era inminente. Las prisas habían sido tales que no pensamos en la necesidad de llevar a una doncella con nosotros, ni siquiera había cambiado mi vestuario por uno apropiado para una mujer casada, y menos por el de una duquesa.

-Vamos, te llevaré al camarote.- En silencio seguí a Luis hasta que se paró frente a una puerta y la abrió.

Entre en la habitación, era más amplia que la que había compartido con Marta en la anterior travesía, estaba mejor amueblada y tenía una cama más grande.

-Puedes irte.- Dije con severidad.

-¿Y a dónde se supone que debo irme?-Respondió. Ingenua de mí, pensé que ese sería un camarote solo para mí, pero eso no habría tenido sentido teniendo en cuenta que estábamos casados y que habíamos conseguido hueco en el barco casi de milagro. Luis pareció comprender que necesitaba estar sola.- Iré a dar una vuelta por el barco.

Cuando escuche la puerta cerrarse me dejé caer sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, no debía llorar, no podía hacerlo. En cualquier momento volvería Luis y debía mostrarme fuerte. Estaba cansada, apenas había dormido en la última semana y pareció que el vaivén del barco fue el somnífero que necesitaba.

-¡Tenemos un problema! –Exclamó Luis entrando de golpe en la habitación y haciendo que casi me diera un infarto al despertarme de aquella manera. – Perdón… no pensé que pudieras estar durmiendo.

- Ya no lo estoy, ¿qué pasa?- dije frotándome los ojos.

-Acabo de encontrarme con… digamos que con dos matrimonios muy bien situados.- yo la miré sin comprender.- Camille… esto es más complicado de lo que te puedas imaginar, cuando lleguemos a casa deberé dar muchas explicaciones por haberme casado contigo y la realidad es que solo una les valdrá a mis padres y aunque a los monarcas no les hará ninguna gracia lo achacarán a mi juventud. Si tu padre tuviera algún titulo la cosa cambiaria un poco, pero…

-¿Cuántos años tienes?- pregunté con curiosidad haciendo caso omiso del resto de su discurso.

-Camille esto es serio.- dijo sin responder a mi pregunta.

-Ya, mi pregunta también, se supone que estamos casados y ni se tu edad.

-Tengo 24 recién cumplidos.- Pareció algo avergonzado al decirlo.

-¡Es enserio! Pensé que parecías más joven de lo que eras… ¡Me he casado con un niño!- dije dramática dejándome caer sobre la cama de nuevo y cerrando los ojos.

-Tú tienes 19 y yo no me he quejado.- dijo como un niño enfadado.

-¿Y de qué podrías quejarte?- respondí sin abrir mis ojos.

-¿Pero te estas escuchando…?- Luis pareció sorprendido ante mis palabras.- Por favor Camille deja la edad a parte… ¿has entendido el resto de las cosas?

-Luis acabas de despertarme, pero creo que no es mi cerebro el que no procesa correctamente, eres tú el que no se explica bien.

-Camille…- dijo rascándose la cabeza y mirando al suelo.- Vamos a tener que estar muy enamorados para que me perdonen.

-¿¡Qué!?-Exclamé al tiempo que me ponía en pie a toda velocidad.

-Solo tenemos que fingirlo, así nos evitamos problemas. Creo que mis padres entenderían la verdad, pero después de lo que han sufrido con el matrimonio de mi hermana no deseo destrozarles también con el mío. ¿Crees que podrías? Solo cuando la gente nos mire.- Yo no di muestras de desear responder a esa pregunta.- Es la única forma que he encontrado de explicar el motivo y la rapidez de nuestra unión.

-No sabía que tenías una hermana.- Dije fingiendo ignorar el resto de la información. Realmente mi mente la estaba procesando, y no llegaba a comprender la necesidad de aquello, pero quizás el título de Luis y la importancia de su familia los obligaba a contar con la aprobación de los monarcas para casarse.




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